Sequía y diplomacia. El acuerdo del río Bravo.


La sequía mexicana de 2024 fue, cómo no, terrible. Cuando comenzó la canícula en julio, el 90% del país estaba sediento, como no lo había estado desde 2011. En el D.F. se aplicaron restricciones de agua, mientras que el estado de Chihuahua no había visto llover desde el mes de noviembre de 2023. Por fortuna, llegó el invierno con lluvias y en el pasado mes de marzo, la situación había mejorado ligeramente, aunque casi la mitad del país, especialmente los estados norteños, se encontraba en situación de emergencia por sequía.

Como ya sabemos los que vivimos y bebemos en países secos, estas situaciones acrecientan la conflictividad regional cuando las cuencas que suministran el recurso son compartidas. Y así ha vuelto a ocurrir con las aguas de la cuenca del río Colorado, compartidas con los EEUU.

El reparto de aguas superficiales entre México y Estados Unidos está regulado por dos tratados, firmados respectivamente en 1906 y 1944. En 1906, el denominado acuerdo de  Distribución Equitativa de las Aguas del Río Bravo entre EEUU y México reguló el reparto de las aguas de la cuenca alta del Río Bravo. Recordemos que así es llamado en México, aunque se le denomina Grande en EEUU. Este río define la frontera internacional entre Texas y los estados mexicanos de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y parcialmente Chihuahua.

Posteriormente, en 1944, se firmó el Tratado Binacional para la Utilización de las Aguas de los Ríos Colorado y Tijuana y del Río Bravo. En él se regula la distribución de las aguas de las cuencas del Río Colorado y del Río Bravo desde Fort Quitman hasta el Golfo de México, así como las aguas de los ríos Colorado y Tijuana, estableciendo el marco para la gestión del Río Tijuana.  El reparto de aguas entre ambos países se rige por ciclos quinquenales, y México debe liberar 432 hm³/año, (2180 por quinquenio) de agua al Río Bravo a EEUU en cada ciclo. Por su parte, EEUU se compromete a liberar 1850 hm³/del río Colorado a México.

Y en ambos tratados se ha basado la forma de repartir los caudales de la cuenca del Río Bravo a los países que separa y une.  Pero ya ha pasado más de un siglo del primero y casi uno del segundo. Desde entonces, todo ha cambiado.

Sobre todo, en el río Bravo porque su cuenca ha visto reducido su caudal natural en más de un 80 %. Así las cosas, menos del 10% del caudal medio fluye ahora por su cauce. Un hilillo de agua que marca la línea fronteriza y llena algunas charcas en el límite geográfico entre ambos países.

Sean cuales sean las causas últimas, sobre la zona cada vez llueve menos. Por ello, los pronósticos del IPCC se centran en augurar sequías cada vez más persistentes y patrones de precipitación erráticos. Aumento sostenido de las temperaturas medias y una cada vez mayor incertidumbre. O sea, que habrá que planificar de otra forma para reducir la fragilidad.

Mientras, la realidad es que la capacidad de los dos embalses internacionales (Amistad y Falcón) no ha superado el 30% en los últimos cinco años. Porque, debido a una intensa sequía en 2024, México solo había entregado 611 hm³, o el 30% del volumen previsto, para abril de 2024 (el cuarto año del ciclo quinquenal). A finales de 2024, la situación se mantuvo relativamente sin cambios, lo que hace muy improbable que México entregue su cuota completa a Estados Unidos para octubre de 2025.

Y quien se ha llevado la peor parte, ha sido México. De hecho, ni una sola vez en el primer cuarto que llevamos de este siglo no ha podido aportar los recursos fijados en el tratado de 1944. Esta realidad ha supuesto una total pérdida de confianza a ambos lados de la frontera.

Simultáneamente, el no disponer de recursos para cumplir lo acordado ha planteado cuestiones legales y constitucionales sobre la propiedad del agua, así como sobre las prioridades para los usos y usuarios del agua, como sucedió hace solo cinco años con el estado de Chihuahua. Entonces tampoco pudo aportar lo que debía al Río Bravo.

Todos aceptan y entienden que las prioridades mutuas del agua compartida y los recursos generados han cambiado significativamente desde la década de 1940. Pero la interpretación del Tratado de 1944 tampoco ha evolucionado lo suficiente como para afrontar estos desafíos. Y esto es especialmente grave en el caso de la cuenca del Río Bravo desde Fort Quitman hasta el Golfo de México.

México ha apelado a lo dispuesto en la «disposición extraordinaria sobre sequías» del Tratado de 1944 en tres ocasiones desde 1994 para no aportar sus recursos hasta el siguiente ciclo quinquenal de planificación. Así ha pretendido saldar su deuda hídrica con el vecino. Pero la imposibilidad del cumplimiento de estos acuerdos ha generado una gran ansiedad entre los mexicanos que sospechan que si no hay agua para el gringo tampoco la habrá para ellos.

Con la llegada al poder del presidente Trump, se llegó a alcanzar un elevado grado de tensión «acuática» entre los dos países, agravando aún más más si cabe el provocado por las amenazas arancelarias. De hecho, el nuevo gobierno useño acusó a México de incumplir sus obligaciones en lo marcado en el tratado.  

