De las leyendas del Rímac, el río de Lima, tan ligadas a la sequía ya hemos hablado aquí bastante. Porque es un río apasionante para el hidrólogo. Pero también para el naturalista, para el antropólogo y para el poeta.

Y el poeta del Rímac, no puede ser otro que Manuel González Prada. Un  limeño de casta, que en el siglo XIX incluyó el poema que hoy nos regala en su libro “Baladas peruanas”.  Su título, “Origen del Rímac”, río padre peruano al que asimila con un rey. Con sus reyes del incaico imperio.

En sus versos de buen moralista indignado, Manuel nos transporta a la morada del dios de la lluvia de los incas. Es el gran Kon. Y nos recuerda cuando llegamos que ese dios quiso cambiar muchas conductas.

La de la lluvia,  la del normal discurrir de los ríos, la de las rocas, la de la arena y la del “tú”. Pero, que nostros sepamos, solo cambió algo la de la lluvia. Porque la leyenda del Rímac, nos habla del fin de la sequía. Menos mal que la lluvia fue dominada por el dios tronante de los Andes. Y el Rímac, habló.

Y ahora sigue hablando. Lo hace cada vez que el huaico se presenta. Y seguro que en su murmullo ensordecedor, recita los versos de Manuel, recordando su origen. Pero también otros poemas suyos, además de sus prosas en las que cimentaba la unión emocional entre el inca y su entorno fluvial andino. Aseguraba que las lágrimas del inca fluían en armonía con las aguas del río. Y así, en su poesía, la naturaleza amable recibía y amortiguaba las quejas del mortal, al convertir las lágrimas en caudales destinados a regar y dar vida a tierras sedientas.

Les dejamos con el poeta y su poema, leyendo la historia del Rímac. Con la poesía del maestro de César Vallejo y de tantos jóvenes de su época a los que lideró con sus ideas de cambio radical de la sociedad.  Porque Manuel González Prada fue el primer gran rebelde de una generación literaria que a su querido Perú dio grandes jornadas de gloria. De ellos también habla el rey Rímac, aunque a veces se despierte “llorando a lágrima viva”

Lorenzo Correa

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