Hace unas semanas, trajimos a estas páginas información sobre la situación existente en China respecto a la adopción de soluciones resilientes al clima para luchar contra las afecciones negativas del calentamiento global en lo que al agua se refiere. El dilema pendiente de resolver allí es el de que no están dispuestos a sacrificar su crecimiento a la protección ambiental.
Las soluciones basadas en la naturaleza (SBN), son de las más resilientes al clima que existen. Veremos hoy cómo de favorables a su adopción son en otra zona de capital importancia mundial: Iberoamérica y el Caribe.
En todos los países del mundo, salir lo más fuertes posibles de la pandemia de la COVID-19 es un reto a superar. Invertir es la mejor solución para volver a una economía boyante, al menos tanto como la inmediatamente anterior a la pandemia. Y las soluciones basadas en la naturaleza están ahí, esperando que los países que más necesiten inversiones en infraestructuras resilientes al clima se acuerden de ellas.
Solucionar los cada vez más acuciantes problemas derivados de la triada acuática (abastecimiento, saneamiento inundaciones), es fundamental para mejorar las condiciones de vida de muchas personas pobres. Y también para protegerlas contra las afecciones del cambio climático. Además de hacer lo propio con el medio circundante.
Se impone alcanzar un elevado grado de eficiencia para que las inversiones garanticen un refuerzo de objetivos sociales y ambientales. Nada mejor que invertir en soluciones basadas en la naturaleza. Porque la protegen restauran. A la vez, fomentan el desarrollo y eliminan emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que aportan ventajas económicas tangibles.
Parece que ahora está de moda hablar de este tipo de soluciones. Sobre todo, desde que dos de las grandes organizaciones climáticas de tronío las han convertido en algo prioritario en su planificación de trabajo. Se trata de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ( CMNUCC) y la Comisión Global de Adaptación. A ellas se unen los miembros del Convenio sobre la Diversidad Biológica, introduciendo estas soluciones entre sus objetivos para este año.
Una región emergente, aun pobre y con un enorme potencial de futuro, también se ha sumado. Por eso hoy hablaremos del futuro de estas actuaciones en la vasta región iberoamericana y caribeña. En ese nuevo mundo que tiene mucho que desarrollar. Porque su biodiversidad es legendaria en infinita. Ni más ni menos que el 40% de la mundial. Con la décima parte de los manglares y los arrecifes de coral de nuestro planeta. Y con el mayor número de humedales existente
El momento es ideal, porque las mermas están siendo terribles en este medio tan importante para la salud del planeta. Y es que la región ya ha perdido más bosques primarios tropicales que cualquier otra del planeta. Además, el imparable éxodo a sus grandes ciudades las ha impermeabilizado. Y ese proceso urbanístico ha supuesto que el riesgo de inundación se dispare en el ámbito urbano. Ya son 160 millones de personas las que viven en zona inundable de las grandes urbes.
Desde el punto de vista económico, los recursos naturales son esenciales para el desarrollo de la región y el bienestar de sus habitantes. Por eso hay que protegerlos y cuidarlos al máximo. Pero actuando con inteligencia y cuidado.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) no deja de estudiar estas soluciones. Y recientemente ha publicado un informe redactado con el WRI. En él se demuestra que esta región puede aliviar su economía adoptando estas soluciones resilientes. Y para argumentarlo con propiedad, define una serie de proyectos económicamente factibles y ambientalmente adecuados. Que propone a socios e inversores.
El problema es que estos últimos no acaban de animarse. Por ello es el momento de sedujo a gobiernos y grandes agencias operadoras de infraestructura para que se decidan a inyectar capital y a acometer estrategias de financiación específicas de esta región. Que se convenzan de que los retornos serán seguros y compensatorios de la inversión. Y lo que hagan no afectará al medio.
No es una tarea fácil, pero en aquel ámbito hay que invertir en infraestructuras para, entre otras cosas, cumplir con los ODS. Y en lo que se refiere a la gestión del agua, nuestros lectores ya saben en que ámbitos pueden aplicarse las SBN. Se trata de protección de áreas costeras ante el aumento del nivel del mar y las marejadas ciclónicas. De captación de nuevos recursos y generación de bosques urbanos, periurbanos y de cuenca. Para que las ciudades sean más vivibles (con menos calor) y menos inundables.
Hasta ahora se han invertido 125 mil millones de dólares anuales, pero se necesitan 313 mil millones/año. Lo más complicado para atraer inversores es construir desde cero estas infraestructuras. No seducen. Afortunadamente, se pueden integrar en infraestructuras grises pre existentes. Así se hace en las presas, potabilizadoras, depuradoras o carreteras, convirtiéndolas en verde-grises. Al menos con estas actuaciones se garantiza que las obras reparadas resistan mejor los embates del clima extremo. Además de evitar daños inasumibles de reparar o pérdida de equipos. También se mejora la calidad del agua potabilizable y la calidad de los vertidos de aguas depuradas. Así como el rendimiento de las infraestructuras de abastecimiento y saneamiento
Lo más novedoso y seductor es que las SBN pueden producir beneficios tangibles. Y eso sí que puede sr el mejor anzuelo para que piquen los inversores privados. Restaura una cuenca aguas arriba de una central hidroeléctrica puede supones una evidente mejora de la regularidad y el volumen de los caudales circulantes por el cauce aprovechado. Y más caudal durante más tiempo o es más dinero. Además de aliviar la carga económica de la no derivación del caudal ecológico. Cuanto más caudal circulante, menos repercusión económica tendrá la pérdida de caudales ecológicos no derivables.
Por su parte, los habitantes de las inmediaciones de la central, pueden aprovechar la restauración de la cuenca para iniciar y mantener negocios turísticos sostenibles. Como cada vez más inversores valoran entrar en lo ecológico, estas soluciones son un acicate para darles sentido financiero.
