Hace unos meses el Perú litoral se vio sacudido por las secuelas de intensas y concentradas precipitaciones, derivadas del fenómeno del “Niño costero”, que provocaron los temibles huaicos y con ellos muerte y destrucción en ciudades y pueblos. De ello hablamos en este blog , mencionando explícitamente los daños provocados en Lima por su río, el Rímac desbocado.
Ahora que lo peor ha pasado y ya se está haciendo frente a la reconstrucción de lo dañado en la medida de las posibilidades del gobierno peruano, queremos rendir un homenaje a ese río y a la ciudad capital que baña y abastece, narrando algo de su pasado legendario e histórico con la modesta intención de iluminar tenuemente lo que planifican quienes diseñan su futuro, que es el futuro del agua para una parte importante de los peruanos, ya que el 30% de la población nacional usa sus aguas y vierte en su cuenca sus aguas residuales. Del pasado legendario al presente preocupante y hacia el futuro representado por el Plan Maestro para la Restauración del Río Rímac
Comencemos por la historia: Lima fue fundada por el extremeño Francisco de Pizarro en enero de 1535, eligiendo un paraje natural nunca antes habitado por nadie, bellísimo por la luz que iluminaba su cielo en invierno y por lo fértil de su tierra, un valle feracísimo, labrado hasta el límite de su superficie por los vecinos de un pueblo situado a una legua del actual centro histórico capitalino. El valle fue conquistado por el Inca Topa Inca Yupanqui, abuelo del mítico Atahualpa y pertenecía a la provincia de Pachacamac, que adquirió su nombre del del dios más poderoso del imperio, el que creó el mundo y dio vida al universo, quien en el valle contiguo al de Lima, tenía su Huaca o templo, culto y sacerdotes. Como entonces cada valle tenía su dios, el actual valle de Lima estaba consagrado y llevaba el nombre del dios Rímac, que quiere decir “el que habla”, porque el río que lo surcaba “corría haciendo ruido” ( en realidad, su caudal medio es muy bajo, o sea que como mucho murmura), como si hablara.
Por eso al río Rímac, el río de Lima, nuestro protagonista de hoy, se le conoce en español como el río Hablador, aunque los puristas de la historia rechazan esta razón y achacan el apelativo a que allí había un ídolo que hablaba mucho y continuamente, a diferencia del dios de dioses Pachacamac, que nunca respondió ni habló cuando le preguntaron. Y el ídolo era Rímac, el Hablador. Sea por la razón que sea, acordemos que cuando el río habla, es que llegó el huaico. Hablador para predicar la inundación y los pocos días que sopla viento del norte; y silencioso en épocas secas, casi siempre. Así de silencioso le podemos contemplar en las fotos de esta misma semana que ilustran este artículo. En cualquier caso, Lima viene de Rímac, es como suena Rímac en quechua, “Límaq”, y es el nombre del río que bautiza al valle sobre el que reinaba el ídolo hablador y sobre el que se asentó la llamada “Ciudad de los Reyes” en homenaje al Rey Carlos I de España y a su madre la Reina Juana de Castilla, que reinaban en el momento de su fundación
Expuesta la historia del nombre de la ciudad que tiene nombre de río, vamos a recordar la leyenda del Rímac Hablador.
El Dios Sol, Inti, gobernaba el Olimpo Inca, al que también pertenecía un dios menor, jovencito, buena gente y muy dicharachero, “Rímac”. Sus fieles, seducidos por su encanto, divulgaban por doquier las innumerables historias que les contaba. Cierto día, mirando los dioses por la ventana del Olimpo incaico, observaron el aspecto amarillento de las otrora feraces tierras de labor, las pantas, los animales y los frutos moribundos, a causa de la terrible sequía que acontecía en el Imperio. Trasladaron a Inti su preocupación y éste les respondió que la solución estaba en el sacrificio de uno de ellos en el altar de fuego. Ante la ausencia de respuesta de los atemorizados diosecillos, la bella diosa Chaclla se ofreció como mártir. Rímac, su hermano, se ofreció inmediatamente, pero Chaclla agradeciendo no aceptó, porque entonces sus fieles se quedarían sin el dios contador de historias. Pero Rímac insistió y los dos hermanos fueron hacia el altar. Nada más acabar el sacrificio, comenzó a llover una lluvia formada por las gotas en las que se habían convertido los dos dioses hermanos, que al caer sobre la cuenca de la actual Lima, formaron un caudaloso río, bello, juguetón y alegre como ellos. Al llegar al mar, volvían a ser nube e iniciaban de nuevo el ciclo durante 40 días. Así Chaclla es la lluvia y Rímac el río más hablador de la costa peruana que está siempre contando a quienes quieren escucharle.
