Y el agua mueve el mundo


El agua mueve al mundo. Casi todo lo que comemos, bebemos o usamos, lleva mucha agua dentro. Y el agua mueve al mundo, porque se mueve y porque los seres humanos la movemos. En el movimiento está la vida. Y el agua viva, la que se mueve, nos permite vivir circulando por una estructura natural que es la cuenca hidrográfica. Por ella llega al mar y es ella quien la recoge cuando del mar vuelve y precipita de nuevo sobre la tierra. Así también el agua mueve al mundo

De esas idas y venidas, depende el movimiento del mundo, porque por las cuencas pasa el agua que genera casi quinientos mil millones de dólares en alimentos, producción industrial y artesana y muchos más factores económicos. Nuestra salud y las de los ecosistemas, también depende del estado de esa estructura-cuenca.

Las cuencas parecen eternas: solo se mueven cuando un movimiento tectónico desgarra la corteza terrestre. Y eso no ocurre todos los días. Sin embargo, hay factores no naturales que las afectan y mucho. De ellos se habla en la prensa hidráulica, del trabajo realizado por expertos de la Universidad de Missouri. Encontramos uno publicado en 2018, que nos ha interesado mucho.

Fue publicado en el prestigioso “Journal of Environmental Management”. El título del artículo, “An integrated modeling approach for estimating hydrologic responses to future urbanization and climate changes in a mixed-use midwestern watershed”, lo dice todo. Y nosotros queremos divulgarlo aquí, porque explora el futuro del agua, que el agua mueve el mundo.

Su prognosis de futuro, pretende demostrar que los cambios advertidos en el clima, unidos al “boom” urbanístico de las últimas décadas y el desarrollo urbano, pueden “cambiar” muchas cosas en las cuencas. Es decir, afectarlas gravemente. Y pronto, en solo 30 años.

La definición clásica del estrés hídrico se refiere a la limitación de la producción vegetal debida a factores ambientales. Es decir, relaciona la productividad de un ecosistema con la precipitación característica que recibe. En todo el orbe, el rendimiento de los cultivos disminuye hasta en un 70% a causa de los factores ambientales. Pero la mitad de este porcentaje se debe al estrés hídrico. Por lo tanto, el estrés hídrico limita el funcionamiento óptimo de las plantas por falta de disponibilidad del agua. Es decir, que no conviene que aumente. Para afirmar que el agua mueve al mundo, hace falta menos estrés

Los investigadores de Missouri concluyen que los efectos del desarrollo urbano y los cambios climáticos son factores que ayudan al aumento del estrés. Y lo argumentan, no tanto por la escasez como por la abundancia. Un aumento de escorrentía primaveral a causa de mayores lluvias, como ha sido el caso de esta primavera en la Península Ibérica, afecta a la cuenca urbanizada. Porque envía más contaminantes a los cauces, aumenta la erosión y causa inundaciones más serias.

Si se “mueve” algo en la cuenca, todo se mueve, porque el agua mueve el mundo. Más agua afecta a la economía, a la salud, a la seguridad y a la confianza. A todo. La cuenca se mueve hacia el futuro, hacia donde se mueve el mundo

Para conocer anticipadamente algo, se usan modelos. Vivimos en una época de modelos. En este estudio, también se han usado. Para introducir cambios en la cobertura de la cuenca y para recoger la hidrología y el clima a mediados de este siglo futuros, en una cuenca piloto del mismo estado de Missouri. Como es lógico, el aumento de la impermeabilización, secuela de la urbanización y las variaciones en el clima, decoran un escenario de futuro peor que el actual.

Aumento de escorrentía, menos infiltración al acuífero, menor evaporación del agua del suelo y de otras superficies y menor uso consuntivo del agua por parte de las plantas. Secuelas de la urbanización, en la cuenca y en su agua. Alteradas a peor por un clima diferente.

Ante cualquier prognosis de este tipo, antes de asustarse, debemos ser cautos. Porque los   impactos del clima varían ampliamente, dependiendo de la estación y de la dirección de los cambios de precipitación proyectados por los modelos climáticos. Aquí dan reducciones de una quinta parte en invierno y aumentos de casi el 10% en primavera. Pero lo más importante, es que la combinación de ambos factores, aumentan el estrés. Y las cosas pueden no ser tan graves o ser peores. Hay incertidumbre ante la tendencia detectada.

