Tala en la Amazonía: Desentrañando el vínculo entre la deforestación y la sequía


Debemos reconocer que ese inmenso país que es Brasil nos fascina. País de aguas mil, la gestión seductora del agua tiene allí una enorme cantidad de matices y posibilidades. Intentamos explorarlas en nuestros artículos. Y así lo venimos haciendo desde la problemática urbana, focalizada en las favelas de Río, hasta la inmensidad de problemas que conlleva el discurrir del río Amazonas y todos los afluentes de su inabarcable cuenca. Cuyo paradigma es su deforestación. Asuntos que sirven de ejemplo y guía a otros muchos países del mundo. Y que afectan sin duda al clima de todo el globo terráqueo. 

Hoy vamos a elucidar en lo posible la relación entre la deforestación de la selva amazónica y la sequía. Una relación sin duda compleja y multifactorial. Sabido es que la deforestación es un proceso mediante el cual se talan árboles y se eliminan grandes áreas de bosque. Por ello, tiene varias consecuencias ambientales, incluida la alteración del ciclo hidrológico y el clima regional. 

Uno de los principales efectos de la deforestación en la selva amazónica es la reducción de la cantidad de vegetación que transpira agua a la atmósfera a través de la evaporación. Los árboles amazónicos tienen grandes hojas que liberan ingentes volúmenes de agua a través de la transpiración. Y así contribuyen a la formación de nubes y a la posterior precipitación. Cuando se talan los árboles, se interrumpe este proceso y disminuye el volumen de agua disponible para la formación de nubes y lluvias. 

Además, la deforestación afecta la capacidad de retención de agua del suelo. Los árboles actúan como una especie de esponja natural, absorbiendo agua e inyectándola gradualmente a la tierra y a los ríos. Sin la presencia de árboles, el suelo se vuelve más vulnerable a la erosión y la pérdida de humedad, lo que puede llevar a la disminución de los caudales fluviales y a la aparición de períodos de sequía más prolongados. 

La deforestación también contribuye al calentamiento global, ya que los árboles absorben dióxido de carbono de la atmósfera y actúan como sumideros de carbono. Cuando los árboles se talan y queman, el carbono almacenado en su biomasa se libera a la atmósfera en forma de dióxido de carbono, lo que contribuye al efecto invernadero y al cambio climático. Todo ello puede alterar los patrones de lluvia y aumentar la frecuencia e intensidad de las sequías en la región. 

Por lo tanto, la deforestación en la selva amazónica puede tener un impacto significativo en la reducción de las precipitaciones y el aumento de la frecuencia de las sequías en la región. Es importante destacar que estos procesos son complejos y están influenciados por muchos factores, incluidos los patrones climáticos globales y regionales, pero la evidencia científica sugiere una relación entre la deforestación y la sequía en la Amazonía. Por eso la conservación de la selva amazónica es crucial para mantener su función hidrológica y mitigar los impactos negativos de la sequía. 

Hoy en día, se publican cada vez más informes y estudios científicos que ponen de manifiesto la interrelación entre la deforestación y el descenso imparable de las precipitaciones en la cuenca. El estudio que hoy desarrollamos incide en la amenaza de que la Amazonía se acerca al punto de no retorno. Porque no podrá generar su propia lluvia cuando se alcance  

Y es que se demuestra por primera vez una clara correlación entre la deforestación y la precipitación regional. El estudio concluye con una recomendación muy clara. Que tanto los agricultores como los gobiernos de las regiones de la cuenca deben invertir más en la protección de los árboles y otra vegetación. Y además se hace extensiva a las cuencas similares del Congo y el sudeste asiático 

Lo hemos leído en un artículo, publicado en la revista Nature, en el que se pone de manifiesto también que la actividad humana y la sequía ya han afectado gravemente a más de un tercio de la selva amazónica 

Los redactores, miembros de la Universidad de Leeds, han utilizado datos meteorológicos y satelitales en una serie extensa. Los 15 años que van del 2003 a 2017. Y en todas las regiones pan tropicales se nota la afección. Aunque es mucho más intensa en superficies superiores a los 200 km² la disminución de la precipitación era 0,25 puntos porcentuales más baja cada mes por cada punto porcentual de pérdida de bosque. 

