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Recursos hídricos. Cada vez más estrés físico y económico 


Decir que el agua es esencial para la supervivencia, es una obviedad. Además, es imprescindible para la salud, la resiliencia, el desarrollo y la prosperidad de las personas y del planeta. Sin embargo, hay datos preocupantes para el futuro del agua. Uno es el incremento exponencial del consumo. Otro el desarrollo desmesurado, que provoca una explotación insostenible de los recursos hídricos y más contaminación. A todo ello hay que añadir el calentamiento global.  

El pasado año, se publicó el Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo. En él se pone de manifiesto que la protección y preservación hídrica en beneficio de las generaciones futuras depende de las asociaciones. Incide en que una gestión inteligente en la conservación de los suministros de agua del mundo requiere que los gobiernos, las empresas, los científicos, la sociedad civil y las comunidades, incluidas las comunidades indígenas, desarrollen e implementen soluciones concretas.  

Estas fueron las conclusiones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua de 2023, primera gran reunión de la ONU sobre el agua en casi medio siglo. Su objetivo se focalizó en la consecución del sexto Objetivo de Desarrollo Sostenible: «Agua limpia y saneamiento para todos» 

Pero al ritmo actual, su consecución está cada vez más lejos de poder alcanzarse en el plazo convenido. Desde luego será imposible sin la creación de alianzas y el fortalecimiento de la cooperación, en relación con todos los aspectos del desarrollo sostenible. 

Veamos como están las cosas. En los últimos cuarenta años, el uso de los recursos hídricos de agua dulce en todo el mundo ha aumentado casi un 1% por año. Es importante saber que ha sido sobre todo en los países de ingresos bajos y medios, incluidas las economías emergentes. La razón estriba en que en ellos se dispara tanto el crecimiento de la población, como el desarrollo socioeconómico y los cambios en las pautas de consumo.  

Las mayores extracciones de agua dulce per cápita se produjeron en América del Norte y Asia Central. Entre 2010 y 2018, las extracciones en los municipios aumentaron un 3%, mientras que las extracciones con fines agrícolas aumentaron un 5%, representando ahora el 72% del total de extracciones de agua. En el mismo período, las necesidades de recursos hídricos del sector industrial se redujeron en un 12%, sobre todo por la disminución de las derivaciones de agua dulce para producir energía térmica, ya que los procesos de enfriamiento se volvieron más eficientes en el uso del agua. 

Como era de esperar, las aguas subterráneas son protagonistas estelares del uso de los recursos hídricos. Porque la mitad de las extracciones de agua doméstica del mundo y alrededor del 25% de toda el agua extraída para riego son bombeadas desde pozos.  

Respecto a la demanda, entre 2000 y 2018, la extracción total de agua per cápita se mantuvo estable o incluso disminuyó. Con solo tres excepciones. América Central y el Caribe, América del Sur y el sudeste asiático. La prognosis es que estas tendencias persistan pese al crecimiento de la población. Por una parte, porque cada vez el uso del agua es más eficiente, incluso en la agricultura. Por otra, por la continuada escasez de agua debida a sequías persistentes en zonas densamente pobladas.  

Sin embargo, no es nada sencillo predecir con exactitud la evolución futura de la demanda. Pero la mayoría de los entendidos creen que la demanda mundial de agua continuará creciendo al 1% anual. Y esto representa un aumento del 20% al 30% con respecto a los niveles actuales para 2050, con un margen de error de más del 50%.  

Esta incertidumbre se basa en que las variaciones en la demanda varían mucho de un lugar a otro, ya que dependen de los cambios en los patrones de consumo en los tres principales sectores de uso del agua: las ciudades, la industria y la agricultura.  

En el ámbito municipal, el aumento de la demanda se debe a la expansión de los servicios de abastecimiento. También de los relativos al saneamiento, aunque en este caso en menor medida. Por lo tanto, el aumento será mayor allá donde se trabaja duro para expandir las redes. Respecto al sector industrial, la demanda procede de procesos intensivos, incluidos los de generación y producción de energía. 

La conclusión es que el aumento de la demanda tiende a asociarse con una industrialización desenfrenada. Es el caso de muchas economías emergentes y de ingresos medios. Como es lógico, la demanda disminuye cuando las industrias, sobre todo la de producción energética, se vuelven más eficientes en el uso del agua.  

¿Y la agricultura? Pues es un mundo aparte. La relación directa del consumo con el riego, hace que las necesidades varíen por varias causas. Desde las características del suelo hasta los factores climáticos, pasando por los tipos de cultivo y de plantaciones. El uso del agua con fines agrícolas también se ve cada vez más influido por los usos competitivos y las limitaciones de disponibilidad, así como por los patrones de consumo de alimentos y el comercio. Sin embargo, los datos globales ocultan importantes disparidades a nivel local y regional. En el caso de Europa, las extracciones del sector agrícola representan solo el 30% del total de extracciones. Por su parte, las municipales el 26% y las industriales el 45%,  

Pero en el sur de Asia, estas cifras ascienden al 91%, 7% y 2%, respectivamente. Por lo tanto, el crecimiento real de la demanda de agua dependerá en gran medida de la implementación (o no) de medidas para mejorar la eficiencia del uso del agua en cada sector. 