Por eso, los que investigan, hacen su apuesta y la argumentan con los datos obtenidos. En este caso, apuestan, sin contar con la urbanización, por descensos anuales de caudal y escorrentía (ambos alrededor del 10%), aumentando la  evapotranspiración en un 7%. Si se analiza solo el impacto de la urbanización, caudal y escorrentía aumentan un 4 y un 9 % respectivamente. Y disminuye la evapotranspiración en un 2% La noticia está en la combinación de ambos factores.

Entonces, los cambios climáticos podrían tener un impacto mayor que la urbanización en el caudal anual (disminución general de 6.1%) y podrían neutralizar los aumentos de escorrentía superficial causados ​​por la urbanización.

Como conclusión, el desequilibrio provocado por el clima afecta más a la evapotranspiración anual que a la urbanización (4% más). Influye más la cantidad de caudal circulante y por ello en la escorrentía durante el invierno y el verano. Mientras que la evapotranspiración sigue siendo la clave en el durante el verano. Durante algunas épocas del estudio, el giro de la veleta en la hidrología coincidió con ambos factores estresantes.

En fin, los autores pretenden que su trabajo sea aprovechable en futuras investigaciones sobre el impacto de la urbanización de mediados del siglo XXI. Y también  sobre los cambios climáticos en la hidrología de una cuenca hidrográfica representativa de uso mixto. Porque los cambios en el equilibrio hidrológico alteran la salud de los ecosistemas de las cuencas hidrográficas y de los seres vivos que en ellas habitan.

Quienes hayan resistido leyendo hasta aquí, pueden sentirse molestos porque hemos hablado de algo que ya es sabido.  Y, con toda la razón del mundo, exclamar: ¿Por qué no dejan de hablar y actúan de una vez?

Dulce y salada, arriba y abajo siempre en movimiento

Cada vez va quedando menos tiempo para tomar decisiones “baratas”. Y las actuaciones, al revés que las palabras, cuestan dinero. Para gastarse el dinero están los políticos y los mecenas. De los mecenas, ya hemos hablado, a ver quién convence a Amazon, por ejemplo. De los políticos, también. Ahí están las cumbres bienales, quinquenales, los seminarios, congresos y demás actividades. En ellas también se habla mucho. Y luego está el dinero, que habla poco, casi tan poco como quien lo tiene.

Mientras tanto, solo nos queda confiar o en Amazon o en los políticos, o en ambos, a ver si destinan dinero a lo que los científicos demuestran y publican. Mejor no seguir por este camino.

Y además de esto, ¿podemos hacer algo sin políticos, sin mecenas y sin dinero? Por si acaso hace falta.

Sí, porque el agua mueve el mundo y nosotros nos movemos con ella y en él. Nosotros defendemos el cambio de paradigma en todo lo que tiene que ver con la gestión del futuro del agua. Y hacerlo desde la perspectiva del coaching. El ser humano, que yerra para aprender, solo sale del error cuando lo convierte en fuente aprendizaje y cambia. Por eso los que saben dicen que haciendo siempre lo mismo se llega siempre al mismo sitio. El cambio permite llegar a otro lugar y descubrir mundos nuevos. Eso es progreso, porque es movimiento. Es vida.

Esponjemos las ciudades, eso es pura tecnología y buena planificación. Pero, además, cada uno de nosotros tiene que actuar desde la ética. Esforzándose por obrar bien y adoptando siempre la conducta más digna.

Un ejemplo individual, en nuestro ámbito del futuro del agua, que el agua mueve al mundo: generemos menos desechos. Porque los desechos también son agua. Así habrá menos agua virtual circulando y menos agua gastada en fabricar vertidos que flotan por donde pueden, sobre todo por los océanos.

De plásticos ya estamos cansados de oír hablar. Gracias a Coriolis sabemos que la vorticidad planetaria, junto con el rozamiento horizontal y vertical, determinan los patrones de circulación del viento, generando torques o momentos de fuerza de gran intensidad provocados por la capacidad de estas fuerzas de producir un giro o rotación alrededor de un punto concreto. Los plásticos acaban en un vórtice, girando sobre sí mismos.

Más o menos como podemos acabar nosotros. En una zona muy anticiclónica, de muy alta presión, con circulación en sentido dextrógiro en el hemisferio norte y en sentido levógiro en el hemisferio sur. La alta presión en el centro es debida a los vientos del oeste en el lado norte del vórtice y a los vientos alisios del este en su lado sur, que originan corrientes superficiales de rozamiento latitudinal en su centro, donde se acumula el agua. Así se crea un flujo ecuatorial en el océano a una distancia de entre 1 y 2 km del vórtice, mediante dinámicas más complejas.

Y este flujo ecuatorial se vuelve hacia los polos en una corriente oriental intensificada. Son las corrientes de frontera de los vórtices. Las que confinan los plásticos oceánicos.

