Praderas, herbazales, pastizales, sinónimos son de las extensiones cubiertas de hierba que tapizan los valles de nuestro planeta. En ellas se alimenta y pace el ganado Para nosotros, no hay mejor pradera que la incomparable dehesa de vacas bravas que tanto amamos en las estribaciones de la andaluza sierra Morena.
Recordamos con nostalgia cinematográfica “Las verdes praderas” que en 1979 rodó José Luis Garci. En la película, su protagonista evoca los felices años de la niñez. Y cómo soñaba con poder vivir de mayor en un chalé en plena naturaleza. Pero cuando lo tiene, no le satisface. Porque el drama de cumplir un reto es que, al hacerlo, nos quedamos sin objetivo. Veamos hoy por qué es mejor que las verdes praderas sean todavía nuestro objetivo
Ecosistemas son en los que crecen y habitan plantas y ganado. Gracias a ellas se conserva el paisaje, la vegetación autóctona y, entre muchas otras, una raza brava y única. La de la vaca madre del toro de lidia.
En las praderas se da el milagro perenne de la polinización. Y ella regula el recurso hídrico del que beben y viven personas y animales. De hecho, superan los mil millones las personas que de ellas dependen para su alimentación y sustento.
Sin embargo, ¿ quién los protege? Porque son las grandes olvidadas de las políticas proteccionistas y menos de un 55% de ellas tienen quien se ocupe de cuidarlas y mimarlas cuando no tiene un propietario que las explota comercialmente.
Por eso son los parientes pobres respecto a los bosques y humedales que ya están protegidos en un 18 % y 16 % respectivamente. Y ya, casi la mitad de ellas han dejado de serlo para convertirse en terrenos agrícolas o impermeabilizarse para el urbanismo o la industria. Razón de más para que nos preocupemos de divulgar y programar todo lo bueno que llevan en su seno.
Ante todo, desempeñan un papel protagonista en la mitigación del calentamiento global. Las praderas siguen a los bosques en cuanto a capacidad de almacenamiento de carbono por unidad de superficie, ya que aportan 34% de capacidad para albergarlo mientras que los bosques representan alrededor del 39%.
La mayor parte, se almacena bajo tierra, donde la diversidad de plantas de las praderas contribuye a aumentar la cantidad de carbono orgánico almacenado en raíces y suelos. Y como la mayoría disponen de sistemas radiculares profundos y resilientes, sus reservas de carbono pueden ser más estables que las de los bosques, lo que les permite resistir mejor a factores de estrés ambiental como la sequía y los incendios.
Así en ellas, cuando el incendio acontece, el carbono subterráneo permanece prácticamente intacto. Mientras que el almacenado sobre la superficie se pierde cuando la vegetación se quema. Lo más importante en este sentido es que una parte significativa del carbono del suelo de las praderas se aloja en capas subterráneas más profundas que las que hasta hoy se están midiendo. Es decir que el volumen almacenado podría ser mayor de lo que se estima actualmente.
Y ya hay técnicas que las ayudan a incrementar su capacidad de almacenamiento. Por ejemplo. Diversas estrategias podrían ayudarlos a almacenar aún más carbono. Por ejemplo, el silvopastoreo. Esta práctica agroforestal integra árboles, praderas y ganado en un mismo espacio para obtener beneficios ambientales, sociales y económicos. Persigue su gestión deliberada para maximizar la eficiencia del uso del suelo y la producción.
Así, ayuda a mantener el sotobosque con poco volumen de biomasa y, por tanto, reduce el riesgo de incendios, a la vez que colabora a mantener la biodiversidad de los ecosistemas forestales
De esta manera, la integración deliberada de árboles en las praderas en regiones tropicales, mejora sistemáticamente la captura de carbono, aunque dispongan de suelos degradados o muy poco productivos.
Además, las praderas regulan las temperaturas gracias a su alto albedo pueden reflejar la radiación solar, contribuyendo al enfriamiento local. Por eso preservar praderas es una más de entre las soluciones basadas en la naturaleza.
Por otra parte, las praderas acogen en su seno una extraordinaria variedad de vida. De hecho, son puntos calientes de biodiversidad que suponen un tercio de la superficie ocupada por las Áreas Clave para la Biodiversidad en nuestro planeta. De hecho, algunas albergan casi 90 especies por metro cuadrado, lo que los convierte en uno de los ecosistemas con mayor riqueza de especies.
También son albergue de los grandes mamíferos más emblemáticos del mundo. Ahí viven bisontes norteamericanos, elefantes, jirafas, hipopótamos y leones africanos, caballos salvajes euroasiáticos y toda la ganadería brava ibérica y sudamericana.
