Buesa y el secreto


Por tercera vez nos visita el poeta cubano José Ángel Buesa. Esta vez no nos describe con su romántica poesía el embrujo del agua subterránea que aflora en el fondo del pozo. Tampoco el brumoso mar caribeño de su Cuba querida. En esta ocasión nos desvela lo que sabe el río sobre un secreto.

Porque únicamente el río conoce nuestro secreto. Tanto, que este vate descubridor les dedicó más tarde dos poemas más. Tres poesías sobre el río que realzan la capacidad de comunicación del agua y de todo lo que la sustenta y traslada. Y además de los tres poemas dedicados a los secretos del río, en nuestra biblioteca del agua disponemos de otros dos. Acuáticos, pero dedicados a ese secreto tan reservado que es el pozo seco y a las lágrimas del mar.

Llanto por la abundancia extrema, por la ausencia total y  por el agua justa que se aleja aguas abajo por el cauce del río del secreto.

Secreto de lo profundo en el pozo, el agua que no se ve y yace (suponemos), en el acuífero. Sorpresa cuando nos asomamos al brocal y no hay.

Superficialidad del agua inacabable y salada. En ese mar que contiene tanta, que hasta da para regalar lágrimas. Por eso debe ser que todas las lágrimas son saladas.

Y por último, superficialidad del agua dulce, la que vemos cuando la hay y discurre por el río. Esa que el poeta nos confirma que huye con nuestro secreto. Y que únicamente el río tiene la facultad de desvelar.

La melancolía del amor del “poeta enamorado”. Y el río, como hilo conductor de su secreto. Con agua clara y  pozas profundas, para revelar y esconder lo que lleva dentro.

Poema del río, de José Ángel Buesa, Poesía para declamar, para cantar, para oír. Imprescindible también para trasladar el secreto de la boca del poeta al oído del que escucha

Lorenzo Correa

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