El baño forestal está de moda. Los japoneses lo valoran muchísimo y publican si cesar libros y sesudas investigaciones sobre sus bondades. Pero en todas partes puede uno darse una ducha verde en un bosque de densa aerobiología. Solo hace falta eso, un bosque tranquilo y centenario, un poco de agua cantarina y mucho tiempo. ¡Ah! y, por supuesto, tanto respeto como confianza por parte del bañista.
Sin ir más lejos, en futurodelagua.com hace tiempo que escribimos sobre los ríos curativos. Y ahí ya hacíamos mención al aliado terapéutico del río. Al bosque del que hoy nos ocuparemos y en el que nos daremos una ducha verde regenerativa.
Decíamos ayer: “Para que el agua cure, hay que hacerla actuar como un agente terapéutico auxiliado por la temperatura y la presión y hacerlo en un escenario natural y climático adecuado. Solo así, mediante la hidroterapia, pueden tratarse un elevado número de patologías.
Pero es imprescindible aplicar la hidroterapia en un espacio fluvial adecuado, en el que las aguas fluyentes de fuentes sean azoadas (con presencia de nitrógeno que provoque una mineralización exigua) y existan bosques de ribera ricos en presencia de líquenes, musgos y hongos en descomposición, que generen un ambiente de densa aerobiología”
De eso se trata de aerobiología, esa ciencia maravillosa que estudia las partículas biológicas presentes en el aire. Esporas de hongos y granos de polen, por un lado. Y gases abióticos que afectan a los organismos vivos, como el plomo, el ozono, y los óxidos de nitrógeno y azufre. El experto en esta disciplina sabe de alergias, pero también de lo que afecta a los cultivos. Trabaja codo con codo con alergólogos e ingenieros agrónomos
Nosotros, desde antes y sobre todo durante la pandemia, nos íbamos siempre que podíamos a un bosque de densa aerobiología. Lo seguimos haciendo. Como hacen siempre los japoneses. Allí nos damos un baño de río (si lo hay y lleva agua) y de bosque. Aunque no haya río, el bienestar es evidente. Se expande desde los árboles con sus susurros. Nos ilumina a través de sus hojas, por las que se cuela el aire fresco y limpio. Allí estamos cómodos y nos disponemos a recibir un baño forestal. Así, relajamos la tensión nerviosa, el cuerpo y el cerebro.
La consecuencia directa de este baño, es una recuperación de la energía, un aumento de la vitalidad y un rejuvenecimiento portentoso. Lo que los japoneses denominan shinrin-yoku. El baño en el bosque. Y como ellos llevan la salud al primer puesto de las preocupaciones de sus políticos, no tardaron en redactar y publicar un programa nacional de salud que incentiva el bañarse en el bosque. El objetivo de la Agencia Forestal que lo publicó en 1982, reducir el estrés de los trabajadores.
¿Qué hay en un bosque? Ante todo, tranquilidad. Además hermosos paisajes, aire limpio y aromas embriagadores. Y si es de densa aerobiología, ideal. Todo junto, relaja muchísimo. Por eso hay que sumergirse en ello. Y la mejor manera de hacerlo es dando un tranquilo paseo. Una forma ideal de apaciguar los achaques. Shinrin en japonés significa «bosque» y yoku significa «baño». Por lo tanto, shinrin-yoku significa bañarse en la atmósfera del bosque o disfrutar del bosque a través de nuestros sentidos. Bañarse en el bosque no es correr desaforadamente para ganar una medalla. Es caminar relajadamente, fluyendo con libertad, dejándonos ir entre los árboles.
Inmediatamente los tres canales de entrada de información a nuestro cuerpo se comienzan a limpiar como un cauce que recupera su sección ideal de desagüe. El canal visual capta mejor los matices de lo que el ojo ve. El auditivo, mejora la calidad de lo que permite oír. Y el cinestésico activa sensaciones táctiles y olfativas.
¿Pero hay suficientes bosques donde bañarse? En España, como en Panamá, casi, casi un 40% de la superfície está ocupada por el bosque. En tierra española residen 7.500 millones árboles, de los que la tercera parte son encinas y alcornoques. Densa aerobiología asegurada. ¿Qué más se puede pedir? En Japón son más afortunades, porque el 67% de su superfície es boscosa. En cualquier caso, hay muchas posibilidades de encontrar un bosque cercano a nuestro domicilio para bañarnos en él.