Preciosa leyenda que nos trae reminiscencias del diluvio y de la sequía, de los dos aspectos terribles del agua: su ausencia y su abundancia desmesurada. Si interpretamos la moraleja en su parte más bucólica, la conjunción de la lluvia y el río, hermanados por un buen fin, eliminan el problema de la sequía y nos traen la felicidad. Si no somos tan bucólicos y nos preguntamos por qué le llaman a olvidar al Rímac, comenzaremos a oír que también habla del huaico… hmmm, la realidad no existe ni en las leyendas, solo las interpretaciones.
¿Qué se hizo del Rímac desde que los dioses hermanos acabaron con la sequía?
Para iniciar la domesticación del río, el Virrey Marqués de Montesclaros que llegó a la Ciudad de los reyes huyendo de las inundaciones en México, construyó el Puente de Piedra sobre el Rímac (que amenazaba desde la otra cara de la leyenda a la ciudad con sus periódicos desbordamientos), en 1610 y desde entonces y hasta 1920, el actual distrito de Rímac fue un lugar de esparcimiento para los habitantes de la ciudad amurallada de la margen opuesta, con su Plaza de toros y todo, para pasar a convertirse en un populoso barrio que acogió a los emigrantes que venían a ganar su sustento en la capital y fueron ocupando el terreno hasta llegar a los cerros y las zonas desérticas, provocando en ellos hacinamiento, en edificios de baja calidad arquitectónica, desorden y deterioro urbano. Así hoy el distrito tiene dos caras, la ya citada y la del importante patrimonio histórico monumental (prehispánico, colonial y republicano), de la parte noble poblada por artistas creadores y difusores de cultura, siendo “Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Y además del huaico que la naturaleza aporta cuando le aparece oportuno, llegó la contaminación en este tramo urbano limeño tan poblado, esa contaminación, que no sale en la leyenda, pero que necesita de una inversión superior a los mil millones de dólares y 10 años de trabajo para resolverse, según indica el Plan Maestro para la Restauración del Río Rímac que ha elaborado la Autoridad Nacional del Agua con la cooperación del gobierno de Corea del Sur.
Así está hoy un río de leyenda que habla del pasado, que recuerda su nacimiento en la vertiente occidental de la cordillera andina, en las cimas de 5,508 metros de altura del nevado Paca y su eterno recorrido hasta su desembocadura en el Callao tras unos 150 km de trayecto en el que lame terrenos mineros, agrícolas, pueblos y ciudades que van dejando en sus aguas su marca inocua en el pasado, pero indeleble en el presente.
Para lavar esa marca, el presente del río es el citado Plan maestro, que define los embalses a construir para garantizar el abastecimiento, las depuradoras a inaugurar para limpiar sus aguas cantarinas, los residuos sólidos a eliminar para que se le entienda mejor todo lo que habla y las acciones de restauración del río que iluminen su futuro mediante programas de reforestación y restauración de riberas y la creación de un Sistema Automático de Información Hidrológica, el llamado «Centro de Información de la Cuenca del Río Rímac», que dotará de equipos de última generación para medir en tiempo real la cantidad y calidad del recurso hídrico.
El Plan Maestro para la Restauración del Río Rímac contempla tres etapas de implementación: depuración, garantía de recurso y protección ambiental, zonificando la cuenca en tres zonas de preservación, seis de restauración y dos riberas restauradas, así como la reutilización de las aguas tratadas en la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Taboada, que ahora se vierten al mar.
Un ejemplo más de planificación del recurso con preservación del patrimonio, única garantía de avance hacia un futuro del agua sostenible. Esperemos que el interés y las expectativas existentes por parte de los actores sobre la implementación del Plan consigan la disponibilidad económica de los presupuestos necesarios para llevarlo a cabo y que el trabajo se realice en un marco de integración y colaboración de los diferentes actores a fin de no duplicar esfuerzos, que cuente con el compromiso de los gobiernos locales y regionales, imprescindible para definir las carencias en el saneamiento de cada distrito que involucre sistemas de alcantarillado y tratamiento de aguas residuales.
Solo así los dioses de la leyenda volverán a hablar en paz y armonía con los ribereños del Rímac hablador y con todos los seres humanos.
Lorenzo Correa
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