El Coaching y la gestión del agua


 

Pasado ya un año desde que empezamos a escribir en este blog, creemos que ha llegado el momento de argumentar la necesidad de aplicar la herramienta del coaching a la gestión del agua, ya que este es el objetivo del blog y lo que le diferencia del resto de los dedicados al agua, que son muchos y tan interesantes como necesarios.

Para cada persona, el mundo es como ella lo observa, por eso nuestra forma de observar, define nuestra forma de estar en el mundo. Y cuando por alguna circunstancia accidental, imprevisible o premeditada, cambiamos esa forma de observar, se produce el milagro: cambia nuestra forma de estar en el mundo, porque el mundo cambia. Y es que nada ocurre sin una transformación personal previa, en la que el ser humano observa, se auto observa y decide cambiar, transformándose mediante el aprendizaje. Y ahí actúa el “Coaching”, que no es más que la suma del aprendizaje de nuestros errores y la transformación. Porque nadie se resiste al cambio, solo nos resistimos a ser cambiados. La gestión tradicional del agua (la nueva no deja de ser una variante aparentemente distinta, pero con el mismo paradigma de base que  la tradicional), ha de cambiar. ¿Por qué no así?

COACHING
El término “coaching” tiene sus raíces en el Imperio Austro Húngaro (momento Berlanga). En el siglo XV, en la actual ciudad húngara de Kocs (pronúnciese coch), se detenía la diligencia que recorría el itinerario Viena- Budapest. La compañía que gestionaba este servicio comenzó a utilizar ballestas en los carruajes para mejorar la comodidad de los viajeros. El éxito de esta innovación, hizo que a estos carruajes se les conocieras como “kocsi” (pronúnciese cochi), traducido al alemán como “kutsche”, al italiano como “coccio” y al español como “coche”. Por lo tanto, etimológicamente, el término “coach” deriva de un medio de transporte y es una metáfora perfecta ya que el coaching sirve para transportar a las personas y a las organizaciones del lugar donde están hasta el lugar donde desean estar, de la manera más cómoda posible. El conductor del carruaje, el “coach”, sirve de guía para el coaching, facilita el proceso de desplazamiento del cliente o “coachee” pero no decide el rumbo a seguir. Por lo tanto, su función es análoga hoy en día a la de un taxista que nos lleva donde queremos ir, por el camino más cómodo, pero que no decide dónde va.

DEFINICIONES Y OBJETIVOS

El Coaching no es una terapia, es una disciplina catalizadora del potencial de los seres humanos, el resultado de interrelaciones espontáneas y evolutivas que, a lo largo del pensamiento humano, se han ido desarrollando. Nuestro potencial como seres humanos es común a toda la especie y su desarrollo a veces está atrofiado, nunca perdido. Al nacer, todos traemos un “pan” debajo del brazo, cuyos ingredientes son la creatividad y la espontaneidad. A veces, algunos dejan que su entorno, representado por la cultura y enmarcado en la sociedad, limite su desarrollo. ¿Para qué queremos espontaneidad y creatividad?

La espontaneidad es la respuesta adecuada a una situación nueva, pero también es dar una nueva respuesta a una situación antigua. Y sin espontaneidad, no hay creatividad.

Todos aspiramos a liberar esa espontaneidad, aunque somos conscientes del hándicap que supone nuestra incapacidad para estar completos, nuestra vulnerabilidad y nuestra incertidumbre, que nos impelen en sentido inverso a resguardarnos en la aparente seguridad de la inmovilidad, del confort de la rutina, del NO cambio.

CURIOSIDAD
Si nos aferramos al confort rutinario, obstaculizamos nuestro desarrollo personal, porque estamos gastando todas nuestras energías en defendernos del mundo, en lugar de emplearlas en avanzar. Mientras tanto, creemos que así nos evitamos el sufrimiento del aprender. Y es que para aprender debemos realizar el esfuerzo de expandir nuestra capacidad de acción efectiva. Al no asumir el riesgo, confundimos un sueño (que nos toque la lotería sin jugar), con una visión (invertir un dinero en billetes del próximo sorteo).

