¿Quién se acuerda hoy de Pedro Miguel González- Quijano (1870-1958), primer presidente del Comité Español de Grandes Presas? Nosotros. Este ingeniero de caminos jerezano, sabio profesor, fue el responsable de la incorporación española a las grandes presas en 1929. Por eso recordamos hoy su gran obra de regadío, encabezada por la presa de Guadalcacín.
Conocido como el «Gran Adelantado de la Hidrología Científica de España», una de sus muchas contribuciones al prestigio de las obras hidráulicas fue la presa de Guadalcacín en el gaditano río Majaceite. Y los famosos sifones en arco que permitían que el agua embalsada llegara a todas las zonas regables. Son las llamadas «asas» de los riegos de Guadalcacín.
La construcción de esta presa fue la punta de lanza de la política de cambios impulsada por el entonces Ministro de Fomento Miguel Gasset, que supuso la promulgación de la primera Ley de Reforma Agraria de 1907
Las obras de construcción de esta presa, incluida en el plan Gasset de regadíos se iniciaron en febrero de 1906 y finalizaron en 1910. El aliviadero se terminó en 1912. Pero los canales, tuvieron retrasos en su ejecución. Antes de ponerse en explotación en 1922, el Consejo de Obras Públicas concedió a la dirección de obra de la presa y los sifones el Premio a la Construcción en 1919. Con sus 30 m de altura, embalsaba hasta 76 hm³.
En la actualidad, la presa proyectada y construida por González-Quijano, está sumergida en el nuevo embalse de 800 hm³ , creado por una nueva presa de materiales sueltos con núcleo de arcilla, situada 150 metros aguas abajo de la primera. Es la presa de Guadalcacín II finalizada en 1995.
En la entrada correspondiente a su nombre , la Real Academia de la Historia nos ilumina con el siguiente texto:
«Estudioso de amplios aspectos de climatología, pluviometría y riegos, proyectista, consultor y constructor de obras hidráulicas. Su política de aguas se caracterizó por la defensa a ultranza de la construcción de grandes presas de embalse. Soslayó las aguas subterráneas y siempre cuestionó la influencia de los bosques en la generación de lluvia. Esta política hidráulica era concordante con la idea subyacente de que, aun existiendo la convicción de que había agua en el conjunto del Estado, estaba muy mal repartida«
De sus enseñanzas se nutrió el Congreso de Riegos de 1913. Y de él aprendió Manuel Lorenzo Pardo, el precursor de la administración hidráulica española y sus grandes presas. En el citado congreso, fue famosa su educada polémica con el también insigne ingeniero de montes Nicolás Ricardo García Cañada.
Porque Cañada presentó una comunicación titulada «Los montes y la regularización de las corrientes de agua. Una opinión sobre el tema ´’Utilización de las aguas‘». Cañada se enfrentó por vez primera en el mundo a los terribles efectos destructores de las ramblas mediterráneas. E hizo repoblaciones forestales asombrosas, como el pinsapar de Orcajo.
Por su parte, González-Quijano le replicó con otra comunicación manifestando sus dudas sobre las teorías de Cañada y abogando por un diálogo y trabajo conjunto. Y propuso que el Congreso adoptara la siguiente conclusión.
«Faltando unanimidad en las opiniones relativas a la influencia de la repoblación forestal en el régimen de las aguas, el Congreso recomienda al Estado y a los especialistas el estudio práctico y teórico del asunto con intervención de funcionarios de los distintos cuerpos facultativos para que pueda formarse sobre punto tan importante opinión definitiva»
Reconforta comprobar como, también hace más de un siglo, dos no reñían si uno no quería.
Lorenzo Correa
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