Y el Orinoco es todo lo que llega al mar. Andrés Eloy Blanco, Venezuela y el padre río


Ya iba siendo hora de traer a nuestra galeria de poetas acuáticos a un venezolano: Andrés Eloy Blanco nos permite dar la bienvenida a nuestro blog a un país tan ubérrimo en agua y tierra como Venezuela, con sus infinitos ríos representados por el Padre Orinoco, protagonista divino de nuestro poema de hoy. Pero antes, presentemos al autor:  Poeta, cuentista, dramaturgo, periodista, biógrafo, orador y ensayista nacido en Cumaná en el año 1897, Andrés se caracteriza por ser un poeta heterodoxo con respecto a sus contemporáneos.

Apóstol del modernismo en el que cimentó la emisión  de sus impulsos,  de su emotividad y de su música que llegaban al oyente envueltos en una elegante vestimenta amplia y sonora, adornada de  multiples  metáforas tan audaces como inauditas, producto irrefrenable de su sensibilidad que cobijaba a su impetuosa inspiración que dimanaba de su gente venezolana  de su paisaje y de su (nuestra) América. Por eso fue un poeta popular, acogido por el pueblo que recitaba sus versos como si fueran propios. Y por eso fue conocido como “el poeta del pueblo”.

A muchos venezolanos aún les parece ver a Andrés Eloy en su piragua, piraguando por ríos y lagunas, caños y esteros, compartiendo con pescadores e indios el canto al trabajo que llama a la esperanza del mayor futuro posible.

Blanco canto al padre río de Colombia y Venezuela, al Orinoco, cuyos márgenes son un berroqueño muro granítico con marcas indelebles que nos permiten leer las diferentes crecidas provocadas a lo largo del tiempo por impetuosas avenidas de enormes caudales. A esta sucesión pétrea, Humboldt las llamaba el orinocómetro. Pues bien, Blanco dedicó al Orinoco tres magníficos poemas: el primero (que hoy compartimos con nuestros lectores), es la “Invocación al Dios de las Aguas” antes de emprender el viaje que se ha propuesto hacia la gota de agua, su segundo poema orinocano. Y la gota de agua se une con sus hermanas y nos lleva al tercer  poema, el del “Río de las Siete estrellas” sus siete afluentes principales, los siete corceles de la parábola: el Caura, el Guaviare, el Vichada y el Meta, guardianes de sus fuentes; el encabritado Caroní, bucéfalo del continente; el Arauca, Caballo de Troya, y el Apure, Pegaso de los ríos de América… y el Orinoco es todo lo que llega al mar. Disfrutemos de la poesía fluvial venezolana con el poeta del pueblo

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Lorenzo Correa

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