Razón y ser de las presas de embalse: recordando a Juan Benet


Son muchas las remembranzas que nos impulsan a releer la obra de Juan Benet, insigne intelectual, escritor e ingeniero hidráulico (pónganlo en el orden que crean más oportuno) español fallecido en 1993.

Y lo hemos releído. Los que tuvimos la oportunidad de conocerle superficialmente  (en nuestro caso acompañado por su segunda esposa, Blanca Andreu), de oírle y de leerle, no le olvidamos. Porque era un placer escucharle, leerle y aprender siempre (también) de su sabiduría hidráulica. Inolvidable para los que hemos trabajado, con modestia y dedicación a lo público, en el río y con el agua desde la perspectiva pública que hoy huele a rancia del reparto solidario de un recurso escaso en un país que estuvo sediento,  haciendo algo desde la administración, en este caso, obras hidráulicas. Y la joya de la corona de estas obras son las tan (todavía) denostadas presas de embalse.

El argumento «presas sí» puede basarse en la lapidaria frase de Joaquín Costa, el precursor en España: «Domestiquemos los ríos con el freno de los diques y la cadena de los canales» que pretendía encontrar remedio a base de voluntad, definiendo la función social de los riegos en la España de finales del siglo XIX y otras secuelas positivas derivadas, como el abastecimiento de poblaciones o la defensa de las inundaciones. Aumento de garantías que la naturaleza no daba, en cualquier caso. El argumento «presas no», es más moderno  y se basa en la adopción de otras soluciones «no convencionales» como el desarrollo de la adecuada gestión de las aguas subterráneas, armonizada con la de las aguas superficiales,   en la reutilización y desalinización  y por supuesto, con el objetivo final de la defensa del patrimonio hídrico (fauna, vegetación de ribera y ecosistemas). Si enfrentamos ambos argumentos, podemos caer en el error de proclamar: o presas o medio. Se cae con frecuencia  y ahí nos atoramos. Mejor sería decir presas y medio  y trabajar para que  ambos sean compatibles.

Partamos de una base argumental muy nuestra: que al no existir la realidad, sino las interpretaciones, cada cual es muy libre de opinar lo que mejor le pluga. A quienes nos gusta escuchar a los demás, cuando intervenimos en un debate en el que alguna exposición nos sorprende o altera por no coincidir con nuestras opiniones, lo hacemos para pedir a quien habla argumentos con los que se cimenten los juicios emitidos y procuramos calibrar su fundamentación y la profundidad del cimiento, que siempre depende del conocimiento de la materia. Preferimos descartar de entrada la inútil polémica de los pros y los antis, pues a ninguna parte lleva y elegimos la vía de sustituir el “esto O aquello” por  “esto Y aquello”. Pero las presas son polémicas y Benet se mojaba también con sus argumentos, o sea, con su interpretación.

Decir Benet es decir literatura y es decir hidráulica (así se llamaba la asignatura que estudiábamos en la escuela). De hidráulica ya han hablado largo y tendido los expertos. Por eso añadimos como complemento ahora un poco de literatura:  leer “Herrumbrosas lanzas” es un placer, que se intensifica para los que han tenido que dibujar alguna vez un plano topográfico con plumillas diversas y tintas de colores, copiando la toponimia y la hidronimia de la zona representada. Aquí Benet también se inventa la toponimia y la hidronimia  y engarza una historia profunda que se adorna ¡y cómo! con el mapa. Aquí sí que se puede decir que el mapa es el territorio, su territorio, nuestro territorio, Región.

Volvamos a la hidráulica: Si alguna obra de este tipo es polémica, si alguna genera defensores acérrimos y enemigos encarnizados, esa es la presa. Desde que Benet falleció poco ha cambiado en la forma de “entender” o de apreciar las presas por defensores y enemigos.  Desde el año 2000 gozamos de directivas acuáticas en la Europa comunitaria, que en el caso que nos ocupa no han servido para amainar la fuerza tempestuosa de los desacuerdos viscerales. Antes de eso, Benet se despachó a gusto manifestando sus opiniones, no tanto de ingeniero (mejor obviar corporativismos tan lejanos a nuestros valores), como de hombre ilustrado con base ingenieril, pero con otras muchas bases. Sus polémicas al respecto están disponibles en la red y para los más veteranos aún resuenan en nuestros oídos. Las defendía intelectualmente con su vehemencia bienintencionada siempre, pero desde el corazón,  mientras que con su razón y sus conocimientos,  ayudaba a su diseño y buena construcción cuando le tocaba.

