Paisaje después de la avenida


Un río urbano encauzado también tiene sus escenarios. Como en todos los cauces, depende de la climatología y de la regulación aguas arriba que lleve más o menos caudal. Cuando las lluvias son intensas y nada pueden hacer los embalses, llega la avenida al río urbano. Y ambas variables definen su paisaje después de la avenida.

Observando hoy el Manzanares en nuestro barrio madrileño, nos damos cuenta de cómo cambia, a pesar de ser aquí un río de diseño, su paisaje después de la avenida. En lugar de ser un río con tacto suavísimo al ojo que lo mira, es un río salvaje. Se lleva toda la vegetación pensada para la suavidad del paseante en el parque fluvial adyacente.

Todo queda desordenado, sucio, arruinado. Ese es el paisaje después de la avenida. Pero por fortuna, el cauce es resiliente y los jardineros trabajan en él. Ventajas de ser un río urbano, regulado y con ribera ajardinada incluida. Y hasta una autopista urbana discurre bajo su lecho.

El agua loca de la tempestad ha perturbado la verticalidad primigenia de la vegetación de ribera. También ha traído consigo lodo y grava. Se impone el gris sobre el verde, el marrón sobre el azul del caudal normalizado. Pero no pasa nada, todo volverá a su ser. Solo es el producto visual temporal del paisaje después de la avenida en el río de mi barrio. Ese que nunca se desborda. El Manzanares en la Arganzuela, cabe el Matadero

Paisaje después de la avenida

Lorenzo Correa

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