La presión humana desbordada sobre el río


La presión humana sobre el río es, en algunas ciudades, asfixiante. A veces, desbordada  Es el caso de la ciudad que muestra la foto de hoy. Cuando el turismo aprieta o se celebra alguna festividad ciudadana, la humanidad se desborda sobre el río. Adornándolo para que luzca con su mejores galas. Es un río maquillado, coloreado y flanqueado por fachadas de edificios que con sus pinturas brillantes pretenden alegrar su semblante mustio. El río se viste de fiesta con los colores de la humanidad que lo cruza. Nadie se baña. Ya nadie pesca como antaño. Solo se cruza para deambular  y a veces ni siquiera se mira qué hay debajo. La humanidad es así.

Hasta el agua que moja su lecho y márgenes, porque riberas ya no tiene, está domesticada. Salvo cuando el cielo se acuerda y riega su cuenca con fruición. Entonces, los magros caudales cotidianos, que mansamente realizan la función de espejo, crecen.

Cuando no hay fiesta en la naturaleza ( casi todo el año), ahí solo hay un espejo de agua.  Y eso,  gracias a unas compuertas. Situadas al llegar a  su desembocadura al río más grande que le acoge, se levantan protectoras. Así consiguen que la humanidad desbordada que mira hacia abajo al cruzar, se alegre un poco. Ellas evitan que luzca tan seco como sus condiciones climáticas naturales y las extracciones de su acuífero le harían aparecer durante la mayor parte del año.

Ejemplo de río disfrazado  y domesticado con reflejos del florentino y davinciano Arno. Pero no es el Arno. Para que propios y extraños se marquen una desbordada sobre  él y admiren los monumentos de la ciudad que atraviesa. Cuentan que hace muchos años, los vecinos ribereños pescaban en él desde sus ventanas. Ahora solo se miran en sus aguas mientras se preguntan cómo sería antes de su  rediseño tan moderno y tan «cool». Así le gusta a la humanidad que lo transita

Y los que ya llevan años conviviendo con él, se preguntan también cuánto tiempo falta para que se enfurezca y envíe tan lejos como pueda sus disfraces entre rayos y truenos, para dejar espacio a la avenida, también desbordada.

Esos días, mejor que la humanidad se disperse y no aparezca por si acaso.

La humanidad desbordada en el río

Lorenzo Correa

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