Por eso queremos resumir (como paradigma de campanillas de la eterna polémica presista), lo que escribió en un artículo publicado en El País en el ya lejano año de 1986 y titulado “Caín en Riaño”, en el que exponía sus argumentos ante la feroz polémica (una más), desatada en España por la construcción de dicha presa situada en la cabecera del río Esla, cuenca del Duero, montañas de León …Región

“La historia de una sociedad se escribe día a día con conflictos de intereses cuya solución nunca puede satisfacer por igual a las partes en pugna…. En fechas recientes, numerosos medios de comunicación han echado a pasear la ominosa y vagabunda sombra de Caín por el beatífico valle de Riaño….Y todo, ¿para qué?, se pregunta alguno. ¿Para tener un embalse (hay todavía quien dice «pantano») más, habiendo tantos como hay? ¿Para poner en regadío 120.000 hectáreas de la Tierra de Campos destinadas al cultivo de la remolacha cuando en Europa sobra el azúcar?”

Aquí reproduce Benet el argumento favorito de los “anti”, que o mucho nos equivocamos o continúa igual de vigente en 2016, reforzado por presuntas demoliciones de presas en países avanzados que en lugar de hacer patente la eliminación de unas obras obsoletas, parce que dan la impresión de que los países avanzados se dedican  a demolerlas como prueba de arrepentimiento por los pecados cometidos por sus antepasados .

“Ignoran esos medios -porque carecen de hombres con una discreta formación técnica- que cualquiera que sea su futuro su presente está aquí, a un paso, tal vez en un papel timbrado sobre una mesa del juzgado de Cistierna. Ignoran lo que es la regulación de cabecera de un río como el Esla, el mayor afluente del Duero, el tercer río de España. No saben que gracias a esa regulación, sólo posible con el embalse de Riaño, y aun cuando sus aguas se utilicen tan sólo en las estructuras existentes aguas abajo de La Remolina -sean turbinas o acequias que se extienden hasta Portugal- sin necesidad de crear otras nuevas, se obtienen unos beneficios que permiten amortizar los gastos de construcción de la presa y expropiación de los terrenos inundados en muy pocos años.  No saben tampoco -o se niegan a saberlo- que para obtener los mismos beneficios por la explotación de los recursos naturales de la vega inundable se necesitaría un período de más de 300 años. Ignoran que gracias a la infraestructura hidráulica existente aguas abajo de La Remolina esos beneficios repercuten en la economía de todo el país, en tanto la vega sigue explotada por menos de 1.000 personas que, por haber en su día aceptado y cobrado la expropiación de sus tierras, carecen de todo derecho de propiedad y usufructo de ellas. Desconocen por último que a esos beneficios -inmediatos, repito- se debe sumar la casi eliminación de los daños catastróficos -estadísticamente ciertos- con que todo río peninsular no regulado amenaza cada año, lo que exige, como norma de obligado cumplimiento para sacar de una vez a este país de la incertidumbre hidrológica, fomentar la laminación de sus caudales en la mayor medida posible.

La Baells 1982Las presas también laminan avenidas

Benet expone, con garbo y emoción de «connaisseur» de Región,  diversos argumentos “pro”, también expuestos hoy en día por los defensores de las presas con poco éxito mediático. Pero hay más argumentación en tan sabroso artículo, lean:

