Cuando el debate de la gestión del agua continúa desarrollándose con gran vigor entre los partidarios de la pública y los de la privada o mixta, futurodelagua.com, consciente de que el mejor futuro se cimenta en
el conocimiento y aprendizaje del pasado, quiere volver la vista atrás y compartir con sus lectores la experiencia inolvidable de la “guerra del agua” de Cochabamba.
El gran compositor boliviano Jorge Rubén Ramírez Santillán, más conocido con el seudónimo de Jaime del Río, escribió y puso ritmo de taquirari a la canción emblemática de esta bella ciudad:
¡Oh Cochabamba querida!
ciudad de mágico encanto,
te doy entera mi vida
en este mi humilde canto.
Hermosa tierra valluna
de verdor incomparable,
tienen tus noches de luna
un encanto inigualable.
Y si de nuevo algún día
me alejo de ti oh Tunari,
no te olvides tierra mía
de este humilde taquirari.
El rio Rocha turbión
pinta tu hermoso verdor,
pueblo que eres de Bolivia
su dicha y su corazón.
La urbe, cuya población no llega a los 600.000 habitantes, se desparrama (porque se extiende sin orden ni concierto), por un extenso valle situado a los pies de los Andes a 2.600 m de altura. Su nombre original, Kucha Pampa, significa en quechua “terreno pantanoso.” A mediados del siglo XVI, era un extenso predio que abastecía de frutas y hortalizas a la colonia minera de Potosí, donde se ubicaba la mina de plata del Cerro Rico. Entonces el minúsculo villorrio de Cochabamba estaba rodeado de humedales, sobraba el agua. A mediados del siglo XX, ya no sobraba tanto pues la ciudad no paraba de crecer sin pensar en los recursos hídricos disponibles. Así las cosas, en 1950, ya residían en ella 75.000 personas, que en 1976 ascendían a 200.000 y en 2001, a más de 500.000.
Las grandes minas de plata y estaño habían cerrado y los mineros y sus familias se dirigían hacia Cochabamba en busca de nuevas oportunidades para mejorar su vida atraidos por el cálido clima que disfruta. La parte peor de esta idílica aspiración es el descontrolado crecimiento de nuevos barrios, ubicados en las laderas de los cerros que rodean la ciudad, con casas de adobe de endebles tejados de uralita. Vivían sin electricidad, ni gas, ni teléfono, pero no podían vivir sin agua.
¿Por qué esa escasez de agua? A causa de la deforestación de las montañas colindantes y de las sequías recurrentes, lo de siempre, con las soluciones no planificadas de siempre: perforación de pozos profundos hasta sobreexplotar los acuíferos y acabar con ellos. Los que no tenían donde perforar, la ruina, pues tuvieron que comprar agua a precios exorbitantes suministrada por camiones cisterna. Y los que no tenían para pagarla, tuvieron que ir a buscarla andando con cubos y barreños.
A esta penuria debe sumarse que Bolivia es la nación más pobre de Hispanoamérica. Por ello, no había presupuestos para construir las grandes infraestructuras de abastecimiento y saneamiento imprescindibles para tener garantías cualitativas y cuantitativas. Cuando esto ocurre, la solución está en buscar el dinero fuera… y pagar los intereses, lo de siempre. Y en 1967, la ciudad consiguió 14 millones de dólares para el agua, prestados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), condicionados a la creación de una empresa pública, el Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (SEMAPA), que gestionara los sistemas de abastecimiento… y dirigida por el alcalde.
Hasta el final del siglo, a trancas y barrancas (corrupción básicamente), SEMAPA fue ampliando su red urbana, aunque siempre por detrás del crecimiento imparable de nuevos barrios y consiguientemente, de la demanda agua en la ciudad
Huelga decir que los servicios se concentraron principalmente en los barrios ricos de la ciudad donde el 90% de las viviendas disponía de red en alta y en baja. En los barrios pobres, menos de la mitad de las familias contaba con ellas. Era lo de siempre, los que “sí tienen” y los que “no tienen” agua.
Se constató el fracaso de la empresa pública, por lo que los pobres hicieron lo de siempre, organizarse para solucionar ellos mismos sus problemas, creando centenares de ‘comités de agua independientes’, para perforar pozos, tender canalizaciones y gestionar el suministro. Pero como no paraban de llegar más pobres, no consiguieron llegar a todo el mundo.
