El azud, para muchos amantes del río y su circunstancia es solo una barrera que hay que eliminar. Sin embargo, para los que se benefician de su existencia es un elemento imprescindible para su trabajo cotidiano. Por eso, unos lo defienden y otros lo denostan. Hay, como siempre una tercera vía. Los que consideran al azud una obra de arte.
Porque no solo es una obra hidráulica. Y es que el arte de usar el agua, de la forma más adecuada a las necesidades del hombre en cada época, se puede llegar a entender a través de las obras hidráulicas. Son ellas las que han hecho posible, de una forma continuada, a lo largo de los siglos, que sucesivas generaciones de muy diversas culturas y procedencias, usasen este recurso imprescindible, creando riqueza y bienestar. Y a nosotros nos gusta enmarcar ahí al azud.
De toponimia árabe, azud es una palabra que ha resistido el paso del tiempo. Según el diccionario, azud proviene del árabe as-sudd, que quiere decir el burladero o la toma. Por eso, su finalidad es, por una parte, derivar aguas destinadas a molinos.
Mientras que por la otra, hacen posible regar los terrenos situados aguas abajo. Y mientras ejercen su función, ahí están. Expuestos a la crítica o a la alabanza. Pero ahí siguen.
Betancourt y la antifragilidad de las presas de embalseCierto es que cualquier azud que se precie, debe ser mantenido adecuadamente. En este sentido, el ingeniero canario Agustín de Betancourt dio un aviso, que con el paso del tiempo, se convirtió en profético. Y lo hizo, dirigiéndose a todos los que querían iniciar empresas tendentes a implantar nuevos regadíos, con grandes o pequeños canales que partían de los azudes :
“Las empresas de los canales, o se deben empezar con unos presupuestos capaces de asegurar seguirlas con actividad y ver pronto su conclusión, o no se deben emprender; pues mientras no estén corrientes de un extremo a otro, no pueden producir ni aun para las reparaciones más urgentes de sus obras”
El incumplimiento de este precepto, provocó el hundimiento de la mayoría de las empresas de riegos en el siglo XIX. Así sucedió, porque no valoraron convenientemente los problemas constructivos derivados de las grandes pendientes, los fuertes estiajes de los ríos, y la tipología de los terrenos que atravesaban los canales. Así llegaron los problemas insolubles, derivados de los apuros económicos.
El azud, considerado como obra de arte, es el bien construido y mejor mantenido. Además, hace posible la captación y derivación de las aguas del río. Y así, sus caudales sirven para resolver necesidades de la agricultura, al regar tierras; también de la pesca y navegación, manteniendo el tramo de río en buen estado de conservación.
Además permiten usos industriales, desde molinos harineros a generación de energía mecánica y eléctrica. Y ahora, con la implantación de los caudales de mantenimiento en el río, se transforman hasta hacer compatible la generación de riqueza con la preservación de la vida en el cauce y la ribera.
Estos azudes modernizados, sí que son obras de arte. Mejor deconstruir que destruir.
Lorenzo Correa
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