Reivindicación poética de la estética de las obras públicas


Aunque nuestra postura no tiene muchos adeptos, reivindicamos lo que de arte hay en las obras públicas. Centrémonos en las presas de embalse y en los propios vasos contenedores que son los llamados aún por muchos, pantanos. No observamos que poetas y literatos se hayan dedicado a ensalzar ni su integración en el paisaje ni su belleza.

Cierto es que Don Manuel Lorenzo Pardo lo hizo. Concedió una entrevista en 1913 al diario El Cantábrico de Santander. En ella, argumentaba aspectos no exclusivamente técnicos, ingenieriles ni hidráulicos de su Embalse del Ebro. De una de las obras públicas más paradigmáticas.

Indicaba que el cerramiento del cañón o desfiladero tendría el “carácter de una restitución geológica, puesto que según todos los indicios, todas esas enormes extensiones constituían en anteriores edades un espléndido lago natural.”

Y concluía apostillando que sería un beneficio también estético “…para el país donde la obra se halla emplazada. Puesto que muy rara vez se vería vacío el embalse, transformándose en lago lo que de otro modo sería un pantano. En tal sentido se habría conseguido realizar de un modo absoluto lo que pudiera llamarse y se ha llamado ya antes, restitución geológica”.

Pero las opiniones y argumentos demoledores son mayoritarias. Como ejemplo el escritor leonés Julio Llamazares explica en una entrevista en el año 2012 en el Diario Vasco, su polémica con Juan Benet:

La naturaleza y el hombre tienen que complementarse. Pero tampoco hay que poner el progreso…por encima de todo. En política hidráulica se han hecho embalses propios de dictaduras o tiempos faraónicos (sic), que se llevan por delante pueblos con 2.000 años de historia. Pasó en Riaño y en otros muchos lugares. En vez de eso pueden hacerse obras más pequeñas (sic). Debe haber un punto de encuentro entre la naturaleza y el progreso y ahí me sitúo”.

La opinión pública, como comprobamos a menudo en los comentarios a los artículos “paisajísticos” de estas páginas del futuro del agua, cierra filas al lado de los escritores que no son ingenieros (porque Benet era ambas cosas). Nosotros los leemos, empatizamos, reflexionamos. Y nuestra perplejidad no tiene límites cuando encontramos perlas como esta de las  “obras más pequeñas”. Entonces, sucede un poema como el que hoy les regalamos.

Y seguimos esperando la reivindicación paisajística de las obras públicas por parte de sus autores. Y de sus gestores. Mientras espoleamos en verso y prosa su publicación. Ánimo y que las obras públicas tengan quien las defienda

Lorenzo Correa

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