El objetivo es volver a iluminar nuestra mirada con nuevas ilusiones, sin importarnos correr un cierto riesgo para llegar a la meta, con el combustible del conocimiento y la pasión Y el coach, nos acompaña.

¿QUÉ HAY DETRÁS DE ESTO?

Los seres humanos somos seres lingüísticos, emocionales, corporales y de acción. El Coaching articula cuatro disciplinas: lingüística, biología, filosofía y psicología y utiliza cuatro herramientas: el pensamiento sistémico (todo está relacionado), la inteligencia emocional (las emociones generan estados de ánimo y éstos conductas), corporalidad (el cuerpo no puede mentir, expresa lo que pasa en la mente) y los juegos de rol (en lugar de evocar una experiencia mentalmente, se actúa, se escenifica ante el público). Así se puede operar en tres dominios: el del lenguaje (que es quien genera la realidad), el corporal (que es quien la manifiesta) y el emocional (que es quien la transforma). Así si consigue el objetivo buscado en el proceso. Asumir responsabilidades, dejando de ser víctimas, modificar el punto de observación, transformando al observador y diseñar e implementar las nuevas acciones a llevar a cabo para llegar a la meta fijada.

Así pues el proceso cubre la grieta abierta entre las intenciones y los resultados, iluminando sus oscuras profundidades indagando en la raíz de todos los miedos que impiden atravesarla o cerrarla, buscando cómo asumir responsabilidades ante las circunstancias existentes y explorando alternativas. Al generarse nuevas respuestas, se modifica el punto de observación del problema, que se convierte en un reto asumible si se corre un riesgo asumido responsablemente y el observador se transforma.

Para los interesados en las habilidades básicas del Coach, que son preguntar lo justo escuchar lo máximo posible y por ello, callar casi siempre, conviene citar que todo surge de la filosofía. Quizás comenzara con la mayéutica socrática, que a través de preguntas reveladoras, orientaba a sus interlocutores en la búsqueda de la “verdad”, exponiendo las bases de sus falsas creencias. Así, los diálogos platónicos basados en una secuencia de preguntas y respuestas constituyen un antecedente del método aplicado en la relación entre el “coach” y el “coachee”. La secuencia cronológica continúa con la formulación de la ética aristotélica, basada en la búsqueda de la felicidad y ya en la época moderna, con el fenomenologismo de Husserl, el existencialismo de Sartre y la psicología humanista, que terminan de moldear las bases filosóficas.

En los últimos años el aporte de nuevos enfoques científicos como la física cuántica (David Bohm y Fritjof Capra), la biología del conocimiento (Humberto Maturana y Francisco Varela), el pensamiento sistémico (Heinz von Foerster), ciertas corrientes filosóficas (a partir de Nietzsche, Heidegger y Wittgenstein), la lingüística (a partir de Austin), ciertas corrientes psicológicas (constructivismo, logoterapia, gestalt), el management moderno (Peter Senge, Stephen Covey) han contribuido al surgimiento de esta nueva interpretación del ser humano, cuya biblia es el libro de Rafael Echevarría titulado “Ontología del lenguaje”. Si la Ontología es una parte de la filosofía que se define como la disciplina filosófica del ser, el coaching ontológico se dirige al entrenamiento en el ser.

¿PARA QUÉ SIRVE?

1. En el trabajo
La impresionante expansión mundial de la empresa desde el fin de la II Guerra Mundial, generada por el auge de la economía global, ha generado también la necesidad urgente de contar con equipos humanos capaces de hacerla funcionar. Si el coaching se mueve por objetivos, en este caso, cualquier empresa pretende producir más y mejores bienes o productos con la mayor eficiencia en tiempo y rentabilidad para los propietarios. Y ahí es donde el factor humano, el binomio líder- equipo, es clave. ¿Cómo saber si las personas son las adecuadas para esos menesteres? ¿Cómo “transformarlas” para que lo sean?
En otros tiempos, esta idoneidad estaba asegurada, pues el mercado laboral obligaba al trabajador a aumentar su productividad si quería conservar su lugar de trabajo. Hasta ahora, la idoneidad citada se conseguía también con el astuto manejo de variables como el sueldo y/u otros incentivos materiales.

