Pasear por los ríos humanos, es decir, urbanos, es muy edificante. De sus cauces socavados se extraen reflexiones interesantes. Y se aprenden muchas cosas.
Hace poco, leíamos en las redes la queja eterna de los detractores de los cauces socavados. Gritaban al cielo que los ríos están plagados de infraestructuras transversales. Como San Juan Bautista, la voz que clama en el desierto.
Pero la realidad es que los cauces reciben de la sociedad que los “domestica y usa”, el reflejo de su avance. Y uno de esos reflejos, indeseable, pero real como la vida misma, es
el de los cauces socavados. Ya sabemos que, porque no nos guste lo que vemos en el espejo, no va a desaparecer.
Y es que el río asegura agua y comunicaciones. Puentes, conducciones, carreteras, ferrocarriles son las herramientas de la comunicación. Y el ser humano, si no comunica, muere. Pero estas herramientas, crean geometría. Y el río también. De ahí esa retroalimentación entre cauces socavados y ríos domesticados; entre encauzamientos rígidos y estructuras de cruce omnipresentes.
Cuatro siglos antes de Cristo, un socrático famoso, Aristipo, clamaba en la playa de Rodas: “Alegraos compañeros, que veo huellas humanas”. Porque acababa de encontrar formas geométricas en la arena. Y es que la geometría aporta la tranquilidad de no estar solo. Por eso, los cauces socavados no lo están. Hay mucha geometría en ellos.
Y por eso, la historia de las ciudades se ha escrito en los márgenes de los ríos. Y ya sabemos que en la historia, no todo es bonito.
En la de los ríos humanos hay paisaje que une lo natural con lo artificial. Signos que permiten comprender el entorno, saber dónde estamos. Y reflexionar, si no nos gusta, sobre dónde querríamos estar. Para hacer las cosas mejor, si clamamos contra lo que hay. Deconstruyendo, mejor que destruyendo
Aquí les dejamos dos imágenes de cauces socavados. Uno, por un puente urbano que pretendió proteger su estructura hormigonando el lecho que le hace de sustento. El otro, nos ofrece la imagen infinitamente repetida del colector de aguas residuales, cuyo trazado aprovecha la pendiente natural del cauce y la economía de no tener que expropiar porque discurre sobre el dominio público hidráulico. Para evitar que el río que da vida no la quite, actuando como un colector de detritus. Mejor meterlos en un tubo. Aunque socave el margen.
¿Qué hacemos? Reflexionar, deconstruir y preparar la cartera. Porque lo ideal, es costoso. Y resolver la problemática de los cauces socavados, también lo es.
Lorenzo Correa
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