La conclusión cuando finalizaba el siglo XX fue la siguiente: era imposible que resolvieran el problema del agua si no se producían aportaciones diferentes y lejanas de las convencionales (montañas cercanas y pozos agotados). Otra vez lo de siempre: grandes proyectos de embalses, más pozos más profundos, extensas redes de canalizaciones de conexión entre las nuevas fuentes de recursos y los consumidores
Los nuevos pozos ocupaban tierras de labor del valle (“hermosa tierra valluna”), ante el creciente enfado de sus propietarios que sabían que al sacar agua de su acuífero sus tierras quedarían secas y se acabaría el “verdor incomparable”. El enfado se convirtió pronto en violencia y estalló la llamada ‘Guerra de los Pozos’ que acabó cuando se pagó a los propietarios y se les hizo partícipes del reparto del agua con los urbanitas.
Y los nuevos embalses. Hubo dos propuestas y se eligió (no sin gran polémica), la de la presa de Misicuni (iniciada en 1998), con túnel de 19,5 km hasta Cochabamba. La primera fase concluyó en 2005 con la construcción del túnel de trasvase de 19.5 kilómetros. La segunda, la propia presa, comenzó el año 2009 y acabó el pasado mes de agosto. Falta la tercera, que son las redes principales que se espera finalice el año 2018. Pero, el embalse no será total porque la obra fue contemplada en su inicio para 80 metros de altura, captando aguas de los ríos Titiri, Serketa y Sivingani, y serán necesarios más afluentes que alimenten el vaso principal, los ríos Viscachas y Putucuni. Para eso, se deben construir dos túneles de trasvase de nueve kilómetros cada uno y una inversión de 140 millones de dólares.
Volviendo al siglo pasado, el Banco Mundial exigió en 1998 la privatización de los sistemas de agua como requisito para otorgar los fondos requeridos. De hecho, el otorgamiento de una ayuda para aliviar la deuda externa boliviana, dependía de la privatización del agua en Cochabamba. En 1999 el gobierno de Bolivia abrió el concurso de privatización al que solo se presentó, una nueva empresa, “Aguas del Tunari”, la montaña que domina el valle de Cochabamba, creada por Bechtel Enterprises (una de las empresas de ingeniería mayores del mundo, responsable de algunos de los proyectos más grandes de infraestructura de Estados Unidos en los últimos cien años, incluyendo la presa Hoover, el sistema vial BART del norte de California y el “Big Dig” de Boston), asociada con Edison, la española Abengoa y las bolivianas Petrovich y Doria Medina
En septiembre de 1999, se le adjudicó el contrato por un periodo de 40 años, con un beneficio medio garantizado del 16%. Los datos reales tomados a posteriori proclaman que el incremento en la tarifa aplicado a las familias de menor ingreso fue del 43%, y el medio para todos los usuarios, del 51%. Y así comenzó la Guerra del Agua, primero en el campo porque la nueva ley de aguas recién aprobada, permitía que los nuevos gestores cobraran a los usuarios privados por el agua superficial o subterránea que derivaran de ríos, lagos y acuíferos, ya públicos, pero hasta entonces una fuente de suministro libre de los ususarios obligándoles a hacer frente a sus deudas con sus propiedades, pues si no pagaban se les desahauciaba. Como los campesinos no estaban dispuestos a permitir su aplicación, iniciaron movilizaciones de bloqueo de un día de las carreteras de acceso a la ciudad.
Así las cosas, la Federación de Regantes se unió con otras asociaciones y se creó la Coordinadora por la defensa del agua y de la vida (2000) que desplegó en un balcón una gran pancarta de tela roja con su grito de guerra pintado a mano : “El agua es nuestra, carajo”, recibiendo inmediatamente el apoyo de los usuarios de agua, furiosos con el alza de las tarifas de la Bechtel.
