Hartos ya de ver cauces tristes, secos y con su vegetación de ribera agonizando, cruzamos Europa y recalamos en Hamburgo, hanseática ciudad de una floreciente liga comercial. Porque la Hansa fue el motor económico del norte de la Europa medieval. Y en ella, su puerto fue y es es conocido como la «entrada del mundo».
En Hamburgo confluyen tres ríos que allí se unen para verter sus aguas en el mar. Son el Elba, el Alster y el Billey. Su abundancia de caudales les permiten epatarnos al ramificarse en muchísimos canales. Tantos, que son necesarios 2.500 puentes para poder circular en superficie. Llegamos a la ciudad con el mayor número de puentes de Europa. Y con unos ríos tan humanos que se multiplican en humanísimos canales
Si Ámsterdam ni Venecia, se unieran sumando sus canales, no podrían igualar a Hamburgo. Por eso es la reina de los humanos ríos, que son los canales. Apoteosis del agua en cauces rectos sin vegetación de ribera. Visión extraña, hasta apocalíptica, pero fascinante la que reproducimos en nuestras fotos. Son ríos artificiales sin meandros, cuya vegetación de ribera consiste exclusivamente en altos edificios de ladrillo.
Edificaciones que componen una impresionante maquinaria, pesada y poderosa, aunque árida sin el rocío de la poesía. Pero hoy es jueves y nuestros lectores ya saben que el día de la poesía es el miércoles. En Hamburgo el agua de los canales es un espejo que refleja el rostro de los edificios que no se cansan de mirarla. Y el agua refleja su alma para estupor y sorpresa fascinante del paseante que viene de la aridez y se confiesa ávido de caudales. Los de hoy en Hamburgo.
Lorenzo Correa
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