En nuestro reciente “viaje” narrativo a Cochabamba tuvimos la oportunidad de acceder al conocimiento de la obra de un cochabambino ilustre, el poeta Javier del Granado (1913-1966), que entre su copiosa obra en prosa y verso, nos dejó un soneto acuático digno de figurar en nuestra antología de los miércoles. No es otro que el dedicado al lago, con la pulsión de durabilidad que caracteriza a su obra poética.
Vierte en él su característica sensibilidad refinada, como exquisito urdidor de emociones basadas en lo bucólico, que nos traslada desde su niñez hasta nuestra alma, con esa añoranza que le lleva a enaltecer las munificencias grandiosas de la naturaleza. Canta al arroyo, a los pajarillos, al quehacer campesino, a las cimas inalcanzables de la cordillera, componiendo un entusiasta himno a la vida con palabras henchidas de frescura y con un infinito amor a la tierra eterna y a las melodías arraigadas en sus recuerdos de infancia.
Imposible despedirse de Cochabamba, de esa tierra de mágico encanto, sin deleitarnos con la poesía de su más ilustre poeta, desde el lago de “terso cristal de malaquita”
Lorenzo Correa
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