La Coordinadora organizó un bloqueo total de la ciudad, exigiendo la reversión de las tarifas de agua y la abolición de la nueva ley de aguas y bloqueando calles y carreteras de acceso durante tres días con miles de manifestantes ocupando la plaza principal de la ciudad. Cuando acababa el segundo día de movilizaciones, se iniciaron las negociaciones que llegaron a un acuerdo al día siguiente: el gobierno se lo miraría todo en un plazo de tres semanas, durante las que los usuarios dejaron de pagar sus facturas por consumo de agua, por lo que Bechtel anunció el corte del suministro a quienes no pagaran.
El 4 de febrero llegaron 1.000 policías de fuera y los productores de coca del Chapare, expertos en la lucha contra los militares que querían destruir sus cocales, encabezados por su líder Evo Morales. En abril, comenzó la huelga general indefinida exigiendo la anulación del contrato con Bechtel y la rescisión de la parte de la ley de aguas que derivaba las aguas de las conducciones de riego a la ciudad.
El día 10 de abril, el gobierno declaró la derogación de la ley de aguas así como la anulación del contrato, aduciendo que los directivos de Betchel habían abandonado la ciudad. Fin de las hostilidades por abandono del enemigo.
El impacto de esta Guerra fue enorme a nivel mundial: la activista india Vandana Shiva afirmó que la Guerra del Agua en Bolivia “proporciona una educación política para toda comunidad que lucha por recuperar sus espacios comunes y públicos en esta era de globalización corporativa.” Los funcionarios del Banco Mundial tuvieron que argumentar muy bien sus teorías de que los países pobres tenían que aplicar un adecuado sistema de cobro, para prevenir el derroche de agua cuando se presentaron en la cumbre sobre el agua de Japón.
De todos es sabido que en 2002 Evo Morales se presentó como candidato a la presidencia, encabezando al Movimiento al Socialismo (MAS), con argumentos tan potentes, extraídos de sus experiencias en Cochabamba, que pudo llegar a ser presidente y ahí sigue.
Bechtel entabló una demanda legal por $US 50 millones, una suma equivalente al costo del funcionamiento de la empresa de agua en Cochabamba durante siete años, de la que desistieron en 2006 previendo el daño que tal pleito le podría hacer a su reputación comercial .
La victoria fue rotunda en los aspectos relativos al agua de riego, pues el sindicato nacional de regantes consiguió que se promulgaran nuevas leyes que consideraron el agua como un bien público.
Sin embargo, en la ciudad, la victoria fue pírrica. Aunque al acabar la Guerra, la Coordinadora, el ayuntamiento y el sindicato de trabajadores asumieron conjuntamente la administración de la empresa nuevamente pública y también denominada SEMAPA, y se redujeron las tarifas a los niveles anteriores a la gestión de Bechtel, volvieron las corruptelas por parte de los políticos locales y también del nuevo equipo directivo, ejerciendo el nepotismo. Además hubo que nombrar un “equipo de apoyo técnico” que prescindió de las comunidades campesinas y de los vecinos organizados que habían constituido la columna vertebral del ejército ganador de la guerra… y murieron de éxito, porque la mayoría de los nuevos directivos comprometidos o se presentaron a las elecciones y se convirtieron en diputados del Congreso, o se dedicaron a resolver otros conflictos nacionales como la recuperación del petróleo y el gas boliviano . Y todo volvió a la “normalidad” anterior a la privatización, o sea que se cambió todo para que nada cambiara: ineficiencia, corrupción y engorde desmesurado de plantillas.
CONCLUSIÓN
Los funcionarios del Banco Mundial que fomentaron la privatización con multinacionales creyeron que las multinacionales ganadoras de los concursos aportarían una administración rigurosa, técnicos experimentados e inversiones para expandir los servicios. Esa era la teoría. En Cochabamba, sin embargo, no funcionó tal y como los proponentes pronosticaron que lo haría.
