También las avenidas extraordinarias tienen su poesía


Cuando acontecen avenidas extraordinarias, los ríos son violentos. Nadie los frena, ni altas montañas ni valles encajados. Todo es entonces épica poemática para llevar a las buenas gentes el significado de todo lo que hacemos para que los estertores fluviales no les conduzcan a la ruina y a veces a la muerte.

Épica de encauzamientos y desvíos de río para apaciguar a las avenidas extraordinarias. Pero la Naturaleza no entiende de engaños, bromas o carantoñas. Deja discurrir a sus anchas al agua salvaje. Y se ríe de muchas obras de regulación laminadora. También de esas cadenas en las que quieren convertirse los márgenes cuando el hormigón o la escollera quieren fijarlos al terreno.

Ordenación hidráulica necesaria para la convivencia y hasta para la supervivencia de las personas que ya no viven en un mundo que nació sin caminos, puentes, presas o muros de contención de avenidas extraordinarias.

El gran poeta Federico Muelas se asombraba de las obras públicas. Con la característica sorpresa del poeta. Y se admiraba de que además de cantar a la Naturaleza como obra de Dios, se cantara también a las personas. A aquellas que, por ejemplo, eran capaces de alargar los brazos de la tierra para acoger a los barcos.

Nosotros nos unimos a su loa y cantamos con una humilde séptima a esas avenidas extraordinarias que siempre nos sorprenden. Pero además, a las personas que aportan sus conocimientos, experiencias y trabajos para que no nos hagan demasiado daño a todos

Lorenzo Correa

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