El peligro reside en que si se reducen las precipitaciones cada vez es mayor la pérdida de bosques. Y el riesgo de incendios aumenta, mientras que disminuye la extracción de carbono. Además, los autores afirman que entre una cuarta parte y la mitad de lo que llovió en la cuenca amazónica en el período estudiado se originó en el efecto beneficioso de los árboles. Porque ellos son más que los pulmones del mundo, el corazón que bombea agua por las selvas.  

Sin embargo, su tesis es muy interesante. El bombeo del agua “reciclada” por el bosque es evidente y convence más a cualquier gobierno regional de la zona que todo lo que se cuente sobre el secuestro de carbono. De hecho, este último, ya se considera un argumento que solo debe utilizarse en el hemisferio norte Porque allí las industrias son las que priman.  

Así que bienvenido sea el argumento de la preservación boscosa para los países tropicales. Sus habitantes se beneficiarán de un clima más húmedo y fresco y sus cosechas serán más abundantes 

Analicemos ahora hasta qué punto es cierto que la actividad humana y la sequía degradan más de un tercio de la selva amazónica. Entre incendios, sequías, talas y reconversión de bosques en terrenos agrícolas, se ha debilitado bastante la resiliencia en una superficie enorme. Se ha calculado en 2,5 millones de km². Es decir, una superficie que decuplica la del Sahara Occidental. Todo es ahora más seco, más inflamable y más vulnerable que antes. Y la sombra de un incendio imposible de apagar se extiende por el territorio aún virgen. 

Deforestación

Además, el porcentaje de la parte de bosque tropical virgen que aun resiste y que es capaz de regular el clima disminuye vertiginosamente. Un poco más de la mitad de lo que aguanta de estos bosques es capaz de generar lluvias, almacenar carbono, proporcionar hábitat para otras especies, dar sustento a la población local y sostenerse como un ecosistema viable.  

Y por desgracia, un 17% del bosque original ya ha sido talado por completo en los últimos 50 años. Brasil es el paradigma de la tala. En las superficies taladas se cultivan y extraen minerales para satisfacer la creciente demanda del resto del mundo. Crece la población, luego crece la demanda. 

Sin embargo, la política de “devastación cero”, que impulsa el renovado Lula, no parce que sea suficiente para revertir la situación   

La revista Science publicaba hace poco un artículo redactado por un equipo internacional de 35 científicos e investigadores. En él, el agua era protagonista. Porque demostraba que la falta de agua es la responsable máxima del aumento de la degradación de la Amazonía. Es la sequía la que aumenta la vulnerabilidad del bosque al fuego y disminuye hasta en un 34 % su capacidad para regenerarse a través de la evapotranspiración. E impide a todas las plantas que generen nubes. Se cierra la pista de despegue de los ríos voladores.

Y al cerrarse, la falta de bombeo de agua provoca más sequía. Para evitarlo, incide en detener la degradación. Define a ésta como la pérdida parcial de vegetación derivada del comportamiento humano. Esa que casi nunca se ve porque está bajo el paraguas de los enormes árboles que no dejan ver el bosque degradado. Y es tan grave, porque afecta a una superficie mucho mayor que la deforestada. 

Vaya por delante la afirmación de los autores, reconociendo que la degradación es muy difícil de medir. Y por ello, las conclusiones no son tan contundentes como a ellos les gustaría. Pero, en cualquier caso, la degradación tiene al menos tanto impacto como la deforestación localizada. Por eso las cantidades de carbono liberadas por la degradación podrían incluso ser mayores que las de la deforestación. 

Aunque la incertidumbre es grande, el aviso es importante. Incierta es la amplitud del abanico que ofrecen en sus conclusiones para el área estudiada. Una afectación que va desde el 5,5% del bosque remanente si solo se incluyen los efectos de incendios, desmontes y talas, hasta el 38% si se agregan los efectos de la sequía. 

Para finalizar es importante enfatizar que los impactos en la sociedad están desigualmente distribuidos. La mayoría de los beneficios económicos de la tala y el desmonte viajan a ciudades distantes de la zona afectada. Y por supuesto, a otros países. Por el contrario, la mayoría de los impactos negativos (pérdida de productos forestales, empeoramiento de la calidad del aire, deterioro de la calidad del agua), se quedan en el bosque tropical. 

Añadamos la sequía y su degradación consiguiente a los efectos de la deforestación de los bosques tropicales. Y comencemos a prepararnos para, como ya está hoy ocurriendo en Canadá, ver como proliferan los incendios inextinguibles. O casi, por ahora. 

Lorenzo Correa

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