Con 10.400 km² de superficie y más de 6 millones de habitantes, el Líbano es una nación muy agitada a lo largo de la historia. Tierra de minorías perseguidas como los armenios y los palestinos que pueblan sus extensos campos de refugiados. Además , con ocasión de la guerra civil siria, se asentaron en sus tierras 1.500.000 sirios. También es tierra de diáspora, como demuestra el hecho de que la mayoría de los libaneses viven fuera de su país.
En cuanto a la distribución interior, el 90% de los habitantes vive en las ciudades costeras. Y entre ellas, en la capital Beirut residen más de un millón y medio de personas.¿Cómo se planifica el abastecimiento y el saneamiento de agua en el país? Desgraciadamente, con muy poca base experta y técnica, como verán más adelante
Se cumple ahora una década de debate, discusión y jaleo. Se discute sobre el abandono de la solución embalses como la ideal para garantizar el mejor futuro del agua para la nación. Los detractores de esta solución argumentan que al estar el país “flotando” sobre un inmenso acuífero, lo mejor es que la planificación nacional del agua se base en la explotación del agua subterránea. Y olvidarse para siempre de las presas.
Además, utilizan para llevar el ascua a su sardina el omnipresente argumento de que la construcción de presas de embalse está íntimammente ligada a la corrupción. Y le añaden los supuestos daños ambientales. Tan nutrida batería de argumentos, suele garantizar la derrota de los defensores de los embalses como medida de planificación más adecuada para conseguir una gestión del agua con garantías.
Debemos reconocer que algunos de estos argumentos, tienen una base firme. En ella se cimenta la crítica a las actuaciones del Ministerio de Energía en la última década. El país vio como se caía la red eléctrica y cómo los proyectos de muchas presas ensombrecían el panorama de la transparencia.
La apuesta por las presas parte de una estrategia nacional para el sector del agua desarrollada por el Ministro Gebran Bassil en 2010 y aprobada por el Consejo de Ministros en 2012. En esa Estrategia Nacional del Sector del Agua se planificaron 40 presas. Inmediatamente se construyeron tres: Qaisamani, Yammouneh y Mseilha. Seguidas por otras cinco : Bekaata, Balaa, Janna, Qaraoun y Chabrouh. Y la última fue Brissa
Los problemas no pararon de presentarse, provocando el fracaso geológico y mediático de la mayoría de las presas. La más famosa entre todas las fracasadas fue Brissa. Otra que también estaba en zona kárstica. Fue un colador. Por su parte, Qaisamani, inaugurada en 2017, aún no ha alcanzado su capacidad máxima, aunque ha llovido por encima de las medias de una década.
Balaa aún en construcción, está ubicada también en el karst, como Mseilha. Ambas están costando muchísimo más de lo previsto. Chabrouh pierde desde 2007 más de 30.000 m³/día. Y es que la región del Monte Líbano está dominada por formaciones rocosas kársticas altamente permeables. Y casi todas las presas están allí
Entre las que no, Janna ha causado daños ambientales irreversibles en el valle de Adonis, do moran el 70 % de las especies vegetales y animales del país. Además, Qaisamani destrozó el acuífero superficial de Hammana y dejó sin agua a los municipios beneficiarios. Qaraoun recibe aguas residuales y desechos industriales, lo que la hace inadecuada para el riego o el uso doméstico.
La guinda la puso la gran presa Bisri. Había conseguido la financiación del Banco Mundial y se convirtió en el proyecto estrella de la planificación del agua en el país. A pesar de haber conseguido la mayor inversión de este Banco en el Líbano, no se construyó nunca. Porque en el año 2019, los activistas ambientales lograron abortar su financiación, ya que el Banco se echó a atrás y retiró el dinero prometido. El argumento, que Bisri habría destruido potencialmente uno de los paisajes más apreciados del Líbano
La retirada del dinero del Banco Mundial fue una consecuencia más de la famosa revolución de octubre de 2019. Aquel levantamiento popular contra la clase dirigente y toda la casta política manchada por la corrupción y la incompetencia. La chispa detonante, fue la protesta contra un impuesto sobre las llamadas de WhatsApp.
Como acabamos de comprobar, si los detractores de las presas de emblase consiguen sumar a su larga serie de argumentos contrarios la nefasta planificación hidrol´gica de los gestores nacionales o locales del agua, el efecto es demoledor,. Es decir que hoy por hoy en el Líbano no hay quien se atreva a simplemente hacer mención a la palabra presa.
Por ello, el argumento que más vende ante la opinión pública ahora es el de que el terreno libanés no es apto para la construcción de presas. Y que el objetivo de construirlas es generar beneficios para llenar los bolsillos de los contratistas y políticos corruptos. Por no hablar de los peligros de destrucción de los espacios verdes. Es decir, el argumento de siempre urbi et orbe
Veamos ahora si hay alternativas, porque agua, necesitan.
Líbano formó parte del imperio Otomano hasta 1916. Entonces formó parte del mandato francés junto con Siria. En 1920, Francia restableció el Gran Líbano, cediendo algunas zonas a Siria. Hoy el país forma parte de la francofonía y por ello, las opiniones francesas siguen teniendo presencia y crédito.