Si lo hacemos, conectaremos automáticamente con la naturaleza y descubriremos otro mundo a través de nuevas percepciones. De ahí a rebajar la tensión, hay un corto paso. Y sin tensión, hay salud. La mayoría de los que gozamos de una vida rutinaria con todas las necesidades básicas cubiertas, vivimos en una zona de confort razonablemente estable. Es previsible todo lo que pueda ocurrir y casi siempre hay una solución a mano. Solo nos vemos perturbados por el llamado “tecnoestrés”, aportado por las costumbres que traen consigo las nuevas tecnologías.
Vivimos en el ansia de estar conectados con la mayor cantidad de gente posible. Con el miedo a no gustarles. Con la angustia de quedarnos atrás por falta de información. Y con la obligación de cumplir las expectativas de nuestros jefes para no estancarnos en el trabajo, o perderlo. Para estar a la altura necesitamos utilizar las nuevas tecnologías. Pero ese uso, produce tecnoestrés y además repercute negativamente en nuestra salud. Sin embargo, tenemos un remedio sencillo e inocuo. El baño en un bosque densa aerobiología , que repercute positivamente en la salud
Un psiquiatra norteamericano, Craig Brod, acuñó este término en 1984. Cada vez recibía más pacientes aquejados de ansiedad, dolores de cabeza, depresión, fatiga mental, tensión en los ojos y el cuello hasta insomnio, frustración, irritabilidad y pérdida de control. Su percepción fue certera, porque pocos años más tarde, cuando comenzó nuestro siglo, la especie humana ya era mayoritariamente una especie urbana. Menos de 800 millones de personas urbanitas en el mundo en 1950, se convirtieron casi 4.000 en 2020. Así las cosas, en solo 30 años, un 75% de los 9.000 millones de habitantes de la tierra vivirán en ciudades. Lejos de bosques en los que bañarse, salvo si disponen de tiempo y un medio de locomoción.
Sin necesidad de pandemias como la que hace poco nos visitó, los porcentajes de afectados por cáncer y enfermedades inducidas por las maneras de vivir, aumentan sin cesar. Afecciones del corazón, diabetes, enfermedades cerebrovasculares e hipertensión, son nuestras lacras actuales. En países avanzados y con un sistema sanitario basado en la prevención, los datos son demoledores. En Japón, la mitad de los enfermos estaban aquejados de estos males en 1982.
Pero solo treinta años más tarde, ya eran el 61%. La otra derivada perversa, son las tasas de suicidio. Superan las 30.000 personas que se quitan de en medio por esta vía cada año. La mitad se deciden a hacerlo por sus problemas irreversibles de salud o a causa de la depresión.
Los nipones suman además a los afectados por el karoshi, los que mueren por exceso de trabajo. No cabe duda de que la sanidad, además de lo mucho que ya gestiona, debe gestionar el estrés de sus pacientes. Porque ya es un problema social de enorme importancia, como demuestran las cifras que acabamos de exponer. Para ello, debe aplicarse una nueva metodología preventiva que reduzca el estrés y el resto de males relacionados con la forma de vida de los que pronto serán las tres cuartas partes de los habitantes del planeta.
Desgraciadamente, no se conseguía probar científicamente que el baño en un bosque de densa aerobiología fuera el remedio a aplicar por los profesionales de la medicina. No había evidencias suficientes todavía derivadas de la aplicación del programa de la agencia forestal japonesa. Porque la administración pública no había sido seducida por los defensores de esta terapia curativa y preventiva.
Pero por fin lo consiguieron. En 2004, los adalides del baño boscoso, crearon la Sociedad Japonesa de Terapia Forestal. Así ganaron su primera batalla contra el escepticismo. Su objetivo, aplicar los métodos científicos avalados por la medicina para investigar de manera confiable los efectos positivos del bosque en la salud humana. El testigo fue recogido por el Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca de Japón, que fichó a expertos reconocidos para investigar los beneficios terapéuticos de los bosques en la salud humana desde una perspectiva científica.
En España, la Fundación Selvans también trabaja en estos aspectos: El año 2014 el programa Selvans alumbró el primer estudio clínico en Europa que ha investigado los efectos de los baños de bosque en pacientes que padecen fibromialgia. Cuatro años más tarde, iniciaron el camino hacia el programa de investigación médica que profundiza en los beneficios de los baños de bosque sobre la salud y el bienestar de las personas. Y tienen diversos bosques de densa aerobiología identificados para uso y disfrute de la ciudadanía.
