Cuando llueve en la ciudad después de mucho tiempo sin recibir tal bendición del cielo, todo se ilumina. Brilla el suelo porque grisea el cielo y el negro de los paraguas divide lo húmedo de lo seco.

Buena ocasión para inspirarse en el cuento alegre de la lluvia lenta. El poeta lo hace y compone un sexteto. Porque hay que celebrar que ¡por fin! llueve en la ciudad. Sorteando charcos, se extasía contemplando las baudelerianas arquitecturas móviles que hace Dios con los vapores.

Y los mercaderes de nubes comercian con su etérea presencia hasta que llega la noche y desparecen. Hoy no podremos disfrutar de las bondades de la luna, porque llueve en la ciudad. Pero amaremos el agua en el silencio de la noche. Todo cabe en un sexteto para el agua uniforme en la nube y multiforme en el charco, el reguero o el vórtice del desagüe.

Celebremos con seis versos que ¡por fin! llueve en la ciudad

Lorenzo Correa

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