En cuanto al agua, los franceses ya habían indicado que Líbano era el gran acuífero reserva de todo Oriente Medio. Algunos hidrogeólogos lo refrendan arguyendo que es rico en aguas subterráneas renovables. En este contexto, el activista ambiental y de derechos humanos Paul Abi Rashed es tajante. Dice que Líbano dispone de 3.000 hm³ anuales de aguas subterráneas renovables. Por supuesto, se queja de que cuando se decidió la solución presas, nadie había previamente evaluado la alternativa de estas aguas.
De hecho todavía, la planificación hidrológica del ministerio del ramo que llega hasta 2030, señala que no hay información. Ni bases de datos para conocer el volumen de las aguas subterráneas. Y estas declaraciones alimentan las sospechas de corruptelas ligadas a la construcción de presas de embalse. Por eso, la opinión pública está convencida de que en su país, el agua sobra. Y que lo que falta es una buena gestión del recurso.
De poco sirve que los presistas opinen que el agua subterránea es una reserva estratégica para cuando el agua superficial no esté disponible. Y que agotarla significaría quedarse sin alternativas ante la escasez. El argumento contrario es el de hay que diferenciar entre acuíferos superficiales que se renuevan cada temporada húmeda y los profundos que sí deben albergar las reservas estratégicas
Por eso la alternativa está en el agua subterránea. Pozos en vez de presas. Los pozos llevan consigo la etiqueta de recurso renovable…si llueve lo suficiente y no se extrae más de lo que entra, claro. Como los embalses, si están bien proyectados.
Se publican los buenos resultados de los pozos de agua subterránea de Fakhreddine y Wadi Jilo en el sur del país. Allí han perforado decenas de pozos y se ha desatado la “fiebre del agua” con el marchamo publicitarrio de que ésta sí que es “renovable”, como si la de los embalses no lo fuera. Pero agujerear el terreno no dará la solución si simultáneamente no se hacen otras cosas.
La primera es reducir al máximo las pérdidas de agua en las redes, que están dejando escapar casi la mitad de los caudales que por ellas circulan. La gran canalización del manatial de Jeita a Dbayeh adolece de tantas fugas que el 30% del agua que transporta no llega a su destino. Lo mismo sucede con la canalización de abastecimento a Beirut. Está en tan mal estado que hay que hacer una nueva.
La segunda es regular la perforación de pozos. Porque nadie de la administración los ha registrado, ni se sabe nada sobre los caudales que se extraen. El número de ilegales (prácticamente todos), ineficientes o innecesarios, es enorme. Y la situación es muy preocupante no solo para la sobreexplotación de los acuíferos. También para los caudales superficiales de manantiales y ríos. Porque los acuíferos soportan extracciones desde 80.000 pozos. Ilegales por falta de regulación administrativa.
La tercera, es invertir en plantas de tratamiento de aguas residuales. La oposición también echa la culpa a los enromes presupuestos comprometidos para hacer presas inútiles. Dejaron las arcas públicas sin dinero para depuradoras. Poco la administración ha trabajado en la gestión de las plantas depuradoras de la red de saneamiento nacional. Por ello, el 98% de las aguas residuales del Líbano se vierten sin la calidad suficiente. Llegan a los ríos, se infiltran en acuíferos y van al mar . Aunque se construyeron muchas plantas de tratamiento de aguas residuales en todo el territorio libanés, invirtiendo 1.100 millones de dólares, casi ninguna funciona. Por defectos deconstrucción y/o gestión Muchas redes de abastecimiento y saneamiento tienen problemas de corrosión y de intrusión de efluentes.
La tasa de agua no facturada llega al 48% en el Líbano. Y al 40 % en el área metropolitana de Beirut . Respecto a la construcción de desalinizadoras, casi nadie la tiene en cuenta. Creen firmemente que no vale la pena gastar dinero en plantas que consumen mucha energía eléctrica. Para eso tienen los acuíferos que para muchos, son prácticamente inagotables. Arriesgada creencia, muy de moda actualmente en el país.
Ante tan sombrío panorama y viendo cómo las presas están totalmente desacreditadas ante la opinión pública, la planificación del presente exige una actuación previa. Que los políticos gestores realicen una reforma política e institucional drástica. De hecho, muchos libaneses que viven fuera ya están organizados y presionan para ello. El papel de la diáspora libanesa adquiere ahora un protagonismo estelar. El primer éxito fue el de poder abortar la subvención antes aludida para la construcción de la presa Bisri. Todo se lideró por expatriados de EEUU, Reino Unido, Alemania y Francia. Ellos hicieron una gran presión sobre los países miembros del Banco Mundial. Con el éxito queya hemos contado más arriba
Ahora sus esfuerzos se centran en solucionar el problema mediante la explotación de acuíferos. Pretenden adoptar sistemas de bombeo solar para evitar la dependencia de una energía eléctrica cada vez más cara y con una precaria extensión de redes en el país.
Creen a pies juntillas la teoría de que Líbano es rico en recursos hídricos y de que no hay escasez de agua. Defienden que ha habido décadas de mala gestión del sector del agua y corruptelas en el Ministerio de Energía.
Seguiremos con interés el asunto. El futuro del agua en países con nulos recursos económicos y escasa experiencia en la administración y la gestión del agua, está cambiando su paradigma. La política se impone una vez más y ls soluciones están mediatizadas por quienes gobiernan y quienes controlan los medios de comunicación. Que los acuíferos tengan la suerte que no tuvieron los embalses. Cada vez hay menos margen de error para dar con la solución más adecuada.
Lorenzo Correa
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