Transcurridos casi cuatro lustros desde que los japoneses comenzaron a moverse, ya existen evidencias científicas que demuestran que el baño en el bosque mejora la salud física y mental al reducir el estrés. Porque actúa aumentando la actividad de las conocidas “células asesinas”, en inglés “natural killers” (NK), ahora muy de moda a causa del COVID-19.
Estas células pertenecen al sistema inmune innato, nacen en la médula ósea y fluyen por la sangre y los tejidos linfáticos. Sus características principales son la citotoxicidad y la secreción de citoquinas. Y se activan al contactar con células sensibles o por la acción de mediadores solubles, principalmente citoquinas. Actúan “asesinando” células tóxicas, como son las tumorales, las transformadas por virus, o las infectadas con bacterias y otros patógenos.
Por ello, son el mejor ejército interno para generar inmunidad ante enfermedades neoplásicas e infecciosas. El aumento de la actividad de NK y las proteínas anticancerígenas duran más de 7 días, incluso hasta 30 días. Esto sugiere que si las personas practican baño en bosque de densa aerobiología una vez al mes, pueden mantener un mayor nivel de actividad NK.
La mejor noticia para el fortalecimiento de nuestra salud y por ello, un descanso para la medicina preventiva. El baño de bosque genera células buenas que eliminan a las malas y nos defienden contra bacterias, virus y tumores, al aumentar nuestra inmunidad.
Los ensayos realizados demuestran que las personas con mayor actividad de NK mostraron una menor incidencia de cánceres y viceversa. Es la lucecita de esperanza que el baño de bosque enciende para iluminar sus efectos preventivos contra el cáncer.
Además, el baño de bosque puede reducir las hormonas del estrés, como la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol, y puede contribuir a la gestión de la angustia y la ansiedad. También la presión arterial y el ritmo cardíaco, con efectos preventivos sobre la hipertensión.
Fluir libremente por el bosque, también aumenta la actividad del nervio parasimpático, reduciendo la del nervio simpático. Relajación asegurada. La depresión se aleja.
Allí en el bosque, se producen fitoncidios, los protectores de las plantas. Los árboles y plantas, los excretan en la atmósfera. Sus raíces, en el suelo. Y las plantas acuáticas, en el agua. Con mayor profusión, en el momento de la floración. Así resisten bacterias patógenas, plagas y hongos. Y si nosotros los aspiramos, fortalecemos intestino, corazón y los pulmones. Nos esterilizan y desodorizan al bañarnos en el bosque. Además, son la barrera más efectiva contra los microbios patógenos, porque pueden eliminar bacterias a distancia. Porque en las plantas existen sustancias bactericidas no volátiles, su segunda línea de defensa. Por eso, las agujas de pino, abeto, enebro, álamo, roble, abedul y muchas otras plantas tienen propiedades bactericidas.
En resumen, que los árboles pueden ayudarnos mucho a fortalecer nuestra inmunidad. Una ducha verde provoca que los fitoncidios aumenten la actividad de las células NK y los niveles intracelulares de proteínas anticancerígenas como la perforina, las granzimas y la granulisina en esas células.
Hasta aquí nuestro baño de bosque, nuestra estimulación a tomar duchas verdes con toda la frecuencia que podamos. Y nuestro agradecimiento a la medicina forestal, que avanza en el conocimiento de lo que necesitamos para ser más activos, estar más relajados y felices al disminuir nuestro estrés. Pero, sobre todo con mayor inmunidad para rebajar el riesgo de enfermedades y cánceres relacionados con el estilo de vida “moderno”.
El mejor baño de bosque es permanecer en él durante 4 horas y caminar 5 km. Si no es posible, con la mitad del tiempo y del recorrido, puede ser suficiente. Y hacerlo siempre fluyendo, sin agotarse y descansando tanto como sea preciso. Una buena lectura en un rincón atractivo potencia los efectos saludables. Y un baño de río, supone el mejor colofón posible a la excursión.
Quienes puedan que hagan cada día una pequeña excursión al bosque. Relajadamente. La aerobiología nos da la clave del mejor remedio a nuestra tensión cotidiana y a sus secuelas
Lorenzo Correa
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