Este aumento de la presión política desde el lado estadounidense se realza más si cabe, ya que persisten las condiciones de sequía y la «oportunidad» y la «previsibilidad» se han vuelto estratégicamente importantes para todos los usuarios del agua en la cuenca, especialmente para vecino estado de Texas.

Así las cosas, hace un mes y medio, el responsable de la Comisión Internacional de Límites y Aguas de Estados Unidos anunció que su país suspendería el suministro de agua a México en la zona de Tijuana. Se pretendía de esta manera que México tuviera muy claro que la cooperación transfronteriza actual se está agotando debido al retraso en el cumplimiento del envío de los caudales pactados al Río Bravo. 

Pero la ciudad de Tijuana, hoy con 2 millones de habitantes, prevé llegar a los 4 millones en el 2034. Obviamente, la mayoría de sus recursos superficiales y subterráneas salen del del río Colorado. Y por desgracia, están sufriendo un durísimo trienio seco. Nos encontramos aquí también con la combinación de causas menos deseadas para los gestores del abastecimiento. Un área metropolitana de rápido crecimiento, de las mayores de México, lo que exige abordar soluciones de potabilización y reutilización de aguas residuales para satisfacer su creciente demanda. 

Presa y embalse de la Amistad

Mientras se planifica y construye, México respondió a la decisión de EEUU anunciando el 11 de abril procedería a la derivación de 150 hm³ destinados a satisfacer las necesidades de riego y ganadería de los granjeros de Texas para compensar su déficit actual.

La presidente de México se ha apresurado a afirmar que desean cumplir con los términos del tratado de 1944 entre ambos países, compartiendo los caudales estipulados en el mismo. Como ya hemos indicado más arriba, el problema reside en que en el tratado se fijan 2158 hm³ a enviar a los EE.UU. cada cinco años desde los afluentes que alimentan el Río Bravo . Y el presidente Trump se le recordó que México les debía más de 1.600 hm³. Y que este volumen es especialmente necesario para afrontar las pérdidas que les está provocando la terrible situación de sequía que también en Texas padecen.

Sin embargo, este ofrecimiento mexicano, depende de la disponibilidad de agua en el Río Bravo. Porque allí el agua sí que cae del cielo. En cualquier caso, como la presión se ha incrementado desde el lado texano, México está trabajando en otra posible liberación de cerca de 100 hm³. Esto tranquiliza algo al Ministerio de Agricultura yanqui, que prefiere verlo como una muestra de buena voluntad. Y considera que ha obtenido un triunfo diplomático.

Resumiendo. México ha venido utilizando con asiduidad la disposición de 1944 en la que se le permite solicitar el aplazamiento de las entregas de agua al siguiente ciclo quinquenal en períodos de sequía excepcional.. De hecho, se ha amparado en ella en tres ocasiones desde 1994. Por lo tanto, lo lógico sería que el Tratado se revise para adaptarlo a las condiciones climáticas cambiantes y el régimen de caudales del río. 

Por la otra parte, ahora en Texas, conciliar la oferta y la demanda de agua es un desafío que aumenta sin cesar. Los documentos relacionados con el Plan Estatal de Agua de 2022 muestran que la mayoría de los municipios tienen cubiertas sus necesidades actualmente. Sin embargo, se prevé una creciente escasez en las próximas décadas hasta 2050.

 La situación es diferente en el caso del riego, donde muchos usuarios de agua ya enfrentan desafíos significativos. Tanto, que algunos se encuentran actualmente al límite de su suministro. Un mapa compartido por la Comisión de Calidad Ambiental de Texas muestra que la sequía actual está afectando negativamente la disponibilidad de agua superficial. La mayor parte del estado experimenta sequía,. Y en el suroeste, a lo largo de la frontera con el Río Bravo, es de severa a extrema.

Pero allí también se prevé que la población aumente de los 30 millones actuales a 52 millones en 2070. En caso de otra sequía récord, el estado tendrá que hacer frente a  restricciones si no se implementan nuevas estrategias hídricas.

 Además, a largo plazo, se prevé que la disponibilidad total de agua disminuya debido al agotamiento de los acuíferos y la sedimentación de los embalses. Mientras que la demanda de agua aumentará. Gran parte de la infraestructura hídrica del estado se construyó en las décadas de 1970 y 1980. Y actualmente necesita mejoras para reducir las pérdidas de agua en la red.

Por fortuna esta vez la diplomacia ha triunfado sobre las secuelas de la sequía. Y México va a derivar desde sus embalses internacionales caudales del río Bravo. Y desde seis de sus afluentes hasta el final del ciclo quinquenal. Cumpliendo un acuerdo no satisfecho desde hace décadas por culpa de la sequía y de un aumento imparable de la población en Tijuana. Los agricultores texanos también podrán regar sus campos y dar de beber a sus reses. La diplomacia (gracias al agua que sí cae del cielo), ha conseguido distender la tensión en un momento en que las amenazas arancelarias preocupan cada vez más.

El ciclo quinquenal acaba el 24 de octubre. A partir de ahí, habrá que trabajar mucho en la modificación de los acuerdos. Y ahí la planificación tiene todo el protagonismo. Esperemos que el futuro del agua en la zona sea más halagüeño. De los planificadoes, los políticos y el cielo depende

Lorenzo Correa

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