Veamos algunos de los proyectos fomentados por el BID y el WRI que pueden servir de banderín de enganche para inversiones e inversores del futuro en la zona
En Honduras, el gobierno aceptó el reto de renovar centrales hidroeléctricas con criterios derivados de las soluciones basadas en la Naturaleza. Y decidieron apoyar la proyección y restauración de bosques en sus cuencas altas, consiguiendo un régimen de caudales más estable, un aumento de los mismos y una mejor calidad del agua.
En México, la Administración estatal de Quintana Roo, creó el Fideicomiso para la Gestión, el Desarrollo Social y la Seguridad de la Zona Costera. Recuerden que las joyas turísticas del Estado son Cancún y Tulum. Disponen de un seguro para sufragar daños producidos en la costa turística por huracanes y tormentas tropicales. Y lo que se cobra se invierte en la restauración de arrecifes de coral. Lo que además de fijar el turismo, ofrece a los habitantes habituales una mejor protección contra estos fenómenos atmosféricos tan habituales por aquellas latitudes.
La Alianza Iberoamericana de Fondos de Agua ya se ocupa de promover actuaciones basadas en la naturaleza en 24 ciudades de su ámbito de actuación en 9 países entre México y Chile. Y gracias a esta iniciativa ya se están restaurando bosques y humedales. Pero también apoyando y enseñando a los regantes a ser más eficientes con la implementación de técnicas de riego y usos agrícolas más sostenibles. Con el doble objetivo de eliminar vertidos que empeoren la calidad del agua y de usar menos agua en sus tareas cotidianas. Además, se consigue disminuir el riesgo de inundación aguas abajo al favorecer la retención de la escorrentía en el terreno
Finalmente, en Haití se están restaurando laderas mediante plantación de vegetación para evitar deslizamientos y cortes de caminos y carreteras.
Todas estas actuaciones, repartidas lo más uniformemente posible por la región, tienden a demostrar que los beneficios de aplicarlas no son exclusivamente locales. Además de resolver un problema concreto, mejoran la gestión del agua, del transporte, de la energía y de la vivienda. Y, por supuesto la calidad de vida de los habitantes involucrados, que consiguen empleos estables antes impensables de obtener. Sin olvidar el beneficio directo a la conservación del medio y el fomento del ecoturismo, de la salud pública y de la seguridad alimentaria.
El reto está en conseguir más dinero para hacer más cosas, porque en este ámbito está casi todo por hacer. No solo actuar con subvenciones, ya que éstas eliminan la posibilidad de intervención de la financiación privada y adolecen en muchos casos de seguridad financiera.
Pero, hoy por hoy, las tres cuartas partes de los proyectos estudiados se financian parcialmente mediante subvenciones. Y de ellos, la mitad, totalmente.
Por ello, es necesario aumentar el compromiso de los inversores para colocar su dinero en estas soluciones. Optar por la vía de los Fondos antes citada, por impuestos o tarifas destinados a estos fines, bonos verdes o por préstamos combinados a tasa de mercado y en condiciones favorables. También por estrategias de financiación basadas en la tierra, pólizas de seguro y dotaciones.
En la región iberoamericana y caribeña existe un buque insignia destinado a ayudar a realizar la travesía al futuro con éxito. Es el BID. Se trata de la principal fuente financiera multilateral para proyectos de desarrollo en la zona. Además, pretende la pobreza, luchar contra las desigualdades sociales y promover el desarrollo económico sostenible en la región. Ideal para ser su principal fuente de financiación mediante la concesión de créditos y anticipos, experiencias y apoyos técnicos.
Ya han invertido en 28 proyectos un total de US$813 millones entre 2015 y 2020. Y apoyan las SBN a través de sus Informes de Integración del Capital Natural y la Biodiversidad. Son instrumentos innovadores de financiación combinada respaldados por el Natural Capital Lab. Afortunadamente, las SBN han sido integradas en su Plan de Acción para la Integración del Capital Natural y la Biodiversidad.
Por eso se preocupa de dar información bien argumentada a futuros inversores sobre la rentabilidad potencial de invertir en SBN. Así se lograría cumplir todos los objetivos que hemos expuesto en este artículo. Por ahora, ya son 60 los proyectos que disponen de planes de gestión y evaluación de impactos biofísicos o socioeconómicos.
Una labor semejante al la del BID la realizan también otras instituciones mundiales. Es el caso de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. También de Conservación Internacional y el Cuerpo del Ejército de EE. UU. Sin olvidarnos de la Unión Europea. Todos hacen de guías para la gestión de SBN en la planificación e implementación de infraestructuras. Señalando también la posibilidad de incorporarlas en las estrategias de los países y en sus procesos de planificación.
Comprobamos que el reto de futuro reside en realizar inversiones estratégicas en ecosistemas sanos. Si se hacen bien, se garantizará un mayor nivel de protección de las poblaciones contra las crecientes amenazas. Y se fomentará el crecimiento económico.
Sabemos que las SBN están aún muy tiernas para poder competir en igualdad de condiciones con las tradicionales infraestructuras grises. Y que en unas zonas del planeta, hay una mayor sensibilidad positiva hacia ellas que en otras. En el caso de Iberoamérica y el Caribe, ya se dan las condiciones para su aplicación. Por eso tiene tanta importancia el conseguir un apoyo adecuado para implementarlas. Mediante recursos para la redacción de proyectos. Pero también consiguiendo que los operadores de infraestructura y los gobiernos crean en ellas. Para poder llamar a la puerta de los dueños del dinero destinado a la financiación climática. Y, por supuesto, al capital privado.
Si se hace bien, esta región podría ser el espejo en el que se mirarían el resto de los países del mundo.
Lorenzo Correa
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