Se engalana el río en Navidad. Da igual el continente, el país o hasta el cambio climático. Los paseantes en río gozan al ver cauces, con más o menos caudal, pero relucientes y engalanados.
No importa que el navideño cauce urbano canalizado no esté enfilado de álamos, ni se divise desde cerros netos. Porque tiene su noria o sus bloques de pisos, sus luces, sus peatones y las nubes, generosas le traen el regalo de cada día.
La alegría de las almas se contagia al espacio fluvial…¡Es Navidad! Támesis u Onyar, ¡qué más da! En todos los ríos hay jolgorio. Con más o menos frío, llueva o haga sol, con luna llena o con nubes que evitan que un reflejo más, el del astro rey o la reina de la noche, compita con las luces navideñas.
El río las recoge, las refleja y las guarda hasta el día siguiente. Y en la noria, disfrutando del cauce a vista de pájaro o paso a paso, caminando por la pasarela metálica, se disfruta de la Navidad aun más si cabe viendo al cauce tan lustroso y engalanado. Ya nadie se acuerda de aquella sequía o de las inundaciones del pasado. Porque hoy lo que se desborda es la felicidad y lo que falta es la tristeza.
Con estas vistas y estas emociones, solo nos queda desde esta sección juevesina de los ríos humanos desear paz y alegría a todos nuestros lectores. Desde estos cauces ufanos y alegres, que nos contagian la fe en un futuro del agua y de todo lo demás venturoso y ameno.

Lorenzo Correa
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¡Feliz Navidad, Lorenzo!
Muchas gracias Carlos. Ojalá que el próximo año podamos seguir en contacto avanzando el futuro del agua.