Falló la multinacional, quizás por prepotencia, al enviar ejecutivos extranjeros inexpertos que avivaron el levantamiento popular en pocos meses. Falló el gobierno cuando empezó a disparar y hubo que lamentar un muerto. Al final, las novedosas técnicas que “vendían” desde Bechtel a los ciudadanos llegaron gratis desde expertos de muchos países que brindaron altruistamente su colaboración. Bechtel solo invirtió migajas (un millón de dólares) y al pretender un beneficio anual del 16%, se pasó subiendo tarifas
Hoy la ciudad sigue creciendo sin control y se abastece a más de medio millón de personas de las que la mitad todavía no cuenta con sistemas de abastecimiento y saneamiento domiciliario. Y como la empresa municipal no ha podido aumentar la cobertura del servicio, hay muchas más familias que deben recurrir a pozos o camiones cisterna. Las consignas de “el agua es vida” y “el agua es un derecho humano” están grabadas en los corazones de los bolivianos e incluso en la nueva Constitución… pero los estraperlistas del agua campan por sus respetos esquilmando sobre todo a los más necesitados. SEMAPA carece de capacidad de endeudamiento, no arregla las fugas de agua ni cobra tarifas que garanticen un servicio equitativo para los cochabambinos.
El problema es de salud. La mortalidad infantil entre los que no tienen acceso a sistemas de abastecimiento y saneamiento es más alta que en el resto de la ciudad. Hay cálculos no contrastados, pero inquietantes, de que desde la guerra del agua han muerto por falta de agua más de 4.400 niños en Cochabamba.
El contrato con Bechtel no era mejor que el actual, se expulsó a la multinacional a base de coraje y decisión en las calles; la empresa, aunque hizo un amago, no se defendió. Cayó Bánzer, cayeron partidos, surgieron nuevos líderes, murió un muchacho y otros fueron heridos. Pero la guerra del agua no ha supuesto una mejoría respecto al año 2000. Porque hoy Cochabamba sigue dependiendo más de que el cielo envíe la lluvia necesaria que de la empresa municipal.
Desde futurodelagua.com ya hemos escrito sobre el dilema agua pública-agua privada sin pronunciarnos en principio por ninguna de las dos alternativas. Los detalles son los que importan y no cesamos de proclamar que las emociones en el agua (como aquí ocurrió), mueven montañas. La seducción debe ser parte del negocio o no habrá negocio y Bolivia es especialmente sensible a las emociones del agua. Hoy en día en países “avanzados” ya se aplican tarifas sociales como elementos de justicia, solidaridad y seducción. La atención cercana al ciudadano (en Cochabamba, no en San Francisco), es otro elemento de seducción. El tercero sería el respeto a los derechos laborales de los trabajadores autóctonos. Y la postura firme del regulador público ante el operador multinacional, sería el cuarto. En Cochabamba, ninguno de los cuatro elementos de seducción fue empleado ni por la multinacional ni por el gobierno boliviano.
En fin, la Guerra del Agua de Cochabamba no ha acabado aún, porque el problema no se ha resuelto tampoco con la reactivación de la empresa pública tras la forzada huida de la multinacional.
Sigue la lucha porque el sueño de los guerreros del agua se convierta en el reto de disfrutar de un sólido sistema público de agua que sirva a toda la comunidad. Y sigue por ello el debate. Ojalá que no se cumpla en este caso la greguería de Ramón Gómez de la Serna: “El pasado hubiera querido ser el porvenir, pero vino demasiado pronto al mundo”
Por si acaso, hoy hemos recordado el pasado.
Lorenzo Correa
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Muy interesante. No conocía este tema del agua en Cochabamba, es hasta lamentable porque el agua es una necesidad básica y no debe ser negociable.
Gracias. En la seducción está la solución. Vencer sin seducir es perder
Ah, el agua, un tesoro imprescindible y en tantos sitios tan escaso!!
Cada vez más costoso, porque hay más clientes y las exigencias de calidad son mayores. Y dependiente de la energía…Por eso oteamos su futuro, porque es el nuestro ya que agua somos y en polvo nos convertiremos
Así es.. Los recursos hídricos son vitales y hay q saber optimizarlos ..
Si el apellido es Del Río tenía que hacer una poesía sobre el agua.
Ahora en serio. He visto algunas películas y novelas futuristas sobre las guerras por el agua.
Creo que ya comenzó.
Un abrazo.
Claro que comenzó y dentro de unos días escribiremos sobre las hostilidades en Asia Central, donde también hay guerra del agua. Ojala muy pronto podamos ganar la batalla de la gestión seductora y acabar con la guerra
Texto muy bien documentado y además como siempre, con redacción esquisita.
Un cordial saludo