El fantasma de la sequía atrae a devotos y a desastrólogos


El fantasma de la sequía tiene sus acólitos y también sus parapsicólogos. Devotos unos, desastrólogos los otros , que intentan demostrar científicamente que las pesadillas que en muchos provoca sólo son presagios certeros de las evidencias que nos acechan y amenazan con hacerse realidad en el próximo futuro.

Identifiquemos a algunos parapsicólogos insignes, como son los miembros del equipo del profesor de la UCLA, Glen MacDonald, responsables de la realización de un trabajo publicado  tiempo ha en la prestigiosa revista Nature.

MacDonald es presidente de la Cátedra Memorial John Muir de Geografía, director del Centro de Investigación de White Mountain y un distinguido profesor de la UCLA, universidad en la dirigió el Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad. Su investigación se centra en el cambio climático, sus causas y su impacto sobre el medio ambiente y la sociedad. Por ello su equipo trabaja en la variabilidad del clima utilizando los registros de observación existentes en Norteamérica, Eurasia y África. Focaliza su trabajo (por eso le tenemos hoy aquí), en los recursos hídricos y su repercusión social en el este de América del Norte y en las regiones globales semiáridas. Suyo es el concepto de “Perfect Drought”, que copia del conocido como “Perfect Storm”, ampliamente popularizado gracias al libro de Sebastian Junger, luego llevado al cine.

Se trata de una situación en la que la convergencia de eventos concretos que individualmente podrían ser mitigados, conduce a imprevisibles resultados catastróficos. Él lo aplicó a la sequía cuando estudió el comportamiento de un episodio muy prolongado que afectó simultáneamente al norte y al sur de California, al sistema del río Sacramento, y al del Río Colorado: la sequía perfecta. Para serlo, debe manifestarse inasequible al desaliento durante más de 5 años,  período de tiempo que supera con creces la legendaria e inacabable sequía en en California.

Las conclusiones del citado trabajo muestran que una vez estudiados los episodios de escasez severa de precipitaciones desde la prehistoria hasta hoy en las zonas más áridas en California, se observa que el aumento de los niveles de gases de efecto invernadero que padecemos podría provocar que aún se prolongara por más tiempo. Lo que faltaba, un alimentador de sequía más.

Nos informan desde la UCLA que diferentes elementos climáticos naturales han estado contribuyendo en California a la presencia impertérrita de períodos secos durante siglos e incluso milenios , en los últimos 10.000 años. A eso en España se le denomina “la pertinaz sequía”. Estos elementos, manchas solares, pequeñas variaciones del trazado de la órbita terrestre, disminución en la actividad volcánica… provocaron un intermitente calentamiento de la región, mediante un proceso denominado “forzamiento radiativo”, que no es más que una variación en el flujo neto de energía radiativa hacia la superficie de la Tierra medido en el borde superior de la troposfera (a unos 12.000 m sobre el nivel del mar), como resultado de cambios internos en la composición de la atmósfera, o cambios en el aporte externo de energía solar, expresado en W/m².

Si es positivo, como es el caso, contribuye a calentar la superficie de la Tierra, mientras que si es negativo, favorece su enfriamiento. En el informe del IPCC, los cambios en el forzamiento radiativo se comparan con datos existentes desde el año 1750. Pues bien, los muchachos de la UCLA afirman ahora que en este proceso se ha registrado un nuevo inquilino: los gases de efecto invernadero.

Mientras las fuerzas de calentamiento incluyendo los gases de efecto invernadero están presentes, la radiación resultante se puede extender forzando condiciones de sequía más o menos indefinidamente. Pero cuando son episodios muy, muy prolongados, ¿es una sequía o hay que denominarlo de otra forma? Veamos: se ha detectado que el forzamiento radiativo en el pasado tuvo efectos catastróficos en períodos muy extensos de aridez, que llegaron a persistir durante más de 60 años, como ocurrió en el siglo XII, o durante miles de años, como consta que sucedió desde el año 6.000 al 1.000 aC. Pero esto no es una “sequía” (entendida como un período acotado en el tiempo hasta que todo vuelve a la normalidad), sino algo que se convierte en la nueva normalidad climática. Y ya ocurrió.