Hoy en día, el acelerado proceso de globalización, con la cada vez mayor especialización y complejización del proceso productivo, ha hecho entrar en crisis el modelo tradicional, incorporando nuevas variables para la gestión del componente mano de obra, del ejército del trabajo, compuesto de unidades productivas. Entra en escena una nueva manera de observar y de ver al trabajador: se amplía el campo de visión para dar cabida además de a la dimensión económica-productiva, también humana, mucho más rica y compleja y por ello difícil de gestionar, pues exige la satisfacción de un conjunto de necesidades: las espirituales, las relacionadas con el entorno, las de seguridad personal y social, las de participación en las decisiones que afectan a su fuente de trabajo. Y estas exigencias solo se satisfacen cuando se permite la incorporación del trabajador a un escenario de co-responsabilidad en el despliegue de la misión y visión de la organización de la que forma parte.
Esta situación, tan real como novedosa, ha provocado la emergencia de una nueva y más rica visión en relación con las prácticas de gestión del ser humano, la definición de un nuevo paradigma que posibilite la incorporación de otras herramientas y conceptos para alcanzar de manera eficiente y eficaz los objetivos de la empresa. La introducción de conceptos derivados de la interpretación de la filosofía humanista en el dominio de las teorías laborales, ha definido un nuevo marco de desarrollo integral del trabajador dentro de su puesto de trabajo. Desarrollo integral que no solo es debido a la aptitud profesional que da un título académico, sino también a la búsqueda del despliegue de todas las capacidades del ser humano, como tales son la actitud de cambio positivo, el crecimiento espiritual, el sentirse a gusto en el trabajo, la motivación creativa y participativa, etc.

2. En la vida

Cada vez más, necesitamos dominar la habilidad de aprender a aprender; Para ello, hay que saber aprender; conocer cómo aprendemos: los factores que inhiben o facilitan el aprendizaje.

Aprender a aprender implica, la actitud de desaprender, esto es, la habilidad para «soltar» nuestros modelos mentales usados durante toda nuestra vida y que en ocasiones pueden convertirse en formas obsesivas de hacer las cosas: las creencias limitantes.
El Coaching saca a la luz, con respeto, la manera en que percibimos nuestras realidades y situaciones, para que podamos cambiar estrategias estáticas, que aunque en el pasado dieron buen resultado ahora pueden no darlo, por nuevas posibilidades de ser y hacer que sean más efectivas para lograr los resultados deseados.
Para lograr una mayor efectividad y bienestar es preciso cuestionar las antiguas formas de pensamiento, para aprender cómo practicar «un nuevo juego», cómo ampliar la capacidad de «ver» y pensar, cómo generar nuevas posibilidades de acción, y obtener resultados que, previos a la intervención del coaching, podrían haber sido impensables.

Tender un puente al futuro (también al futurodelagua.com), es muy útil a veces, porque estamos acostumbrados a recibir de nuestras acciones presentes un beneficio inmediato. Sin embargo, conviene aprender que algunos resultados llegan años después de haber sembrado. Nuestra confortable vida de sofá y televisión nos colma de pereza mental, porque todo lo que recibimos es información envasada y lista para su consumo con fecha de caducidad. Pocos se cuestionan las cosas, la mayoría las acepta sin masticarlas ni digerirlas, sin reflexionar. Así nos acabamos oxidando, al poner bastones en las ruedas de nuestro desarrollo personal y social.

Por eso el aprendizaje y la creatividad son las herramientas fundamentales del coaching. Aprender para hacer. Ser creativos para poder cumplir con una de las tareas más importantes de todos los seres humanos: diseñar nuestra propia vida. Tenemos la posibilidad de crear nuestro propio destino, para no culpar a otros por lo que dejamos de hacer o por lo que hacemos, porque es posible aprender a crearnos y recrearnos a nosotros mismos en cualquier momento de nuestra vida… nunca es tarde si sabemos como hacerlo y lo queremos hacer.

EFECTOS Y RESULTADOS: EL SER Y EL HACER

El coaching persigue obtener resultados extraordinarios, con efectividad y bienestar. Y se centra en el ser humano, no en el resultado o en el efecto. Lo visible (el efecto) es lo que se percibe y, al mismo tiempo, oculta la importancia de lo invisible (la causa o el contexto). Por ello, desde siempre, las personas, seducidas por el resultado, pierden de vista la infraestructura y el proceso que son la previa condición para obtenerlo.

