Indica el diccionario que las minas de captación de agua son «pasos subterráneos, abiertos artificialmente, para alumbrar o conducir aguas o establecer otra comunicación«. Pues bien, de este tipo de túneles que desde tiempos ancestrales se utilizan para captar aguas subterráneas escribiremos hoy. De estas obras hidráulicas extendidas por todo el planeta, que proliferan donde las aguas superficiales escasean.
Ya escribimos en estas páginas sobre las primeras minas de las que se tiene conocimiento. Nos referimos a los qanats, famosos por haber conseguido en el siglo VIII a. C que los míticos jardines persas lucieran ufanos en un país sin ríos de caudales permanentes.
Y que más tarde se construyeron por todo el mundo árabe, gracias a la expansión del Islam. Así, las minas llegaron a la Península Ibérica de la mano de los romanos y de los árabes.
Una de sus características principales es la de ser galerías perforadas en túnel con una sola boca. Sus secciones medias son de 1,5 x 2 m en su versión más artesanal. La perforación se hacía antiguamente con medios mecánicos. Hasta que a mediados del siglo pasado, los explosivos aligeraron el trabajo humano para su construcción. Su perfil longitudinal tiene la pendiente mínima suficiente para que las aguas del acuífero elegido lleguen por gravedad al depósito de almacenamiento.
Hoy traemos aquí el ejemplo de una de las minas perforadas en Terrassa. Municipio «minero», que desde 1842 eligió este tipo de abastecimiento. Con él, garantizaron en lo posible el abastecimiento de agua a la ciudad. Y así fue durante un siglo. Hasta que en 1943 las aguas del río Llobregat llegaron a la ciudad para aliviar a las subterráneas la enorme responsabilidad única del abastecimiento municipal
Sus galerías tienen una sección de 1,55x 0,7 m. Y discurren a una profundidad de unos 30 m, siendo uno de cada dos pozos, registrable. Más de 15 km de minas, repartidos en 4 principales, tiene Terrassa. Y aún hoy siguen llevando agua subterránea a sus depósitos municipales.
Todo un ejemplo de una obra hidráulica legendaria que hasta hoy sigue contribuyendo a llevar el agua a quien la necesita. Entre otros, a este depósito subterráneo de Can Poal con el que despedimos nuestra visita.
Lorenzo Correa
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