Aves, como el urogallo de las artemisas y la alondra oriental se reproducen y anidan en ellas. Acompañadas de reptiles, anfibios y pequeños mamíferos como los topillos de pradera.
Pero no solo aves y mamíferos viven en las praderas. También acogen a polinizadores como abejas y mariposas nativas, que mejoran el rendimiento de los cultivos en las tierras agrícolas cercanas. Son muy importantes porque hasta el 35 % de los cultivos alimentarios del mundo dependen de polinizadores animales. Por eso, las praderas son esenciales para mantener la productividad agrícola.
¿Y si descendemos al subsuelo? Encontraremos raíces, microbios y hongos que ayudan a descomponer y liberar nutrientes. Por su parte, las hierbas nativas de raíces profundas también anclan y fortalecen el suelo, ayudando a reducir la erosión. Y así, en los últimos 150 años, se ha perdido casi la mitad de la capa superficial del suelo del mundo debido, entre otras razones, a la reconversión y la mala gestión de las praderas.

Hablemos del agua y su futuro. El subsuelo de las praderas es un gran regulador porque permiten que la lluvia penetre en el suelo y recargue los acuíferos. Gracias a ello, se desarrollan las plantas y tanto animales como personas disponen de una reserva ante la sequía.
También los pastizales absorben el excedente de lluvias intensas laminando el caudal vertido a manantiales y ríos, ayudando a amortiguar las inundaciones. Además, sus ecosistemas subterráneos descontaminan el agua de forma natural al filtrar los contaminantes y el exceso de nutrientes.
Afortunadamente, más de mil millones de personas, la mayoría viviendo por debajo del umbral de la pobreza, dependen del pastoreo de ganado para su subsistencia e ingresos. Pastores, pequeños agricultores y comunidades indígenas. Porque ellos aportan aproximadamente a través de la ganadería y otros servicios económicos, cantidades superiores al PIB de todos los países, excepto Estados Unidos y China. El ganado que pace en ellas es también una importante fuente de proteína animal en muchos países en desarrollo, especialmente en regiones donde otras opciones, como la pesca, son limitadas. Es el caso África subsahariana, donde el pastoreo la producción ganadera extensiva contribuyen entre el 5 % y el 25 % del PIB de algunos países.
Para finalizar, las praderas tienen una gran importancia cultural, histórica y espiritual enorme para los pueblos indígenas y las comunidades locales cuyas identidades culturales están entrelazadas con la tierra.
Muchas tradiciones y prácticas indígenas de gestión de tierras se desarrollaron en torno a los ciclos ecológicos asociados con las tierras de pastoreo. Por ejemplo, los aborígenes australianos han practicado la agricultura con palos de fuego durante miles de años. Este método utiliza fuegos controlados para reducir la carga de combustible y prevenir incendios más grandes, a la vez que crea mosaicos de vegetación que promueven la biodiversidad y mejoran la productividad de la tierra.
Pero estas culturas, además de depender de los ecosistemas de pradera, desempeñan un papel crucial en su protección. Las naciones indígenas americanas, junto con familias ganaderas y agrícolas, poseen y supervisan el 85 % de las praderas intactas que quedan en las Grandes Llanuras del Norte. Son guardianas de sus tierras ancestrales, con conocimientos cruciales sobre el uso sostenible de la tierra y la gestión de los ecosistemas.
Por su parte, la dehesa es el paisaje más extendido en España, ocupando unos 3 millones de ha. En Portugal, también se extiende considerablemente, con alrededor de 1,3 millones de ha. Estos bosques claros de encinas o alcornoques, donde convive ganado (principalmente bravo y cerdo ibérico) con fauna silvestre, forman un ecosistema único
A pesar de sus increíbles beneficios, los pastizales están infravalorados y amenazados. Son uno de los biomas más vulnerables debido a pérdidas significativas, protección insuficiente y una gestión inadecuada o nula.
De hecho, la mitad de las praderas del planeta ya han sufrido algún grado de degradación, ya sea por la expansión agrícola, el desarrollo y la urbanización, las especies invasoras, el sobrepastoreo o la sustitución de especies. Estas prácticas podría causar hasta 4,25 gigatoneladas de emisiones a nivel mundial para 2050, el equivalente a las emisiones anuales de gases de efecto invernadero de la India.
Hasta ahora, las praderas han sido ampliamente ignoradas en los compromisos globales de conservación. Para revertir esta tendencia, 2026 será el Año Internacional de Praderas y Pastores (IYRP) de las Naciones Unidas. Ojalá esta efeméride consiga aunar esfuerzos para maximizar su potencial para salvaguardar la biodiversidad y contribuir al desarrollo sostenible. Como todo en nuestra vida, agua son y agua generan
.Lorenzo Correa
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