Si hay un río compartido por excelencia en Cataluña, ese es el Ter. Sus caudales crecientes desde su nacimiento en el Pirineo oriental hasta su embalse en las presas de Sau y Susqueda, disminuyen a partir de la presa del Pasteral , porque desde ese punto, la mitad de ellos se derivan hacia Barcelona.

Las tres presas del río compartido concretan en su altiva presencia el dramático maridaje del agua y la tierra en la que moran sus usuarios. Son pieza clave para el desarrollo de la región más poblada de Cataluña. Pero, ante todo , son herramientas básicas para ejemplificar la solidaridad de compartir un patrimonio común. El agua que discurre por un río compartido.

La épica de sus construcción es paradigma de solución que reclama la solidaridad de muchas voluntades. Y metáfora de la vida, porque los ríos no van hacia atrás y no hace falta empujarlos. Se recrean constantemente. Y sus aguas, que vida son, viajan a Gerona y a Barcelona, traspasando su cuenca.

Vistamos su desembocadura y comprobamos como el río compartido está exhausto. Grita en silencio reclamando ayuda del padre río ibérico. El Ebro debe seguir el ejemplo, ayudar al Ter a compartir lo que es de todos. El cómo, es cuestión de diálogo. La solidaridad es el por qué del reparto del agua. Los seres humanos son los responsables de encontrar el cómo.

Gestores, predicad con el ejemplo. Las palabras conmueven, pero el ejemplo arrastra. El Ter, río compartido por antonomasia, ya no puede más.

Lorenzo Correa

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