La paradoja es que para conseguir un resultado, hay que querer que se produzca. Y para quererlo, es necesario primero ser el tipo de persona capaz de comportarse así. No hay, en definitiva, ocupación más práctica y efectiva que prepararse para ser la persona capaz de comportarse de la manera requerida para producir los resultados deseados.

Al concentrarse en el ser, la persona se vuelve mucho más flexible para modificar su hacer (y por ende su conseguir). Esta flexibilidad no es simplemente una buena idea; en un mundo en permanente cambio es un requisito vital para la supervivencia.

Nuestra vida cotidiana se caracteriza por la combinación de una incesante entrada de información y una no menos incesante salida de palabras, conceptos, ideas y juicios, que conforman nuestra realidad. Interiorizamos y exteriorizamos a través del lenguaje hablado y corporal. Si los observamos, descubriremos las deficiencias que sabotean nuestros intentos de tener éxito… por ello, el coaching se basa en lenguaje, expresión corporal y emociones para lograr sus resultados.

Hay dos etapas en el proceso:
• la de interpretación, en la que uno de los objetivos del coach es captar la forma de ser del coachee a través de una indagación sostenida sobre sus experiencias, sus formas de actuar y de reaccionar frente a diversos acontecimientos, con el propósito de articular una progresiva construcción de una interpretación (una narrativa) sobre la forma de ser del coachee.
• Y la de intervención, cuyo objetivo varía. Al contar ya con una interpretación sobre su forma de ser, el coach acompaña al coachee a desplazarse hacia una forma de ser diferente. Para que ello suceda, no basta con que el coachee se limite a modificar sus interpretaciones. Modificándolas, se verá inducido a modificar también su comportamiento, su manera de actuar. Al actuar de manera diferente, tanto él como los demás, cambiarán las interpretaciones sobre su ser. Habrá devenido en una persona distinta
APLICACIÓN A LA GESTIÓN DEL FUTURODELAGUA.COM

El debate hídrico del presente pretende definir un objetivo, unas herramientas para el viaje y un camino para llegar a él. Y está protagonizado por multitud de “expertos” que diseñan objetivos, herramientas y caminos según su experiencia, sus valores y su especialidad . El interés que el experto establece con su disciplina como dominio de trabajo, provoca que la relación esencial entre la reflexión científica o la decisión administrativa y las condiciones generales de la gestión del agua no siempre esté asegurada. Ahora toca atreverse a quitarle el velo poniendo en tela de juicio continuamente lo que podríamos llamar la administración de la “hidrocultura” por los expertos. Meterle coaching, seduciendo y sorprendiendo para generar confianza.

Porque esa arcaica manera de concebir la hidrocultura nos induce a creer que ella no nos incumbe, que representa el terreno de competencia casi exclusiva de especialistas (que aplican el poder político o el poder científico: su potencia legal o su potencia técnica) y sobre el cual poco o nada podríamos realmente aprender o comprender.

Pero la discusión nos incumbe y compromete a todos, al ser algo que forma parte de todos nosotros y no sólo estamos capacitados para entenderla sino también para participar e incidir en ella. Ello implica un esfuerzo por recuperar nuestra capacidad de control sobre el debate del agua. Porque nos pertenece y atañe de la misma forma que, en su dominio específico, nos concierne la salud, la educación, el deporte, el arte o la política. Ello no implica negar la existencia de especialistas o profesionales en estas áreas, pero su real existencia no nos impide sentir que tales áreas nos pertenecen y forman parte de nuestra propia existencia.

El desarrollo histórico de la hidrocultura imperante abarca los últimos cien años. En él podemos reconocer períodos diferenciados que, más allá de las importantes transformaciones registradas en ellos, se realizan sobre la base de una misma y fundamental matriz de sentido.

A esta matriz fundamental de sentido, Rafael Echevarría la denomina «paradigma de base», apoyándose en el término propuesto por Thomas S. Kuhn en su obra “La estructura de las revoluciones científicas”.

