Acabamos el año entre artículos de trasvases entre manos y cielos despejados sobre nuestras cabezas. Esta realidad, unida a la inminente subida del recibo en nuestra seca demarcación hidrográfica del Pirineo oriental, solo nos puede llevar a componer una copla a esa interconexión que hace poco se lanzó a la palestra. Ahí está ya para que, como se hacía en a la Antigüedad clásica, se lidie o se luche por su viabilidad.
Nosotros ya nos hemos mojado, buceando en el pasado y rescatando de olvido escritos, que tienen poco de copla, que definen, defienden, argumentan y explican lo que ya ha pasado. Para que, ante la incertidumbre eterna que supone depender del clima, quien tiene la sagrada misión de gestionar el agua y los dineros de sus usuarios, lo haga con valentía y objetividad. Sin irse a otro con esa copla.
Así que nos arremangamos y sumergimos nuestras manos en los ríos aludidos, con una copla de arte mayor. Para que luzca sus dodecasílabos con rima consonante y su rima como si fueran dos cuartetos juntos.
Copla viene del latín cópula. Es sinónimo de unión o enlace. Por eso nos encanta usarla para ver si ayudamos un poquito a que haya enlaces. Entre aguas de ríos, que las aguas son de todos y por eso no son de nadie. También entre militantes de las nuevas religiones con agnósticos, ateos y mediopensionistas.
A ver si así, con la ayudita de una copla, nos ponemos a trabajar duro sin envidias ni rencores en encontrar una solución que recoja algo de todas las planteadas y lo integre en algo seductor.
Lorenzo Correa
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