En esta ocasión, el equipo de la UCLA ha correlacionado sus hallazgos con otros estudios de historia del clima de California, y por primera vez, ha añadido al este cóctel los estudios y las referencias cruzadas con los datos históricos de la temperatura del océano Pacífico tomados en núcleos de sedimentos marinos y en otras fuentes.

Y la sorpresa al analizarlo todo fue que comprobaron que no sólo los períodos de mayor fuerza radiativa pueden producir condiciones de sequía que se extiendan de forma más o menos prolongada, sino que además, estas condiciones están estrechamente ligadas a los cambios prolongados en las temperaturas superficiales del Océano Pacífico.

Todo esto se relaciona con algo ya escrito en este blog en el pasado (¡¡el Niño!!)…porque los cambios en la temperatura del océano están relacionados con las condiciones creadas cuando se producen los fenómenos del Niño y la Niña, que aumentan y disminuyen las precipitaciones en California y en gran parte de Meso, Centro y Sudamérica.

Hasta ahora, nadie había tenido la posibilidad de obtener los datos históricos detallados de los períodos secos de California necesarios para demostrar que la sequía prolongada estaba directamente relacionada con los cambios en los registros climáticos prehistóricos del Océano Pacífico. Pero ahora, gracias a este estudio se podrán mejorar los modelos climáticos actuales, a los que hoy les cuesta mucho relacionar el incremento de temperatura en las aguas del Pacífico con los cambios en el clima.

Las investigaciones se centraron en el lago Kirman, situado en el centro de California, muy sensible a los cambios en el clima, pero con un pasado geológico aparentemente muy estable. Es un pequeño lago de agua dulce con una nutrida población de truchas, con menos de 6 m de profundidad.
Los investigadores descubrieron que su pasado geológico no había sido tan estable, ya que en los últimos milenios su salinidad había oscilado enormemente, se había secado hasta convertirse en una marisma y se había vuelto a llenar, como demuestran los sedimentos acumulados en su lecho en el período citado, que atestiguan los cambios en el clima y en el entorno circundante

El equipo de investigación pasó años analizando las muestras y así fueron descubriendo capa a capa la historia de California:
• En primer lugar, los depósitos de carbón indicaban las épocas de mayores incendios forestales.
• Además, las capas de polen fosilizado muestra épocas de proliferación de pinares y artemisa.
• Por su parte, las conchas de moluscos indican épocas de aguas más profundas.
• Y las algas unicelulares y las moléculas de carbono y nitrógeno nos informan sobre la profundidad y la salinidad del lago, y la abundancia o la disminución de la vida vegetal y animal.

La primera evidencia del estudio del lago es que desde el 6.000 hasta el 1.000 aC, durante el Holoceno medio, se detecta que hubo un período seco de 5.000 años en California, corroborado aunque con menos detalle a través de otros registros paleoambientales. Este período se asocia a una ligera variación en la órbita de la Tierra que provocó el aumento de la cantidad de energía solar recibida por el hemisferio norte en los meses de verano. El clima californiano era cálido y seco, mientras que los registros de sedimentos marinos demuestran que el Pacífico estaba en un estado similar al de La Niña, con probable reducción de las lluvias.

Un período seco similar, la conocida anomalía climática medieval, ocurrió entre el año 950 y el 1250 dC, una vez. El aumento de forzamiento radiativo y el calentamiento consiguiente se relaciona con una disminución de la actividad volcánica y un aumento de las manchas solares. De nuevo la Niña reinaba sobre el Océano Pacífico.

