En la Península Ibérica, después de un largo período de sequía, las cuencas atlánticas han recibido del cielo la compensación esperada. Como el agua no es justa casi nunca, en algunos casos, como el de Lisboa, ha provocado daños en la urbe. También ha sido así en otros muchos pueblos y ciudades españolas. Pero la noticia, poco divulgada en los noticiarios de los que solo conocen pantanos y no embalses, ha sido otra.
Precisamente, han sido las presas de embalse sus protagonistas. porque gracias a su existencia y sobre todo a su excelente gestión, han logrado laminar las consecuencias de la borrasca Efraín. Y más concretamente, los responsables de este éxito han sido sus gestores.
Para celebrarlo, nos fuimos a pasear por el entorno maravilloso de una gran presa. Caminamos tranquilamente por su coronación y nos detuvimos a contemplar una de sus compuertas de alivio. Estábamos sobre una gran obra pública, hidráulica, por más señas. Y pensamos en ellos, en los gestores de presas.
Nos acompañaban personas amables e inteligentes. Sus profesiones estaban muy apartadas de la ingeniería civil, la geología, la topografía, la ingeniería industrial e informática y otras muchas que, unidas y cooperantes consiguen que los seres humanos detengan las aguas de un río con una mole gigantesca de hormigón armado, o compactado con rodillo, o de materiales sueltos, también compactados.
Acababa de darse por finalizada la emergencia provocada por la borrasca antes aludida. Sobre la presa, ante la compuerta de alivio, iniciamos un animado debate. Comparamos esta avenida y sus secuelas con la todavía reciente en la memoria repercusión de la erupción volcánica de La Palma hace ya un año.
La acción implacable del agua y el fuego provoca erupciones y avenidas. Los medios de comunicación se ocupan de ellas profusamente. Aunque poco del trabajo duro, profesional y complicado de los gestores de presas.
En el caso del volcán, los geólogos, vulcanólogos, bomberos, policías, militares y voluntarios han recibido un trato elogioso. El que merece su loable e incansable dedicación para lograr que las fuerzas desatadas de la Naturaleza hicieran el menor daño posible a las personas. Y para defender sus bienes. Unimos nuestras loas a las ya emitidas. ¡Buen trabajo!.
Sin embargo, en el caso de las avenidas, que afortunadamente y gracias a los embalses pudieron ser mucho más controladas que el incontrolable volcán, no hemos oído que nadie emita parecidas loas a los gestores de presas. Los muchos profesionales que han estado día y noche gestionando los órganos de desagüe y alivio de las presas. Laminando la avenida
Desde las salas de control de emergencias de las administraciones hidráulicas implicadas por una avenida en sus cuencas, se realiza un trabajo complicado, intenso y muy profesional. En las propias presas, se lleva a cabo lo que se planifica y decide en aquellas salas. Lo hacen los gestores y mantenedores de las presas. Cuando llega la avenida, para laminarla. Y siempre para estar preparados por si decide presentarse. Contando con la inestimable ayuda de los servicios meteorológicos.
Ellos toman decisiones y son responsables de ellas. Afortunadamente esta vez ha salido todo relativamente bien y nadie ni nada se ha inundado como lo habría hecho si solo hubiera nilómetros en los templos y no embalses reguladores en las cuencas. Ya no estamos en el antiguo Egipto.
Afortunadamente, ya todos conocemos el trabajo duro de los vulcanólogos y sus equipos en La Palma, muy encomiable. Pero nadie habla de lo que hacen estos funcionarios y no funcionarios. Aunque lo hacen, y bien.
Por eso, desde estas páginas de los ríos humanos, queremos dedicar un sentido homenaje a todas las personas que gestionan las presas. Porque están ahí, trabajando en la sombra. Que la luz les ilumine siempre, porque se lo merecen.
Lorenzo Correa
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