“Por supuesto que se inunda un valle único y se pierde para siempre una vega de singular belleza. Por todo hay que pagar un precio que nadie valora mejor que el autor del proyecto, mejor conocedor de la zona que muchos de sus habitantes y más amante de ella que el periodista encargado de hacer un dramático y llamativo reportaje. Pero ¿qué valle no es único? ¿No lo eran las vegas de Barrios, de Vegamián, de Camporredondo, de Aguilar, todas en la montaña leonesa? ¿Acaso la montaña leonesa ha perdido algo con esos lagos artificiales que de tal manera han incrementado su belleza y su riqueza? En modo alguno. ¿Quién se pronunciaría hoy por la desecación de Barrios, pongo por caso? Y saliendo de esa montaña, ¿acaso no es único todo valle, en cualquier rincón de la geografía peninsular, sacrificado para contribuir al desarrollo del país? Respecto a la destrucción del paisaje y la ruptura de los ecosistemas se habla mucho en esta época, repitiendo hasta la saciedad conceptos e ideas que se hacen extensivos a muchas áreas donde no son de aplicación. No sé de ningún embalse que haya destruido una biota; antes al contrario, no sólo contribuyen al incremento de las especies, sino que mejoran los paisajes, y aquí me permito incluir un dato que sin duda los medios de información ignoran o desestiman: la política de embalses ha creado en el interior de la Península un litoral lacustre más extenso que el marino”

La última parte de este párrafo parece destinada a atizar la polémica de Dª Limnología con Dª Ingeniería; Benet demuestra no tenerle miedo a nada, porque sus argumentos  y su libertad de expresión ahuyentan el miedo.  Y así llegamos al apasionado final del argumentario y del artículo:

“Si hay un caso de imprescindible regulación es el de la cabecera del Esla; yo espero que unos espurios sentimientos de abelita piedad, con un vocabulario de juegos florales, no serán suficientes para perpetrar un crimen de lesa modernidad”

Este es solo un resumen, el artículo es mucho más extenso y en la red puede encontrarlo todo aquel que leerlo quiera. Valga la síntesis para enumerar de la mano de un maestro en ciencia hidráulica y en letras los argumentos de tirios y de troyanos, formulados a menudo con visceral pasión  y sobre todo para hacer notar que…la vida sigue igual, que los tópicos y el miedo también  y que la apelación a la emoción genera creencias difíciles de modificar de buen grado, porque impide la escucha activa. El “O” sigue primando sobre el “Y”

Cabe recordar aquí la respuesta a Benet, en otra polémica suscitada unos años más adelante, en 1992 en el mismo periódico, del profesor Emilio Custodio:

En las aguas superficiales es donde hay mayor incertidumbre y manejo más difícil, aunque se disimule con afectadas seguridades, y por ello cabe que se realicen enormes inversiones en obras que pagamos todos los españoles, con fallos tremendos y con monumentos vacíos o para dar de beber al sol. Son el resultado de estudios inadecuados, postura arrogante y visión parcial de la realidad, pero, eso sí, con grandes beneficios para las empresas constructoras, con satisfacción de la megalomanía de ingenieros pagados de su poder, con atentados graves al medio ambiente y con riesgo de aumentar los desequilibrios interregionales. Este país y otros muchos están llenos de ejemplos, y hay regiones que han pagado -o aún están pagando- cara la alegría, presunción o -irresponsabilidad de algunos de sus dirigentes e ingenieros.

Repetimos lo escrito al principio, que cada uno opine lo que le pluga, pero para avanzar en la deconstrucción del discurso, bien está leer lo escrito hace dos o tres décadas para saber lo que queda por hacer para llegar a la “Y”, es decir al consenso en el debate y a la deconstrucción del discurso y la limpieza de las pinturas de guerra en el rostro de los contendientes. Las presas tienen (como todo en la vida) sus beneficios y sus perjuicios. Mirar solo en un sentido es perder la visión de conjunto. Benet la da con pasión, al menos es su visión con sus argumentos. Ahí queda, porque desgraciadamente ya no puede seguir opinando. Custodio también la da, aunque afortunadamente él puede seguir opinando.

Acabamos citando otro artículo periodístico aún más antiguo, este de una entrevista a Manuel Lorenzo Pardo, ingeniero hidráulico como Benet y sobre todo impulsor y factor confederado de la idea generadora de la administración del agua en España, del abanderado Joaquín Costa, imbuido de regeneracionismo y modernidad a finales del siglo XIX. ¡Qué pronto envejece la modernidad!

