Luces y sombras de los encauzamientos fluviales. Entre lo imparable y lo impenetrable


En mi juventud, la administración hidráulica impartía cursos de encauzamientos. A ellos acudían ingenieros jóvenes y veteranos. Aprendíamos lo que se debería de hacer para resolver los problemas generados por la incapacidad natural de un cauce estresado para absorber caudales de avenida sin desbordarse.

También acudían otros profesionales. Estaban interesados en conocer cómo se había venido actuando en el río cuando las únicas razones que había que aportar para solucionar los entuertos que provocaba eran estrictamente relativas a la hidráulica.

Ya entonces los encauzamientos no tenían buena prensa. La Directiva Marco del Agua no los tenía como herramienta colaboradora. Eran un obstáculo para la consecución de sus valores de protección y restauración del estado ecológico del espacio fluvial.

Visto así, un encauzamiento atenta contra la integridad de la vegetación de ribera. Porque sustituye lo autóctono por materiales rocosos, duros y rígidos. O por hormigón armado in situ o en piezas prefabricadas. En el mejor de los casos, los encauzamientos cubren sus vergüenzas de verde. Mediante técnicas de bioingeniería o taludes vegetados de mil maneras.

Pero cuando el espacio es exiguo por mor de la urbanización y las velocidades en avenida altas, la rigidez de la escollera o la verticalidad del muro se siguen imponiendo. La eterna lucha de lo imparable (la urbanización y su consiguiente protección de lo urbanizado), contra lo impenetrable (el espacio fluvial).

Urbanizar las zonas inundables del espacio fluvial es más cómodo y más barato para las infraestructuras lineales. Y casi la única opción posible debido a la ocupación previa del territorio «seguro».

Los encauzamientos no suelen pagarse desde el bolsillo de todos solo para un lucro privado. Suelen responder a una demanda social de vivienda, comunicación y mejora de la calidad de vida. Eso significa desplazarse con menos riesgo de accidente. Y más rápido. O vivir cerca de la playa. O poder comprar cada día aparcando en un lugar cercano, accesible y cómodo para estacionar.

La población local no se ha asentado en zonas inundables antes porque eran pocos y sobraba espacio. Pero ahora en muchos casos puede hacerlo gracias al efecto laminador de embalses aguas arriba que antes no existían. Cada vez somos más y queremos vivir mejor. Esa es la base de todos los problemas. La solución es responsabilidad e información. La queja, sirve de poco.

Sabemos que no son actuaciones políticamente correctas de cara a la opinión publicada. Pero se hicieron, se hacen y se harán. Esperemos que entre todos los condicionantes que definen su tipología y geometría, se incluyan también la ética y la estética.

Lorenzo Correa

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