El Lamento y la Pasión de la Tierra: El Romance Inquebrantable de la Tormenta


En el vasto lienzo del globo terráqueo, la naturaleza despliega su danza eterna. Entre todos los bailes que se ejecutan bajo el sol, ninguno es tan apasionado y conmovedor como cuando una tierra sedienta y una tormenta acercan sus talles y giran a la luz de los rayos y el estruendo de los truenos. Aunque a muchos pueda parecer implacable el granizo, al menos nos trae el regalo más preciado: el agua.

En el corazón de la sequedad, donde la tierra releva su plegaria por un beso celestial, surge el anhelo de la tormenta. No es una petición egoísta; es un deseo nacido de la necesidad. El cielo, con su tez de nubes negruzcas, se prepara para el acto. Las primeras gotas de lluvia son como las caricias de un amante tímido, suaves y sutiles. La tierra suspira de alivio, una lágrima se desliza por su piel árida. Y el poeta detiene su automóvil para condensar en una grácil octavilla el momento de la coyunda

Sin embargo, el romance se complica. En ocasiones, la tormenta se muestra enojada, y su pasión se manifiesta en forma de granizo. Las piedras de hielo caen del cielo como amantes enojados arrojando palabras hirientes. Pero incluso en este acto tempestuoso, hay una belleza única. Las piedras de granizo golpean la tierra como una declaración apasionada, y la tierra, aunque herida, sabe que esto también es amor. El granizo rompe la sequedad y deja cicatrices, pero es un recordatorio de que la tormenta se preocupa lo suficiente como para tocarla, incluso si duele.

El amor entre la tierra sedienta y la tormenta es un tira y afloja de emociones, pero es esencial. Sin esta pasión, la tierra se marchitaría, los ríos se secarían y la vida se extinguiría. El granizo, en su aparente crueldad, es la promesa de una renovación. Rompe la monotonía de la sequedad y da paso a un renacimiento. Las flores brotan, los arroyos fluyen, y la tierra resucita con un verde exuberante.

Y así, en medio de la tormenta, la tierra encuentra su alivio y la tormenta encuentra su redención. En su abrazo apasionado, ambos encuentran significado y propósito. La necesidad de que la tormenta deje agua en la tierra seca, aunque sea granizo, es un recordatorio de que el amor a veces se presenta de manera impredecible, pero siempre con la intención de sanar y nutrir.

Así que, la próxima vez que mires al cielo y veas una tormenta en el horizonte, recuerda que detrás de la furia del granizo se encuentra un amor profundo y eterno entre la tierra y el cielo. Un romance que, a pesar de sus altibajos, nunca dejará de nutrir y renovar el alma de la naturaleza.

Lorenzo Correa

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