El 13 de mayo de 1913, el diario El Cantábrico de Santander, publicó una entrevista con D. Manuel, en la cual éste explicaba “bien” la magna obra entonces solo proyectada del pantano del Ebro. El ingeniero Lorenzo introducía en esta entrevista un argumento curioso y también polémico destinado a ampliar el punto de observación de la función de un embalse.

El proyecto consiste en construir un enorme depósito de agua que ocupará el fondo y parte baja de los indicados valles, mediante el cerramiento del cañón o desfiladero que sigue en la confluencia en Las Rozas, teniendo esto el carácter de una restitución geológica, puesto que según todos los indicios, todas esas enormes extensiones constituían en anteriores edades un espléndido lago natural… dada la enorme capacidad del embalse, pudiera conseguirse un fin más amplio, cual es el de reservar para los años secos las aguas sobrantes de los años en que sean muy abundantes, con notoria ventaja para el efecto perseguido de regulación del caudal del Ebro y, sobre todo para el país donde la obra se halla emplazada, puesto que muy rara vez se vería vacío el embalse, transformándose en lago lo que de otro modo sería un pantano. En tal sentido se habría conseguido realizar de un modo absoluto lo que pudiera llamarse y se ha llamado ya antes, restitución geológica”

Sirvan estos ejemplos para incentivar nuestros esfuerzos tendentes a diseñar un espacio común, ameno y confiable en el que Dª Limnología, Dª Ingeniería y otras doñas y dones, puedan “bailar” y no pelear con plena confianza y espíritu de mutua ayuda, en el marco desconocido para Benet, de la Directiva marco  y sus hijuelas, donde los embalses son masas de agua más o menos modificadas, en los que se pueden practicar deportes acuáticos, pescar, realizar actividades lúdicas, recreativas y turísticas que repercuten sobre la economía local y regional y ayudan a conocer el territorio en el que vivimos y a saber de donde viene el agua que bebemos o que se utiliza al regar para que comamos. No todo es malo, afortunadamente

 

 

Pasemos del «¡Y tú más!» al «Mira quien baila»

 

Lorenzo Correa

 

¡ Síguenos en las redes sociales !

twitterfb

¿Te interesa la gestión del agua desde la perspectiva del coaching?

Ponte en contacto con nosotros para más información sobre la participación de Lorenzo Correa en charlas, conferencias, formaciones o debates a nivel internacional

 

 

Recibe un email semanal con nuestras publicaciones

Te das de baja cuando quieras.


3 Respuestas a “Razón y ser de las presas de embalse: recordando a Juan Benet”

  1. Aquí, en Uruguay, las represas son la principal fuente de energia eléctrica. Los beneficios superan ampliamente las desventajas.
    No sé si el invento se lo debemos a los castores (aquí no hay) pero dicen que ellos fueron los primeros en construirlas.
    Un abrazo.

    1. Eso dicen Luis. Los castores nos enseñaron el camino. Lo importante es para que se construyen y si el beneficio final equilibra las afecciones. Es decir hay que hacerlas bien y con respeto al medio que las soporta. Además de producir energía laminan inundaciones. Reservan agua para cuando el cielo no la envía y la dejan ir cuando se necesita. Tienen detractores como todo en la vida pero yo no creo que sean de las represas sino sólo de las que no cumplen con los objetivos de respetar el medio además de con sus objetivos básicos.

  2. Hola. Me parece muy completo el artículo y en general otras entradas del blog.
    En relación con este, estoy de acuerdo en el planteamiento de que no se debe ser extremista en cuanto a «presas sí» o «presas no».
    Se puede combinar tanto el empleo de presas como la de otras formas de gestión del agua, no destruyendo el medio, sino alterándolo y no necesariamente para mal, ya que la aparición de una masa de agua, por ejemplo en un valle, proporciona otro tipo de paisaje tan válido, por no hablar de que atraen numerosos tipos de fauna.
    Y por supuesto, los beneficios económicos que los embalses aportan a una comarca o región, en forma de reservas para abastecimiento, recursos para riego, aprovechamiento hidroeléctrico o laminación de avenidas.
    Desde http://www.ingcivileng.com os seguiremos con atención.
    Saludos.

Deja un comentario