Ya nos van  y nos vamos concienciando de que la mejor forma de evitar que estén ahí es no usarlos. Solo su uso permite que se siga acumulando agua virtual en ellos, matando seres vivos que viven en el mar y contaminando a quien los usa con la ingesta de microplásticos. Los tiramos cuando no los necesitamos, pero un buen pescado nos los devuelve en pequeñas dosis. Buena paradoja. Eso hay que cambiarlo. Actuando de otra manera. Ya lo estamos haciendo. Consumiendo menos.

Esto ya lo saben ustedes. Pero aún podemos hacer más: imitar este comportamiento y moviéndonos progresivamente para evitar otro problema de acumulación de agua virtual como desecho, el de la comida

¿Sabían que el 30% de la comida del mundo nunca se consume? Ninguna boca de hambriento la engulle. No hay paladar de gourmet que la saboree. Se pudre en el campo, se pierde cuando la llevan al mercado o se tira a la basura si está caducada. ¿Cuánta agua virtual se está desperdiciando en estas malas prácticas?

Mientras que casi mil millones de personas tiene siempre hambre, se pierden en el mundo novecientos cuarenta mil millones de dólares tirando alimentos. Además, al descomponerse como basura, incentivan el efecto invernadero. Si vemos plásticos en el océano o tortugas enredadas en ellos, nos conmovemos. Instintivamente queremos rechazar el uso de plásticos. No pasa lo mismo con la comida, porque los fotógrafos no van a los contenedores de basura. Pero esta “basura” comestible representa el tercer mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero. Y contiene mucha agua virtual. Ese agua que mueve al mundo

El objetivo para dentro de doce años es que se reduzca este desperdicio a la mitad. Pero no se nota el avance hacia él.  Y no se notará hasta que cambie el paradigma de la alimentación. Hasta que nos demos cuenta de que alimentándonos de otra manera ahorramos agua y emisiones de esos gases. Y los más desfavorecidos tendrán más agua y alimentos para saciar su sed y su hambre. Y podrán asegurar también que el agua mueve el mundo.

Para avanzar, hay que comenzar desarrollando habilidades. El objetivo será disminuir el desperdicio de alimentos. Y convertirlas en hábitos. Esa es la definición de talento. Seamos talentosos. Comprando solo lo que necesitemos y aprendiendo a guardarlo en la forma en que se mantenga fresco por más tiempo. Cocinando y comiendo solo lo que vamos a ingerir. Y usando el congelador por si algo sobra y reutilizando los restos. Esto ya lo hacían nuestras abuelas. Solo hay que recuperar el hábito. Es mejor planificar la alimentación que disfrutar viendo la nevera siempre llena.

Cuando salimos de nuestra cocina y entramos en el supermercado, nuevas habilidades nos transforman. Cuidado con caer en la tentación de comprar con algo que necesitamos, algo que va con ello en forma de oferta o promoción de marca. Aquí los minoristas deben cambiar su forma de vender y dejar de tentar al consumidor a comprar algo que va a acabar en la basura. Es mejor que nos enseñen a cocinar mejor, a conservar mejor lo que nos venden, a guardarlo bien. Con estos consejos, la marca puede fidelizar tanto o más a los clientes que llenando su carro de ofertas especiales.

Otro cambio deseable es el de las fechas de caducidad, para que los productos puedan comerse hasta su real fecha de caducidad. Así nos ahorraremos el desprendernos innecesariamente de alimentos aún comestibles. En 2017, el británico “Consumer Goods Forum” pidió a los vendedores y productores de alimentos que en tres años simplificaran el contenido de sus etiquetas:

Poniendo solo una fecha de caducidad; usando solo dos tipos de etiqueta: una con fecha de caducidad para artículos perecederos y otra para los no perecederos indicando cuando es mejor consumirlos; y efectuando acciones pedagógicas para que la gente las entienda bien

Cambiar hábitos es el primer paso. Los que ya tenemos cierta edad, recordamos hábitos de nuestra juventud que hoy nos parecen imposibles de mantener. Pienses en el uso del cinturón de seguridad o en beber y conducir, por ejemplo. Para garantizar que, en el futuro, el agua mueve al mundo, vamos a modificar nuestros hábitos.

Tirando menos comida, ahorraremos mucha agua. Además de las otras virtudes de no hacerlo, antes enumeradas. Que el agua mueve al mundo, no a los vertederos de basura. Ellos, por desgracia, ya tienen demasiados clientes.

Lorenzo Correa

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