Ocupémonos ahora de la disponibilidad mundial de agua y su contrapartida, el estrés hídrico. Aunque el volumen de agua dulce renovable en la Tierra sea de 37.000 km3/año, su disponibilidad varía considerablemente tanto a escala local como regional dependiendo de factores geológicos y climáticos. La variabilidad estacional en la disponibilidad de agua  a menudo limita el almacenamiento de agua. Y puede tener una influencia tan importante o más que la disponibilidad anual total.  

Si observamos los datos de disponibilidad de agua per cápita, comprobaremos que difieren considerablemente según la región elegida. Sin embargo, hay una pauta general. Debido al crecimiento de la población, la disponibilidad ha disminuido en todas las regiones del mundo. Entre 2000 y 2018, la disminución de los recursos de aguas continentales renovables per cápita fue de alrededor del 20 % a nivel mundial, y la variación fue más pronunciada en los países con los recursos de aguas continentales per cápita más bajos. Es el caso de África subsahariana (41 %), Asia central (30 %), Asia occidental (29 %) y África del Norte (26 %). Por su parte, la región con el menor descenso es Europa (3 %). 

El siguiente paso es saber cuánta de esta agua usamos. En 2017, las extracciones de agua dulce en el mundo eran de 3.800 km3/año. Es decir, el 10% de los recursos hídricos renovables disponibles. Sin embargo, es preciso calibrar este dato con el estrés hídrico físico, ya sea a nivel local o regional.

Recordemos que dicho estrés es la relación entre el uso y la disponibilidad de agua. Y que depende de una combinación de factores, incluida la disponibilidad de agua superficial y/o subterránea. Y ambas pueden verse fuertemente influenciadas por las condiciones climáticas cambiantes, las demandas ecológicas y las extracciones relacionadas con el consumo humano. Pues bien, la escasez de agua tiende a generalizarse debido a los efectos locales del estrés hídrico, así como al empeoramiento y la propagación de la contaminación de los recursos de agua dulce. Y ello se refleja en el incremento de su uso y la sobreexplotación de los acuíferos.  

Por ello, la tasa de agotamiento de las reservas de agua subterránea es de entre 100 y 200 km3/año, lo que representa entre el 15% y el 25% del total de las extracciones de agua subterránea. En 2010, entre 2.200 y 3.200 millones de personas vivían en zonas de estrés hídrico durante al menos un mes al año. Esto supone entre el 32% y el 46% de la población mundial en ese momento. Casi el 80% de estas personas vivían en Asia, particularmente en el noreste de China, así como en India y Pakistán .  

photo of green field near mountains
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En nuestro planeta, se prevé que el número de personas en zonas urbanas en riesgo de escasez de agua aumente de 933 millones (un tercio de la población urbana mundial en 2016) a entre 1.700 y 2.400 millones de personas (entre un tercio y casi la mitad de la población urbana mundial) en 2050.  

Se espera que India sea el país más gravemente afectado. Sin embargo, el concepto de estrés físico de agua debe distinguirse del de su estrés económico. Es el que sucede cuando los recursos hídricos son suficientes para satisfacer las necesidades de las personas y el medio. Pero el acceso a estos recursos es limitado debido a la falta de infraestructuras de abastecimiento o mala gestión del agua.  

A principios de siglo, 600 millones de personas vivían en condiciones de estrés hídrico económico. Desafortunadamente, estos datos no han sido actualizados, por lo que no sabemos si hoy las cosas están mejor o peor. Lo que sí sabemos es que la cuarta parte de las tierras de cultivo del mundo se enfrentan al estrés económico debido a que no se pueden regar no por carencia de agua disponible sino por incapacidad de los gestores. Ni aplican tecnologías ni dotan de presupuestos para la transformación en zonas regables de tierras de secano. 

Esto sucede sobre todo en África subsahariana, Asia Central y Europa del Este. Allí, según qué escenarios se elijan, las principales cuencas pueden experimentar un impacto económico fuertemente positivo o negativo. Dependerá de la dinámica del comercio global y de la adaptación de los mercados a la escasez regional de agua. 

De ahí la importancia de adoptar un enfoque mucho más sistémico para evaluar la escasez de agua, tanto física como económica. Pero ello requerirá asociaciones y cooperación más sólidas entre disciplinas y partes interesadas. Porque, según el Banco Mundial (2016), la escasez de agua exacerbada por el calentamiento global podría costar a algunas regiones afectadas hasta el 6% de su PIB para 2050, debido a sus efectos sobre la agricultura, la salud y los ingresos, lo que podría conducir a flujos migratorios e incluso conflictos.  

Bajo el efecto combinado del crecimiento de la población, el aumento de los ingresos y la expansión de las ciudades debería aumentar la demanda de agua exponencialmente a medida que los recursos se vuelvan más erráticos e inciertos. La consecuencia, según indica el informe de la ONU anteriormente citado, es que el agua será cada vez más escasa en las regiones donde actualmente es abundante (África Central, Asia Oriental y partes de América del Sur). Y que la escasez se agudizará en las regiones donde ya es escasa, como Oriente Medio y el Sahel africano. 

Lorenzo Correa

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