Agua y desequilibrio: ¿es el Niño un sistema cruel?


La naturaleza caprichosa del clima se muestra de nuevo en la azotada California. En el norte del estado, a mediados de septiembre, un pavoroso incendio forestal avivado por vientos huracanados, devastó en poquísimo tiempo decenas de miles de hectáreas de bosques muy secos, afectando también a centenares de viviendas y a sus propietarios, que creían vivir seguros en el Estado ideal del país de las maravillas, en la tierra prometida.

Falta de agua, equivale a destrucción de bienes naturales y económicos. El agua para dar vida exige equilibrio, ni mucha ni poca.

Por eso,  el mismo día, viajando unos centenares de kilómetros hacia el sur, una gran tormenta dejaba sobre la ciudad de Los Ángeles una precipitación de 64 mm que desencadenó el caos urbano.

Paradojas del agua: cuando todos miraban el cielo pidiendo lluvia y el cielo les hizo caso, llovió con intensidad y en poco tiempo las redes de drenaje urbano, tan famosas en las películas de Hollywood, no pudieron absorber los caudales aportados por la lluvia y escupidos y dirigidos a gran velocidad hacia ellos desde una enorme superficie impermeabilizada por el urbanismo “salvaje” a que nos tiene acostumbrados cualquier ciudad moderna y populosa.

Cuando el agua sobra, también produce destrucción de los bienes naturales y económicos: inundación de viviendas e industrias, deslizamiento de laderas y contaminación de ríos y playas.

Los bosques no resisten la sequía y fenecen bajo el fuego. Las ciudades no resisten la lluvia intensa, pues su suelo no está diseñado para absorber, filtrar y drenar lo que cae del cielo. La cara oculta del agua, que siempre sale a la luz cuando no hay equilibrio y siempre nos sorprende, aunque a algunos nos sorprenda que aún sorprenda.

«El Niño es un sistema cruel», sentencia el climatólogo australiano Roger Stone. ¿Puede la Naturaleza (de la que El Niño es solo un síntoma que nos avisa de su conducta), ser cruel?

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Respondamos a esta crucial pregunta realizada desde la Modernidad de una brillante mente científica: precisamente, el carácter secular de la Modernidad conduce a privilegiar la relación de los hombres con la naturaleza, la capacidad de control que sobre ésta se alcance y las transformaciones que sobre ella puedan realizarse. Cuando ella no se comporta como nuestro supuesto control determina, la denominamos “cruel”. La Modernidad, seculariza el ideal transcendente medieval al sustituirse la fe en Dios por la fe en el progreso de la Humanidad. Y se consolida la creencia, tan inverificable como la creencia de la existencia de Dios, de que
«la civilización se ha movido, se mueve y se seguirá moviendo en la dirección deseable» incrementando el bienestar de los hombres.

Porque, como Feuerbach escribió, hay en el ser humano una distinción entre ser y existencia: «La naturaleza, es el Ser que no se distingue de la existencia; el hombre es el ser que se distingue de la existencia. Pero el primero es el fundamento del segundo; la naturaleza es el fundamento del hombre». Por eso, hablar de fundamentos crueles o amables, parece ocioso.

Volvamos a California, porque es hoy el paradigma, el espejo en que nos miramos debido a la enorme repercusión mediática que obtiene todo lo que pasa en el país más avanzado del mundo. Pero casos similares al californiano se extienden “urbi et orbe”.

El cambio climático no es la causa necesariamente de estos fenómenos, pero los agrava. Los períodos de calor abrasador y la sequía son naturales en California, pero el calentamiento global los ha exacerbado, dicen los científicos. Nos cuentan también que fortalece los huracanes en el Pacífico oriental (caso del Linda, causante de la tormenta de Los Ángeles). Por ello, hay alarma de que las tormentas que se esperan para este invierno sean similares a ella.

En el último invierno influenciado por “El Niño” (1997 -1998), se registraron olas de 6 metros y vientos de 130 km/h. Las inundaciones y deslizamientos acabaron con la vida de 17 personas y generaron pérdidas superiores a los 500 millones de dólares. Ahora toca lluvia en California, como en cada otoño-invierno. ¿Será un benéfico riego para un Estado sediento, tras 4 años muy secos o una oleada de contaminación, inundaciones y deslizamientos de tierras?

La sequía prolongada tiene otra consecuencia nefasta cuando llega la lluvia: la vegetación y los sedimentos arrastrados obstruyen cauces, colmatan embalses y afectan a los órganos de desagües de las presas. Además, cuando “El Niño” actúa, llueve sobre el sur y centro de California, donde esa esperada agua no puede quedarse en el subsuelo o en grandes embalses, sino que llega rápido al océano, donde también hace una labor benéfica, pero no se queda almacenada en sus cuencas, para poder aprovecharla cuando falta. En las cuencas medias y bajas de los ríos no puede haber embalses y por ello no hay elementos de laminación y retención de las grandes avenidas. No es que el agua se “pierda” en el mar, porque el agua jamás se pierde, sino que no se puede aprovechar en la cuenca.

La buena noticia sería que se produjeran grandes nevadas en las montañas situadas en las cabeceras de las cuencas. Esa es la “fábrica” del agua y eso es lo que necesita este invierno el Estado: nieve sobre sus montañas, la fuente de la mayor parte de su agua, para que en primavera al derretirse se realizara esa laminación natural que permite que los ríos lleven un caudal suficiente para generar vida, totalmente conducido dentro de sus cauces ya una velocidad que no provoque deslizamientos de laderas. De nuevo el equilibrio.

Pero los climatólogos advierten, que ni con esta situación ideal se resolverían los problemas de agua de California. Se necesitan varios años de equilibrio climático para llegar a una situación equilibrada de recursos y demandas. Solo el sur de California requeriría un volumen de precipitación que triplicara las cantidades de lluvia recogidas en años normales.

Se presenta un invierno interesante para los climatólogos. Y la resolución de la incertidumbre sobre el futuro del balance de recursos hídricos de California pasa por desvelar esta incógnita.

En un año lo sabremos. El clima va a decidir si California gana o pierde en esta crisis del agua. Esperemos que quien tiene competencias al respecto, lo tenga en cuenta para el futuro, para el mejor futuro del agua posible. En California y en cualquier lugar del mundo, porque también en la gestión del agua ha llegado el momento de preparar y aplicar “ya” una estrategia de gestión del cambio, que permita cambiar antes del cambio, definiendo cada movimiento a realizar, los recursos necesarios, el talento y la inversión necesaria. Con la flexibilidad suficiente para convertir habilidades en hábitos y que también sea un hábito el de cambiar antes del cambio.

Lorenzo Correa 

Este blog pretende deconstruir el discurso dominante de la gestión del  agua desde la ontología del lenguaje, disciplina base del coaching ontológico, especialización del autor.

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