Kuhn sostenía que las ciencias no progresan siguiendo un proceso uniforme por la aplicación de un hipotético método científico. Se verifican, en cambio, dos fases diferentes de desarrollo científico. En un primer momento, hay un amplio consenso en la comunidad científica sobre cómo explotar los avances conseguidos en el pasado ante los problemas existentes, creándose así soluciones universales que Kuhn llamaba «paradigma», término que designa todos los compromisos compartidos por una comunidad de científicos. Por un lado, los teóricos, ontológicos, y de creencias y, por otro, los que hacen referencia a la aplicación de la teoría y a los modelos de soluciones de problemas. Los paradigmas son, por tanto, algo más que un conjunto de axiomas

Cuando Kuhn habla de paradigma, apunta a un núcleo central de definiciones y reglas al interior de una disciplina, a través del cual se configuran no sólo el objeto de análisis, sino también las preguntas pertinentes y las formas aceptadas de responder a ellas. Lo que es válido al interior de una disciplina, remite, a su vez a un núcleo todavía más fundamental del que la propia disciplina es tributaria. Las soluciones universales que conforman el “paradigma” kuhniano, en el ámbito de la gestión del agua son harto conocidas: esta cultura tiene su matriz de distinciones primarias a través de las cuales se define lo que es real, nuestra capacidad de conocimiento, el sentido de la existencia y las posibilidades de la acción humana, los criterios de validez argumental, la estructura de nuestra sensibilidad.

El paradigma de base de la hidrocultura configura un núcleo (que define la propia posibilidad y carácter del quehacer científico), muy anterior al de los paradigmas disciplinarios de que nos habla Kuhn para las ciencias. Representa el núcleo de nuestra obviedad y la estructura primaria de nuestra mirada o disposición hacia las cosas del agua, define la posibilidad del quehacer científico, compromete y determina el conjunto de la existencia y de la acción humana y representa lo que nos parece incuestionable.

Hace 90 años era de unánime consenso la solución adoptada para remediar los “males de la patria” y sus habitantes y alcanzar en marcha el tren a la modernidad: embalses, canales, riego… cuando el agua llegaba a una zona de secano, el pueblo llano salía a la calle con pancartas cuyo lema era “Vivan los ingenieros”. Y en cambio, al comenzar nuestro siglo, el agua del mar, el ahorro, la reutilización y la eficiencia eran nuestra salvación y la de los seres que viven en el agua.

Íbamos a lograr en pocos años aunar la garantía de recursos y la mejora de la calidad a un precio asequible para los ciudadanos sin destrozar el medio. Los «paradigmas de base», cambiaron: la aportación del conocimiento científico transdisciplinar a los grandes temas del agua, la adopción de tecnología inocuas ambientalmente y eficientes económicamente y la “participación ciudadana” (el entrecomillado es nuestro), suplieron a los paradigmas del siglo XX. Vemos como los paradigmas han sido distintos en un mismo momento para sociedades diversas, según sea la radicalidad de sus diferencias culturales.

Ahora se ha alcanzado un importante punto de quiebre en los presupuestos primarios, en los «paradigma de base» de la gestión del agua, a causa de la desconfianza generalizada en los sumos sacerdotes de cualquier creencia. Por ello nos encontramos ante signos inequívocos que apuntan hacia la emergencia de un «paradigma de base» radicalmente diferente, que comprometa a la filosofía (que agrupa los paradigmas kuhnianos con sus distinciones derivativas: metafísica, epistemología, lógica, ética y estética) con el sentido común (que agrupa las distinciones primarias). Las distinciones derivativas emergen del sentido común, mientras que las primarias surgen de la estructura del sentido común, que todos llevamos dentro.

El sentido común no es coherente ni sistemático. La filosofía pretende serlo. Es evidente la dificultad de distinguir con la claridad suficiente los principios constitutivos de una nueva fase histórica en el discurso del agua, conferidos de un carácter marcadamente negativo que pone en evidencia un apego todavía vigente a los principios modernos, ya puestos en tela de juicio. Porque la filosofía se esfuerza en seducir al sentido común para modificarlo.

Se ha quebrado el paradigma de base de la cultura del agua. En China se acaba el agua potable. Comenzamos a sospechar de nuestras certezas. Hay que meterle coaching.

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