Los investigadores esperaban tener evidencias de estos milenios áridos durante el Holoceno medio en el lago Kirman y sin embargo se vieron sorprendidos por la evidencia dela anomalía climática medieval. Lo bueno fue que el lago demostró ser sensible no solo a escala milenaria, sino también centenaria.

Y no solo eso, hubo otra interesante evidencia, como fue la constatación del ligero cambio en los datos registrados hacia condiciones más húmedas alrededor del año 2.200 aC. Aunque parezca extraño, en el centro de un período seco del Holoceno, el lago Kirman dejó de estar seco, mientras que en el Océano Pacífico se impuso el Niño.

Lo que ocurrió este año con el clima se manifestó a escala global y se asocia al colapso del Imperio Antiguo de Egipto, a la decadencia del Imperio acadio de Mesopotamia y a la agitación social de la Edad del Bronce en India y China.

Es importante hacer notar que este “lunar” en la uniformidad climática demuestra que los patrones climáticos de El Niño y La Niña tienen repercusiones globales, confirma la precisión y la sensibilidad de los datos extraídos del lago Kirman y el fuerte vínculo entre el océano y el clima de California.
Las consecuencias que los chicos de la UCLA extraen para California son claras: las condiciones de sequía pueden durar indefinidamente, siempre y cuando esté presente el aumento del calentamiento o forzamiento radiativo. Y desgraciadamente estarán porque se espera que aumenten los gases de efecto invernadero.

Por eso predicen un terrible escenario de futuro: en un siglo más o menos, retrocederán los bosques y dejarán el terreno perdido a la expansión de la artemisa, las praderas y los desiertos. Habrá un aumento de temperaturas, combinado con disminución de las precipitaciones y las nevadas. Continuará el crecimiento imparable de los incendios forestales y disminuirá el fondo de los lagos que tenderían a convertirse en pantanos o a secarse

Si este escenario se convierte en real, California se enfrentará a tres retos en el ámbito rural, urbano y paisajístico.

En el rural, podría seguir siendo un estado agrícola, gracias a sus redes de riego y a la enorme influencia que ha tenido la ingeniería en la distribución territorial del agua desde los grandes embalses a través de una red tupida y bien planificada, aunque la productividad de los cultivos actuales podría disminuir y por lo tanto, también podría cambiar el tipo de cultivo. Como dice McDonald, si bien el pasado no es garantía de futuro, en este caso sí proporciona motivo de preocupación.

En el urbano, habría que buscar la forma de mantener operativas las ciudades para resistir prolongados episodios de sequía. Recientemente, como necesidad imperiosa a causa de la prolongada sequía de 5 años que sufren (¿premonición de la sequía perfecta?), la Comisión para el Control de los Recursos Estatales del Agua de California dio a conocer un documento crucial y esperamos que definitivo para la consolidación de reutilización en el estado y en todo el mundo, pues son el espejo en que todos se miran en estos aspectos: se trata del informe preliminar dirigido a la administración del Estado en el cual se demuestra la factibilidad de desarrollar una normativa para la reutilización directa aplicada al agua potable

Si bien con investigación, técnica y dinero, se pueden asumir los retos urbano y agrícola, nos queda el paisajístico. Desgraciadamente es mucho más difícil diseñar la conservación o protección de los ecosistemas del estado cuando ese episodio de sequía perfecta sea una realidad.

¿Se podría garantizar la supervivencia de las enormes extensiones en las que se ubican los majestuosos extensiones bosques de robles, pino y abeto, o esos ecosistemas alpinos de gran altitud que conforman el actual paisaje californiano?

Desde luego no con proyectos de riego similares a los existentes en los parques públicos o en los huertos y jardines domésticos reutilizando el agua .

Por eso la mayor preocupación del día después de la llegada de la sequía perfecta es la de la desaparición de los bosques actuales a finales de este siglo. El paisaje cambiará y entonces todo cambiará.

Lorenzo Correa

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